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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Lejos de la realidad

Pocas veces se han presentado unos Presupuestos tan confusos y mal estructurados

Desde 1976, los Presupuestos del Estado han sido discutibles en muchos casos, engañosos en varias ocasiones y a veces totalmente irrelevantes como instrumentos de política económica. Pero pocas veces han sido tan confusos y mal estructurados como los de 2013, hasta el punto de que probablemente se conviertan en un factor de descrédito, uno más, para la gestión económica del Gobierno. En un primer análisis, están cuadrados con la exigencia primordial de respetar los intereses de la deuda (aumentarán en 10.000 millones entre 2012 y 2013, a pesar de la dedicación exclusiva del Gobierno a “garantizar la estabilidad presupuestaria”) y salvar los gastos sociales imprescindibles (pensiones sobre todo), mientras que el resto de las partidas se anota de manera arbitraria, bien suponiendo recortes que difícilmente llegarán a conseguirse o bien apuntando ingresos que nunca llegarán. El presupuesto de 2013 tiene dos déficits: el estrictamente financiero, que establece la diferencia entre ingresos y gastos, y uno muy elevado de credibilidad ante los ciudadanos, ante los inversores y ante el núcleo de decisión económica de la Comisión Europea.

 El punto de partida de las cuentas públicas renuncia a relacionar la política económica con el mundo real. Supone que en 2013 la economía sufrirá “una leve recesión” (-0,5% del PIB). Los fundamentos de tal pronóstico son inciertos, porque la recuperación del crédito es muy dudosa a corto plazo, la demanda se hunde de forma constante y las empresas no encuentran mercados. La industria y el sector servicios se sostienen con tirones estacionales, cada vez más escasos, del consumo. Casi todos los gabinetes de estudios apuestan por una contracción económica del 1% o superior. Y el paro ha desbordado las peores previsiones para convertirse en un problema económico y en causa de pauperización social. Asegura el cuadro macroeconómico del Gobierno que el empleo caerá, como media, el 0,2% en 2013 y que la tasa de paro experimentará “una leve recuperación”, desde el 24,6% este año al 24,3% el próximo. Pero se da la circunstancia de que este cálculo es incompatible con la previsión de crecimiento, porque con una contracción de la actividad del 0,5% es improbable una disminución del desempleo. Una moderación del paro como la propuesta solo sería coherente con un crecimiento económico mínimo en torno al 1,3%.

A partir de esa incoherencia, la credibilidad de las partidas de gastos y de ingresos queda notablemente disminuida. El presupuesto de ingresos está notablemente sobredimensionado a la vista de las perspectivas de crecimiento, demanda y empleo, y los recortes en educación, sanidad y cultura serán más dañinos que efectivos. Las cuentas públicas reflejan ese rasgo característico de esfuerzo inútil que caracteriza la gestión económica del Gobierno de Rajoy. Después de un sinfín de recortes, tras dos subidas de impuestos, resulta que la necesidad de financiación de la economía española en el segundo trimestre de 2012 está en peor situación que en el segundo trimestre de 2011. Y el objetivo de déficit para este año no se va a cumplir.

El presupuesto para 2013 revela la ausencia de una estrategia definida en el equipo económico. Su significado como compromiso de política económica es nulo. Y, por tanto, debería ser revisado y, si es posible, sustituido en el trámite parlamentario por otro más realista.

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