Draghi: “El BCE no está para resolver los problemas financieros de los Estados”
El presidente del BCE asegura que están "muy abiertos y no tienen tabúes" a la hora de actuar Su papel, insiste, es el de asegurar la estabilidad de los precios y del sistema financiero Dice que los contribuyentes españoles "ya han pagado mucho" para sanear la banca Ahora los acreedores, defiende el responsable del BCE, deben asumir pérdidas
Ni el rescate de su banca ni los recortes alivian la presión de los mercados sobre España. Y el Gobierno urge a una intervención del Banco Central Europeo (BCE). Los reproches hacia el organismo, que se niega a mover ficha, son constantes desde el Ejecutivo de Mariano Rajoy. El viernes, el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, llegó a acusar al BCE “de no hacer nada”, ayer reclamó que “contrarreste” a los especuladores. En una entrevista con Le Monde, su presidente, Mario Draghi, defiende el papel del organismo y asegura que hacen lo que tienen que hacer, “con una actitud abierta y sin tabúes”.
Pregunta. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha revisado a la baja sus previsiones de crecimiento en el mundo entero por culpa de Europa. ¿Corremos el riesgo de entrar en recesión?
Respuesta. No. Es verdad que, desde principios de este año, los riesgos de deterioro de la economía que nos temíamos, en parte, se han materializado. La situación ha ido empeorando paulatinamente, pero no hasta el punto de arrastrar a todo el conjunto de países de la unión monetaria hasta una recesión. Todavía prevemos una mejora muy progresiva de la situación para finales de este año o principios del siguiente.
P. ¿Gracias al BCE?
R. Las bajadas de tipos de interés de finales de 2011 y de julio deberían surtir efecto, así como las operaciones de préstamos a tres años a los bancos llevadas a cabo para afrontar el riesgo de una restricción del crédito.
P. ¿No debería el BCE hacer más para apaciguar la economía, tal y como solicita el FMI?
R. Nosotros mostramos una actitud muy abierta y no tenemos tabúes. Decidimos reducir los tipos de interés por debajo del 1% porque preveíamos que la inflación iba a situarse cerca o por debajo del 2% a principios del 2013. Pero ahora es probable que empiece a disminuir a finales de 2012. Nuestra obligación es mantener la estabilidad de precios para evitar una inflación demasiado elevada, pero también una bajada generalizada y mundial de los precios. Si constatamos dichos riesgos de deflación, actuaremos.
P. El Consejo Europeo del 28 y 29 de junio fue acogido con satisfacción por los mercados, pero posteriormente han expresado ciertas dudas…
R. La cumbre fue un éxito. En mi opinión, se lanzó por primera vez un mensaje claro: salir de la crisis con más Europa. Se puso en práctica una hoja de ruta para crear una unión de cuatro tipos: financiera, fiscal, económica y política; con herramientas concretas: una unión financiera, un supervisor bancario y fondos de rescate capaces de recapitalizar los bancos una vez que dicha supervisión esté en marcha; y se fijó un calendario.
P. ¿No es necesario ocuparse de cuestiones urgentes?
R. En 1988, el comité Delors había sentado las bases para una unión monetaria con un objetivo, un calendario y unos compromisos que debían ser respetados. Esta perspectiva dio lugar al Tratado de Maastricht de 1992. En esa época, los tipos de interés sobre los préstamos de Italia estaban muy altos. Pero se redujeron bruscamente, incluso antes de que disminuyera el déficit, que estaba a un 11% del PIB, cuando Italia se sumó al proyecto de la unión monetaria. Me lleva a pensar que, si los países contraen objetivos firmes, aunque sean a largo plazo, produce efectos a corto plazo.
P. Se acusa al BCE de no hacer más cosas por los Estados. ¿Espera el BCE que los Gobiernos hagan esfuerzos antes de actuar?
R. Esa idea de un regateo entre los Estados y el BCE es un quid pro quo. Nuestro mandato no es resolver los problemas financieros de los Estados, sino garantizar la estabilidad de precios y contribuir al equilibrio del sistema financiero de forma totalmente independiente.
P. ¿El euro sigue en peligro?
R. No, en absoluto. Hay analistas que se imaginan que la zona euro va a explotar, pero eso indica un desconocimiento del capital político que nuestros dirigentes han invertido en esta unión y del apoyo de los europeos. ¡El euro es irreversible!
P. Los jefes de Gobierno quieren otorgarle al BCE un papel central en la supervisión de los bancos. ¿Está a favor de eso?
R. La Comisión Europea se encarga de preparar propuestas consultándolas con el BCE y el Parlamento Europeo. Que el banco central intervenga en el control de los bancos ha resultado eficaz a nivel nacional, sobre todo en Francia y en Italia. Si ese papel recayera sobre el BCE, este trabajaría con los supervisores nacionales, cuya experiencia y capacidad son considerables.
P. ¿No teme usted un conflicto de intereses entre la política monetaria y de supervisión?
R. Hay que separar la política monetaria y el control bancario para que la segunda no contamine a la primera. Se puede construir una estructura independiente que, al mismo tiempo, se alimente de la información facilitada por la supervisión.
P. ¿Eso habría permitido impedir la crisis bancaria de España?
R. Es preferible un sistema centralizado para tener en cuenta el elevado grado de integración financiera de una unión monetaria. En cuanto a España, el BCE avisó al país en varias ocasiones de la desviación entre el déficit por cuenta corriente y el crecimiento excesivo del crédito. Pero en una unión monetaria, la lucha contra las burbujas inmobiliarias depende de las políticas nacionales macroprudenciales.
P. ¿Bastará el plan de ayuda a España recién aprobado para impedir que el país naufrague?
R. Un elemento importante estará vinculado con la colaboración por parte de los acreedores principales de los bancos, ya que debe ser posible su implicación en caso de liquidación de un banco. Hay que proteger a los ahorradores, pero los acreedores deberían participar en la solución de la crisis para así limitar la participación de los contribuyentes, que ya han pagado mucho.
P. ¿Qué opina del pacto de crecimiento del presidente francés, François Hollande?
R. Será una ayuda, pero hay que ir más allá. Cada país debe poner también de su parte.
P. ¿Piensa en reformas estructurales más que en una recuperación keynesiana?
R. Sí, aunque demasiadas veces nos centramos en la reforma del mercado laboral, que no se traduce siempre en una mejora de la competitividad, ya que hay empresas que se aprovechan de monopolios o de dominios de posición. También hay que tener en cuenta los mercados de productos y servicios y liberalizarlos cuando resulte necesario. Políticamente son decisiones que cuesta tomar.
P. Usted es uno de los hombres más influyentes de Europa, pero su cargo no es electo. ¿No supone eso un problema?
R. Soy consciente de la importancia de la rendición de cuentas. Alrededor de 10 veces al año comparezco ante el Parlamento Europeo, y mantenemos una comunicación muy intensa. Estamos dispuestos a hacer más cosas si nuestros poderes se ven reforzados. En las condiciones extraordinarias que estamos viviendo, es necesario ver que el BCE se posiciona en cuestiones que no pueden resolverse por la vía de la política monetaria, como los déficits públicos elevados, la falta de competitividad o los desequilibrios insostenibles, porque la estabilidad financiera puede correr un riesgo. La preservación del euro forma parte de nuestro mandato.
P. ¿La salida de Grecia de la zona euro sigue sobre la mesa?
R. Nuestra preferencia inequívoca es que Grecia siga dentro de la zona euro. Pero eso está en manos del Gobierno griego.
© Le Monde.
Traducción de News Clips
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