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Davos se divide en dos

Las citas empresariales se imponen a los debates públicos en el Foro Económico Mundial

Alicia González
Participantes en el Foro Económico Mundial en Davos (Suiza).
Participantes en el Foro Económico Mundial en Davos (Suiza).Jean-Christophe Bott (AP)

Decía un ministro que el éxito de Davos es que se ha convertido en un foro de relaciones profesionales inevitable porque cuanto más crece, más obligado es estar ahí. Y que por eso no deja de crecer. Lo cierto es que cada vez más agendas se bloquean la penúltima semana de enero porque el Foro Económico Mundial resulta una cita obligada para muchos directivos y presidentes de grandes compañías y entidades financieras.

“Para mí ha resultado tremendamente productivo, pero no por el lado de los debates, ni siquiera en los paneles en los que yo he participado”, reconoce David Kirkpatrick, fundador de Techonomy, que se ha estrenado este año como participante. “Pasas tres días de reunión en reunión, sin hacer otra cosa que mantener encuentros. Es como un servicio de citas rápidas”, explica.

Los que acuden a Davos desde hace muchos años reconocen que el espíritu de la reunión está cambiando. Antes el eje del Foro Económico Mundial eran las discusiones y los debates públicos, donde intelectuales y hombres de negocios intercambiaban ideas sobre los problemas de la economía mundial y sus posibles soluciones. Ahora los debates se han convertido en el “espectáculo colateral, la excusa para todo lo demás”, reconoce un directivo español, habitual en la cita.

Todo lo demás es la posibilidad de mantener reuniones sin moverse de la estación alpina suiza, las reuniones privadas de no más de 50 participantes con los grandes gurús de distintas industrias y la posibilidad de hacer nuevos contactos profesionales que puedan ser útiles en el futuro. “Uno llega aquí con la agenda casi cerrada al completo, hay poco margen para la improvisación”, señala otro empresario español.

Y debe resultar productivo porque no resulta nada barato. Cada participante debe desembolsar 50.000 euros, desplazamientos y hoteles al margen. Si quiere un estatus especial como socio regional, deberá desembolsar otros 100.000 euros más, y si es socio industrial, 200.000 euros. De ahí en adelante, hay socios estratégicos (108, en esta edición) y luego, las empresas que mayor aportación hacen cada año se convierten en copresidentes de cada edición. La organización que preside Klaus Schwab presiona a los socios y a los participantes para que mejoren su estatus, y sus aportaciones, a cambio de reservas en mejores hoteles, salas reservadas en el centro de congresos y fiestas y debates exclusivos para ellos. En la mayoría de los casos, el desembolso lo realizan las empresas y pocos lo hacen a titulo individual.

“Todos los años, siempre había un tema que se convertía en el gran debate de Davos”, indica lord Nicholas Stern, del Instituto sobre Cambio Climático y Medio Ambiente. "Este año hay muchos debates pero mucha dispersión en los temas". "En otras ediciones, el segundo día ya se sabía cuál era el mensaje de Davos pero ahora parece que lo de menos son los debates", sostiene Moisés Naím, del programa para la Paz Internacional del centro Carnagie.

Los empresarios de los países emergentes han entendido a la perfección la oportunidad de relaciones públicas que representa Davos. “Esto ha crecido tanto porque antes no venían los chinos y ahora vienen muchos. Pero este año, sobre todo, hay muchísimos participantes indios. Y rusos, que han decidido aprovechar la plataforma que representa la presidencia del G-20”, admite un empresario español.

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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