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Casi un siglo de homenaje al vino

Bodega Santa Cecilia celebra 90 años de renovación continua y crecimiento en Madrid

Un venenciador sirve un vino de Jerez en Bodega Santa Cecilia.
Un venenciador sirve un vino de Jerez en Bodega Santa Cecilia.CLAUDIO ÁLVAREZ

“Si bien la penicilina cura a los hombres, el vino los hace felices”. El científico Alexander Fleming destacaba los beneficios de un buen caldo a principios del siglo XX, justo en la misma época en que se gestaba en Madrid el nacimiento de una bodega que se convertiría con el paso de los años en lugar de culto. Bodega Santa Cecilia nació en 1922 y acaba de cumplir 90 años durante los que ha crecido de forma progresiva gracias a su continua transformación.

El establecimiento ha vivido tres etapas que se corresponden con el paso de tres generaciones. De ser un bar más del barrio de Moncloa de la capital, el hijo del fundador, Pedro Santa Cecilia, abandonó en los años sesenta la venta a granel e impulsó un gran cambio, el que convirtió el negocio en un autoservicio (“posiblemente el primero especializado de España”, aclara Pedro). A finales de los noventa, con la entrada de los hijos, se incluyó la venta de productos gourmet y apostaron por Internet.

A través de Internet, los dueños mantienen al tanto a sus clientes sobre viajes, catas, degustaciones o cursos de maridaje y armonía

Las dos últimas etapas, durante las que el número de clientes ha crecido sustancialmente, han sido fundamentales para su impulso. De ser un local donde acudían principalmente vecinos de la zona, se convirtió en una parada obligada en la capital y a ser reconocido en el resto de España. Su clientela aúna particulares y hosteleros que, desde el año 2000, pueden adherirse a un Club de Clientes que cuenta con más de 19.000 afiliados. Entre los más asiduos, los dueños destacan a los embajadores españoles. “Se suelen llevar vinos españoles a sus ciudades”, explica la heredera Mayte.

Santa Cecilia suena con más fuerza fuera de Madrid después de iniciar la venta online, que supuso una incursión en el mundo digital que no se ha detenido: tienen perfiles en Facebook y Twitter, así como aplicaciones para teléfonos móviles. En ellas, los dueños mantienen al tanto a sus clientes sobre los viajes a bodegas que organizan, así como catas, degustaciones o cursos de maridaje y armonía.

Con dos tiendas en la capital, Santa Cecilia está dispuesta a explorar otros países

Entre las más de 5.000 referencias que vende hoy, la oferta de la bodega incluye vinos y licores de más de 20 países. Ribera, Rueda o Rioja siguen siendo las denominaciones de origen más demandadas, aunque las peticiones de los clientes se han diversificado durante los últimos años. “Ahora el público es más abierto y le gusta probar y descubrir cosas”, apunta Pedro. La horquilla de precios es muy amplia: se puede adquirir desde el típico vino de batalla de un euro hasta un Chateau Petrus francés de 1989 cuya etiqueta marca 5.191 euros.

En la década de los setenta, con la puesta en marcha del autoservicio, Pedro Santa Cecilia también apostó por un local más grande —sin cambiar de barrio—, y por presentar el vino de una forma que hoy se ha generalizado, aunque entonces resultó muy original. “Pensé que el vino tenía que estar acostado y debía verse la etiqueta”, asegura mientras su hija Mayte añade que “él diseñó el mueble para poner las botellas; al principio incluso veíamos a gente tomando medidas para copiarlo”. Fue también el primer lugar de Madrid en tener un venenciador, un profesional que se encarga de servir el vino mediante un vaso situado al final de una larga arista cuya tradición nace en Jerez de la Frontera. Con dos tiendas en Madrid, Santa Cecilia está dispuesta a explorar otros países. “Atravesar los Pirineos, sin prisa pero sin pausa, es nuestro propósito”, señala con orgullo Pedro.

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