En tiempos de tribulación no hacer mudanza
La Comisión Europea se equivocó imponiendo una excesiva austeridad en un momento en que no correspondía. Ahora quiere imponer duras reformas sociales a destiempo, como la de las pensiones. Por el contrario, no presiona para llevar a cabo de inmediato reformas de mercados y actividades que funcionan de forma oligopolista, provocando elevados costes a los ciudadanos y pérdidas de competitividad a la economía.
Al actuar de esta forma, la Comisión muestra de nuevo impericia en el arte de acertar con el momento para hacer lo que hay que hacer. El Gobierno de Mariano Rajoy debería ser capaz de resistir a estas presiones, gestionando los tiempos, como supo hacerlo cuando le exigían imperiosamente que pidiese un rescate país.
Permítanme explicarme. En medio de la Gran Depresión de los años treinta del siglo XX, John Maynard Keynes señaló que el tiempo para la austeridad es la expansión, no la recesión. Argumentó convincentemente que en medio de una recesión tiene más efecto sobre el crecimiento del PIB gastar un euro en alimentar a escolares malnutridos o dárselo a los parados que rebajar los impuestos a los ricos. Esto tiene que ver con lo que llamó la “propensión marginal al consumo” de los pobres y con el “multiplicador” de los gastos públicos.
La economía y la historia le dieron la razón. Lo sucedido con la austeridad europea en estos tres años, también.
Sin embargo, la Comisión Europea cree que Keynes era un estúpido. Para desprestigiarlo, algún académico, como el historiador británico Niall Ferguson, profesor en Harvard, ha llegado a decir que la despreocupación de Keynes por el largo plazo era debido a su homosexualidad y a no tener descendencia: ¡Vaya por Dios!
El arte de la política consiste en manejar bien los tiempos de las reformas
Si la referencia a Keynes incomoda, podemos recurrir a los textos bíblicos. Cuando en el libro del Génesis, al interpretar el sueño de las siete vacas gordas y las siete flacas (una metáfora del ciclo económico), José recomienda al faraón hacer acopio de alimentos en las épocas de vacas gordas, está diciendo lo mismo que Keynes. También San Agustín argumentó sobre los tiempos para practicar la virtud, cuando en sus Confesiones le pedía al señor que le concediese la castidad, “pero no ahora mismo”.
Al conceder a España, Francia e Italia más tiempo para la reducción del déficit, la Comisión ha reconocido implícitamente su error en el manejo de los tiempos de la austeridad. Pero ha exigido que, a cambio, se intensifique el ritmo de las reformas. Vuelve a equivocarse.
Para demostrarlo, podría recurrir a la economía política de las reformas. Pero como, en los tiempos que corren, los manuales de economía no son muy persuasivos, permítanme recurrir de nuevo a fuentes sagradas.
El gran reformador San Ignacio de Loyola, fundador de los jesuitas, advirtió a los suyos contra la tentación de “hacer mudanzas en tiempos de tribulaciones”. Recomendaba resistir a las presiones y manejar bien los tiempos. La Compañía ha llegado hasta hoy (un amigo dice que fue la primera y más exitosa multinacional española). El mejor reconocimiento a su estrategia quizá sea el hecho de que la Iglesia haya elegido ahora a un jesuita para reformarla.
Reformas sociales como las de las pensiones no deben aplicarse en tiempos de tribulaciones. En una situación de débil demanda, la aplicación a corto plazo de esta reforma, al reducir los ingresos de los actuales pensionistas y las expectativas de los futuros, haría que se debilitase aún más el consumo. Sería una reforma self-defeating; es decir, una forma de autolesionarnos intensificando la recesión y el paro. Como sucede con la austeridad.
En situaciones como las que vivimos, lo urgente debe primar sobre lo importante. Ese es el mensaje de Keynes. Lo urgente ahora es salir de la recesión. Lo importante es evitar futuras crisis del Estado de bienestar. No confundamos las prioridades ni los tiempos.
Estas reformas, en cualquier caso necesarias, deben ser incorporadas a un plan de acción a medio y largo plazo, acordadas con el mayor apoyo social y político posible, y pospuestas para el momento en que la economía vuelva al crecimiento. Eso es lo que recomienda cualquier manual del buen reformador; eso es lo que han hecho países con buenas estrategias de reformas, como es el caso de Suecia en los años noventa.
Sin embargo, sí que a corto plazo se deberían poner en marcha reformas económicas dirigidas a romper el comportamiento oligopolista de muchos mercados y de actividades concesionales y subvencionadas. Estos mercados y actividades están succionando rentas de los ciudadanos, debilitando el consumo y perjudicando la competitividad de otros sectores.
El arte de la política consiste en manejar bien los tiempos de las reformas. El presidente Mariano Rajoy debe empujar las reformas económicas promercado y resistir las presiones para mudanzas sociales inoportunas, como fue capaz de resistir las presiones para el rescate. Mientras tanto, se trata de sobrevivir, mejorando lo mejorable, sin romper el clima de convivencia social, a la espera de que la Comisión Europea lleve a cabo sus reformas (unión bancaria y fondo de rescate), que permitan aliviar el peso de la deuda, restituir el crédito e impulsar el crecimiento.
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