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Alemania marca el paso en la UE

Van Rompuy retrasa a 2014 la unión bancaria y la creación de un fondo anticrisis que podría asumir las prestaciones de paro de los países con problemas

Claudi Pérez
El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.
El presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy.NEIL HALL (REUTERS)

La Europa del Sur se hunde en algo parecido a una depresión social: números de recesión, pero síntomas de algo más grave en el desempleo, en la creciente irritación de las gentes, en las nulas perspectivas de mejora que contrastan con el desesperado empeño de las autoridades por anunciar que lo peor ya ha pasado. En medio de la profunda división entre la caída en barrena del Sur y un Norte que carece de esa sensación de emergencia, el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, presentó este jueves una propuesta de largo aliento basada en cuatro ambiciosos pilares: la unión bancaria, la unión fiscal, la unión económica y el refuerzo de la legitimidad democrática de Bruselas. El método europeo en estado puro: grandes palabras; pocas, escasísimas medidas para las situaciones más urgentes; y un hilo argumental en todos los temas espinosos, y los hay a montones, directamente inspirado en las tesis de Berlín.

Apenas se vislumbra algún atisbo de luz para las economías que atraviesan la fase más aguda de la crisis. Pero algo hay: Van Rompuy propone un fondo europeo de estabilización para ayudar a los países más golpeados, financiado con las contribuciones de los socios del euro o de algún impuesto genuinamente europeo, que podría llegar a asumir parte de la cobertura de paro cuando algún país esté con el agua al cuello. Eso sí, en todo caso a partir de 2014, más tarde de lo esperado.

El documento titulado Hacia una genuina Unión Económica y Monetaria desarrolla propuestas anteriores —de junio— y viene firmado por Van Rompuy, José Manuel Barroso (presidente de la Comisión), Jean-Claude Juncker (Eurogrupo) y Mario Draghi, del BCE. Pero en lo fundamental, pese a la que está cayendo, reverencia los deseos de la canciller Angela Merkel, con Bruselas prácticamente de perfil a la espera de las elecciones alemanas de otoño. “Si nada cambia, ese documento constata que se avecina casi un año de preocupante parálisis”, apuntan fuentes diplomáticas.

Van Rompuy cumple escrupulosamente con su mandato —soluciones a largo plazo para problemas estructurales—, pero su propuesta, como las anteriores de otras instituciones, olvida algo fundamental: no hay en las 15 páginas del informe una sola medida para que la sensación de urgencia en el Sur llegue a sentirse también en el Norte. Lo más parecido a una concesión a las políticas de estímulo, el fondo anticrisis, se deja para “después de 2014”, en una tercera fase de la hoja de ruta que el Consejo diseña para la Unión.

No hay en las 15 páginas del informe una sola medida para que la sensación de urgencia en el Sur llegue a sentirse también en el Norte

Ese 2014 tiene pinta de ser clave. También el BCE se hará cargo de todos los poderes de supervisión financiera en 2014, según el proyecto, lo que da a entender que la unión bancaria llegará más tarde de lo previsto (tal como quiere Alemania). El marco legal necesario para desarrollar el supervisor debía estar listo a final de año, pero Van Rompuy lo retrasa hasta marzo de 2013, lo que disipa aún más las posibilidades de aspirar en un plazo relativamente corto a la recapitalización directa de la banca (tal como quiere Alemania). Los primeros atisbos de ambición llegan a partir de 2014: para entonces, Van Rompuy pretende que la Unión disponga de “capacidad fiscal”, para desarrollar el fondo de estabilización y como base para la emisión de deuda conjunta. Eso sí, “sin recurrir a la mutualización de la deuda” (una vez más, siguiendo el diktat alemán). “Todas las uniones monetarias disponen de alguna modalidad de capacidad presupuestaria centralizada”, subraya el documento, pese a que las opciones manejadas, un IVA europeo o la tasa financiera, están lejos de contar con apoyo suficiente. Van Rompuy apuesta también porque la UE se dote de un fondo de resolución bancaria que permita romper el vínculo entre los problemas financieros y de deuda soberana. Aunque ni siquiera fija una fecha para esa medida.

Demasiado tarde, demasiado lento, demasiado poco: esa es casi la divisa de la gestión europea de la crisis y puede aplicarse a ese esperado fondo de estabilización y a muchas de las demás propuestas. A la vista del incipiente fracaso del denominado Pacto Fiscal, Van Rompuy se sacó de la manga en junio una vuelta de tuerca adicional: el Consejo pretende que los socios del euro firmen contratos bilaterales con Bruselas para obligarles a seguir con las reformas. A cambio del habitual palo, algo de zanahoria: un mecanismo central de estabilización con el que “los contratos podrían ser respaldados con apoyo financiero limitado, flexible y bien orientado”. El objetivo es compensar a los países que acometan las indispensables reformas a la vista de que, por ahora, no hay forma de ver cómo la austeridad, tan difícil de imponer por los Gobiernos, pueden conciliarse con el mantenimiento a largo plazo de un nivel aceptable de Estado social y con la vuelta al crecimiento.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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