El pescador grande se come al chico
Los ‘arrantzales’ vascos venden su cuota de atún rojo a una empresa de Murcia por 5 millones Por primera vez en generaciones dejarán de capturar el cimarrón en el Cantábrico
Eugenio Elduaien parece satisfecho. Acaba de descargar en el puerto de Hondarribia 8.000 kilos de anchoa. El patrón del Itsas Eder (Mar hermoso), de 31 metros de eslora, al fin ha tenido una buena jornada de pesca. Aunque su mejor negocio ha sido otro. Este arrantzale, hijo y nieto de pescadores, preside la Federación de Cofradías de Guipuzkoa, que acaba de vender toda la cuota de atún rojo a la almadraba de Barbate (Cádiz), participada por la multinacional Ricardo Fuentes e Hijos, con sede en Cartagena (Murcia). A cambio de cinco millones de euros, la flota vasca no saldrá a faenar atún rojo este verano por primera vez en generaciones. En la lonja, Elduaien se encoge de hombros y explica la venta como algo inexorable: “No es plato de gusto dejar la pesca de nuestros padres y abuelos, pero la nostalgia no nos da de comer”. El pescador grande se come al chico.
El viernes 19 de abril, la asamblea de pescadores de Guipuzkoa tomó una de las decisiones más simbólicas en mucho tiempo. Por un 70% de los votos acordó vender el ciento por ciento de su cuota de atún rojo. Los 450.000 kilos a los que tienen derecho los 43 barcos de la flota de bajura vasca. El año anterior habían entrado por primera vez en este sistema de compraventa de cuotas, pero entonces se reservaron un 30% del cupo para mantener la tradición y ayudar a la hostelería.
“La flota está tocada y necesita liquidez. Aunque el cimarrón tiene un componente histórico, nostálgico y familiar vender era irrenunciable, porque con la cuota tan pequeña que nos han dado ir a pescar es muy penoso”, explica Elduaien, de 52 años y que comenzó a pescar en 1977. Sabe de lo que habla. En 2008 batió el récord de la zona al pescar a mano un atún rojo de 300 kilos. A diferencia de los grandes cerqueros del Mediterráneo, en el País Vasco se enorgullecían de mantener la pesca del gran atún rojo a mano, uno a uno.
“Es la pesca más de aquí, la más salvaje, la que tiene acción, me gusta más que pescar con redes”, cuenta Bernardo Sistiaga, de 37 años y patrón del Itsas lagunak (Amigos del mar). Como los demás, ha accedido a vender. “Es lo mejor que me ha pasado en la vida. Mis cuentas son que voy a pagar el gasoil del año gracias al acuerdo”, cuenta este animoso pescador mientras vigila cómo una grúa va sacando de 20 en 20 las cajas amarillas con anchoa.
“No es plato de buen gusto dejar la pesca de nuestros padres y abuelos, pero de la nostalgia no se come”
Bernardo es “un bicho pescando la anchoa”, según su padre, José Antonio, de 74 años, ya jubilado y que le ayuda a descargar la anchoa. Él, que desde los 12 años estuvo en la mar —“empecé en pantalón corto”—, siempre con el cimarrón, comprende la venta. Pero critica las circunstancias que han llevado a esto. “Me tiene trastornado. Hay tanto cimarrón en el mar que se come el barco, pero dan una cuota tan baja que es mejor no pescar”. José Antonio, pelo blanco, gafas y camisa de cuadros, mira el mar mientras fuma un ducados. Nada más descargar, los barcos vuelven a zapar. Solo ha habido tiempo para mantener una pequeña conversación con la novia o ver a los hijos un rato. “De buena gana me iría yo con ellos”, mueve la cabeza.
Las cuentas de los pescadores son tozudas. El año pasado comercializaron el atún rojo a unos seis euros el kilo en la lonja. Ahora venderán la cuota por unos 11 euros el kilo, casi el doble. Y sin gastos. Ni carburante ni jornales, aunque los beneficios se reparten al 50% entre el patrón y los marineros, unos 16 por barco. Si cada barco tiene derecho a unos 10.000 kilos, obtendrá más de 100.000 euros. Y no se quedarán parados, sino que en verano saldrán a pescar bonito. Los palangreros de Carboneras (Almería) ya hace años que venden cupo.
