Si llega el huracán, cierren las ventanas
Cuando estudias el comportamiento de las economías llegas a la conclusión de que es cíclico. Cuando estudias el debate de ideas también. Cuando lees hoy artículos de la Gran Depresión tienes la sensación de que han sido escritos ahora. Ambos tienen los mismos planteamientos simplistas de los neocons limitando la necesaria intervención pública para sacar a una economía de la depresión. Entonces fue Hoover y hoy es Merkel, pero los argumentos y las falacias son las mismas.
En España el debate de ideas recuerda al de 1993, pero al ser la crisis de mayor magnitud, el debate se ha radicalizado. Ahora toca la reforma de las pensiones. Con los mismos modelos que ahora hacemos los cálculos los economistas, en 1993 se decía que en 2010 el sistema de pensiones habría quebrado. Ahora con ese mismo Excel dicen que quebrará en 2022. En vez de reconocer nuestros errores, los economistas usamos el eufemismo “hemos calibrado el modelo”.
Quede claro que yo soy partidario de reformar las pensiones. Por fortuna nuestra esperanza de vida ha aumentado significativamente y nos seguimos jubilando a la misma edad que en los años setenta. Además, tras el baby boom de los sesenta tuvimos una década de bajísima natalidad y ese escalón demográfico generará problemas en la próxima década.
Pero en medio de una depresión, con 27,2% de desempleo y destruyendo empleo como una trituradora de carne picada, acometer ahora una reforma en profundidad del factor de sostenibilidad será el mayor error de política económica que puede cometer este Gobierno.
Keynes introdujo las expectativas en su Teoría general para explicar las depresiones. Friedman lo hizo para explicarnos el comportamiento de los consumidores, que explican dos terceras partes del PIB. Lo que sabemos es que a los seres humanos no nos gusta tener cambios bruscos en nuestro nivel de vida durante nuestro ciclo vital y consumimos hoy en función de nuestra renta futura esperada.
La reforma laboral del pasado año, además de abaratar el despido y exacerbar la destrucción de empleo, provocó una mayor probabilidad de perder el empleo y una menor renta esperada si te despedían. Aquello afectó negativamente al consumo, profundizó la depresión, aumentó la morosidad y amplificó la restricción de crédito.
La restricción de crédito provocó la muerte por asfixia de miles de empresas que destruyeron todo su empleo, más caída de consumo y vuelta a empezar. Este es el círculo vicioso que explica la depresión y que si no lo paramos pronto nos llevará al impago de la deuda y nos forzará a salir del euro.
La reforma de las pensiones afecta a nueve millones de pensionistas españoles y a los mayores de 50 años que ya ven próxima su pensión y que temen ver cómo caerá su nivel de vida. Ya se ha filtrado que el Instituto de Estadios Fiscales, perteneciente al Ministerio de Hacienda, estima que tendremos que bajar hasta un 40% las pensiones. Ya hemos abierto la caja de Pandora del miedo y ahora toca gestionar el caos.
Los modelos de los economistas son similares a los que usan los físicos y los meteorólogos. Déjenme que use una anécdota comparada entre pensiones y huracanes. En medio de un huracán hay que proteger las ventanas y nosotros queremos ponernos a reparar el tejado.
Es más sencillo que el presidente del Gobierno deje de esconderse detrás de los economistas. Que explique personalmente que la fuerte destrucción de empleo ha provocado un elevado déficit en la Seguridad Social que impide revalorizar las pensiones. Incluso obliga a recortar transitoriamente las pensiones máximas de tresmileuristas como se ha hecho con el sueldo de los funcionarios.
Esto tendrá un impacto negativo sobre el consumo, pero infinitamente menor que generarles dudas sobre la renta de sus próximos 30 años.
Si hacen lo que están pensando hacer, el año que viene seguiremos en depresión y con elevado riesgo de impago. Rajoy nos dirá que es culpa de la herencia recibida; Merkel, que ella ya advirtió que no se reformaran las pensiones; la troika, no sabe no contesta, y los economistas del grupo de expertos, que los políticos no les hicieron caso. Pero, como diría el filósofo, “somos culpables de lo que pudimos evitar”.
José Carlos Díez es economista jefe de Intermoney y profesor de Economía de Icade y autor de Hay vida después de la crisis (Plaza y Janes, 2013).
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