Sin prisas por entrar en la UE
Los empresarios disfrutan las ventajas del actual estatus con unión aduanera
La clase dirigente e intelectual turca tiene muchos reproches hacia los líderes europeos sobre el estancamiento de las negociaciones de adhesión de Turquía a la Unión Europea, que se iniciaron en 1963 y llevan congeladas desde 2010. Unos reproches difíciles de encontrar, sin embargo, a pie de calle y, sobre todo, entre quienes se dedican al comercio exterior. En Esmirna, la tercera ciudad en importancia de Turquía y el segundo puerto del país, no se percibe ninguna prisa por acelerar esas conversaciones. El negocio les va bien tal y como está.
“Estar en periodo de acceso es un privilegio muy importante para nosotros”, asegura Bülent Akgerman, presidente de la asociación de empresarios de la región del Egeo (ESIAD, por sus siglas en turco). “Tenemos una unión aduanera con la UE y eso está muy bien, pero el estatus actual nos permite tener acuerdos bilaterales que si estuviéramos dentro no podríamos mantener”, admite. Turquía mantiene un provechoso acuerdo energético con Irán, mientras la UE ha establecido una batería de sanciones contra la república islámica que prohíben todo tipo de transferencias financieras y comerciales.
“El poder del mundo está cambiando. Europa representa un idealismo democrático, pero ahora no tiene el mismo interés económico para nosotros que hace unos años. Si estuviéramos dentro, ahora tendríamos el problema del euro”, asegura Ünal Kocaman, miembro del consejo de ESIAD. “Incluso la UE se está cuestionando su futuro. Nosotros no vamos a acelerar el proceso porque no sabemos qué pasará con Europa”, recalca.
Lo cierto es que Turquía tiene una fuerte dependencia del comercio con la Unión Europea: el 38% de sus exportaciones tiene como destino la UE. Una cifra que queda lejos del 59% de hace unos años, debido al impacto de la crisis de deuda europea, y que les ha obligado a reorientar su estrategia hacia Asia y el norte de África. “Sin esa diversificación, hubiéramos tenido problemas en estos años de crisis en Europa”, admite el ministro de Finanzas, Mehmet Simsek.
"Sin diversificación habríamos tenido problemas", admite Semsek
Pero no se trata solo de una estrategia geográfica. Al no estar plenamente integrados, las empresas establecidas en Turquía no tienen que cumplir los estándares medioambientales y laborales que se exigen a las compañías europeas.
Es la experiencia de Eldor, una empresa italiana que fabrica componentes para motor de automóviles y cuyos principales clientes son Volkswagen y Audi. “Aquí pagamos una cuarta parte de los impuestos que pagamos en Italia y de media al año se trabajan 20 días más que allí”, reconoce Andrea Delellis, jefe de operaciones de la fábrica que Eldor tiene en la zona franca de Esmirna. “La jornada laboral es de ocho horas diarias seis días a la semana. Con los bonus, la comida y el conjunto de servicios que prestamos a los trabajadores, el coste salarial al mes ronda los 600 euros y tenemos gente formada”, explica.
En Eldor, el 90% de la plantilla lo componen mujeres —“es un trabajo mecánico y los hombres no logran mantener la concentración más de una hora”, aclara Delellis— y la empresa no contrata trabajadores más allá de los 35 años, ni por encima de 1,65 metros de altura ni pasados de peso —“el hueco en la cadena de montaje es el que es”, explica.
A su juicio, la ventaja de Turquía no son solo los costes. “En Italia nadie quiere trabajar en una fábrica. Es un trabajo bonito porque produces algo concreto, pero entiendo que no es agradable trabajar con aceite de por medio, tratar con los técnicos... Sin embargo, no todos podemos ser médicos. Con la crisis, eso va a cambiar”, augura Delellis.
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