La clave está en la economía de escala. La pesca de cerco captura cardúmenes enteros de atunes en alta mar. Luego los engorda en granjas hasta que obtienen el punto óptimo de grasa y lo sacan al mercado, principalmente a Japón, poco a poco. Así pueden vender a más de 30 euros el kilo. Y atunes mucho mayores. La almadraba también da más precio porque funciona a mayor escala, con redes fijas en el Estrecho.
Fuentes de la almadraba de Barbate explican que “el pescado que va a engorde en almadrabas y en granjas tiene un valor añadido. Se le alimenta, tiene mejor calidad y es de mayor tamaño. En el País Vasco hacen venta local y sin grasa”. El murciano Ricardo Fuentes, que en los sesenta vendía pescado puerta a puerta, ha forjado gracias al atún un imperio con actividad en Italia, Malta, Túnez y Marruecos. Tiene acciones en la almadraba de Barbate, la que ha formalizado la venta, aunque la negociación ha sido con representantes de Fuentes, según personas conocedoras de la negociación.
Hay cierta ironía en que durante años, los pescadores de cebo del Cantábrico han acusado a los grandes cerqueros de esquilmar el atún rojo. Juan Serrano, director general del grupo Balfegó, que tiene granjas en L’Ametlla de Mar (Tarragona), critica que este sistema se perpetúe: “La cuota es para pescarla, no es para alquilarla, transferirla o venderla”. El Gobierno ha aprobado una orden para limitar estas ventas a dos años seguidos. Su objetivo es que las flotas tradicionales no hagan negocio de forma sistemática con la cuota asignada gratuitamente por el Ejecutivo.
El año pasado, el Gobierno Vasco criticó la venta de parte de la cuota. Argumentó que no era serio pelear para conseguir más cupo para la flota vasca si luego se vendía a pesquerías industriales. El País Vasco ha creado una etiqueta, la Eusko Label, para identificar el atún rojo autóctono como “pescados de alta calidad capturados por barcos del País Vasco, de uno en uno sin redes, con artes de pesca tradicionales: caña (cebo vivo) y cacea o curricán”. Este año no habrá pescado con la etiqueta.
Entre una campaña y otra ha cambiado el Ejecutivo vasco y su posición. El director de Pesca, Leandro Ezkue, dice que comprende la postura de la flota “porque viene motivada por un pésimo reparto de la cuota en 2008” entre las distintas flotas. Azkue, que el año pasado era secretario de la cofradía de pescadores y partidario de la venta, insiste en que el parón “ni mucho menos va a ser definitivo” y que cuando se amplíe el cupo por la recuperación que experimenta el atún volverán a faenar.
Los arrantzales saben que su decisión tiene repercusiones cadena abajo, en lonjas, pescaderías, bares y restaurantes. “Entendemos que no es plato de gusto para los hosteleros, pero ellos también diversifican con pescado de otro sitio”, afirma Elduaien. Sistiaga da una opinión similar: “Es malo para los restaurantes que no haya cimarrón, pero este es un pueblo pesquero y sería mucho peor que no hubiera barcos. Si me garantizan que lo compran a 12 euros yo preferiría pescarlo”.
El cocinero Pedro Subijana, dueño del restaurante Akelarre, muestra sorpresa al conocer la venta: “No me hago a la idea. Todos los años usamos atún rojo de aquí porque está pescado de forma artesanal y sostenible. Será un inconveniente si este verano no hay ninguna pieza, aunque hay que entender las dificultades de los arrantzales, que no están suficientemente remunerados”. Subijana prepara cada año un plato con atún rojo comprado en Hondarribia. En el pasado triunfó con una combinación de lomo de atún rojo con ventresca de bonito. Esta temporada será de cambios. O
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.