La muerte de un cuento de hadas
Muchos admiten que la confianza era un mito, aunque hay pocas perspectivas de cambio
Este fue el mes en que el hada de la confianza se murió.
Durante los últimos dos años, la mayoría de los responsables políticos de Europa y muchos políticos y expertos en Estados Unidos han sido esclavos de una doctrina económica destructiva. De acuerdo con esta teoría, los Gobiernos deben responder a una economía muy deprimida no de la forma en que los libros de texto dicen (gastando más para compensar la caída de la demanda privada), sino con la austeridad presupuestaria, recortando el gasto en un esfuerzo por equilibrar sus presupuestos.
Los críticos advirtieron desde el principio de que la austeridad en plena depresión solo lograría que la depresión empeorara. Sin embargo, los austeriacos insistieron en que iba a suceder lo contrario. ¿Por qué? ¡Confianza! "Políticas inspiradoras de confianza política fomentarán y no obstaculizarán la recuperación económica", declaró Jean-Claude Trichet, el expresidente del Banco Central Europeo. De esta llamada se hicieron eco los republicanos en el Congreso de EE UU. O, como señalé entonces, la idea era que el hada de la confianza vendría y premiaría a los responsables políticos por su virtud presupuestaria.
Los críticos advirtieron desde el principio de que la austeridad en plena depresión solo lograría que la depresión empeorara
La buena noticia es que finalmente muchas personas influyentes están admitiendo que el hada de la confianza era un mito. La mala es que a pesar de este reconocimiento parece haber pocas perspectivas de un cambio de rumbo a corto plazo, ya sea en Europa o en Estados Unidos, donde nunca hemos abrazado plenamente la doctrina, pero donde, sin embargo, teníamos austeridad de facto en la forma de unos enormes recortes de gastos y empleo en el ámbito estatal y local.
Por tanto, acerca de esa doctrina: un llamamiento a las maravillas de la confianza es algo que [el presidente de EE UU durante la Gran Depresión de 1929] Herbert Hoover habría encontrado totalmente familiar. Y la fe en el hada de la confianza ha funcionado tan bien para la Europa moderna, como lo hizo para los EE UU de Hoover. Por toda la periferia de Europa, de España a Letonia, las políticas de austeridad han producido derrumbes y desempleo a nivel de depresión, y no se ve al hada de la confianza por ningún lado, ni siquiera en Reino Unido, donde el giro a la austeridad de hace dos años fue recibido con grandes alabanzas por las élites políticas de ambos lados del Atlántico.
Nada de esto debería ser una novedad, ya que el fracaso de las políticas de austeridad para cumplir sus promesas ha sido evidente. Sin embargo, los líderes europeos han perdido años en la negación, insistiendo en que sus políticas comenzarían a funcionar en cualquier momento y celebrando supuestos triunfos con la más débil de las pruebas. Cabe destacar que el largo sufrimiento (literalmente) de Irlanda ha sido aclamado como una historia de éxito no una sino dos veces, a principios de 2010 y de nuevo en el otoño de 2011. Cada vez, el supuesto éxito resultó ser un espejismo: tras tres años con su programa de austeridad, Irlanda aún no ha mostrado ninguna señal de recuperación real de una recesión que ha llevado la tasa de desempleo a casi el 15%.
Al hundir la economía y dañar los ingresos a largo plazo, la austeridad probablemente hace que la perspectiva de la deuda empeore en vez de mejorar
Sin embargo, algo ha cambiado en las últimas semanas. Varios acontecimientos (la caída del Gobierno holandés por las medidas de austeridad propuestas, la fortaleza del vagamente antiausteridad Hollande en la primera ronda de las elecciones presidenciales de Francia y un informe económico que demuestra que Reino Unido evoluciona peor ahora que en la década de 1930) parece que por fin han roto el muro de la negación. De repente, todo el mundo está admitiendo que la austeridad no está funcionando.
La pregunta ahora es qué van a hacer al respecto. Y la respuesta, me temo, es: no mucho.
Por una cosa: mientras que los maníacos de la austeridad parecen haber renunciado a la esperanza, no han superado el miedo. Miedo a dejar de decir que si no recortamos el gasto, incluso en una economía deprimida, nos vamos a convertir en Grecia, con los costes de financiación por las nubes.
Ahora, la teoría de que solo la austeridad puede tranquilizar a los mercados de deuda pública ha demostrado ser casi tan mala como las reclamaciones de que el hada de la confianza traerá prosperidad. Han pasado casi tres años desde que The Wall Street Journal advirtió sin aliento que el ataque de los vigilantes de los bonos de deuda de Estados Unidos había comenzado, y no solo los intereses siguen siendo bajos, sino que en realidad han disminuido a la mitad. Japón se ha enfrentado a advertencias sobre su deuda durante más de una década y esta misma semana podía pedir prestado a largo plazo a una tasa de interés inferior al 1%.
Y los analistas serios sostienen ahora que la austeridad presupuestaria en una economía deprimida, probablemente, se derrota a sí misma: al hundir la economía y dañar los ingresos a largo plazo, la austeridad probablemente hace que la perspectiva de la deuda empeore en vez de mejorar.
Pero mientras que el hada de la confianza parece estar enterrada y bien enterrada, los cuentos de miedo sobre el déficit siguen siendo populares. De hecho, los defensores de las políticas británicas rechazan cualquier petición de un replanteamiento de estas políticas, a pesar de su evidente fracaso para dar resultados, sobre la base de que cualquier relajación de la austeridad podría provocar que los costes de endeudamiento se disparasen.
Así que ahora estamos viviendo en un mundo de políticas económicas zombis, políticas que deberían haber sido eliminadas ante la evidencia de que la totalidad de sus premisas son erróneas, pero que aun así se mantienen arrastrando los pies. Y es tarea de cada uno adivinar cuándo va a terminar este reino del error.
Paul Krugman es profesor de Economía en Princeton y premio Nobel 2008.
© 2012 New York Times Service
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