Caza al expoliador de nidos
El colectivo ecologista Axena vigila los montes de O Barbanza para evitar robos en los lugares de cría de rapaces protegidas, como el azor o el gavilán
El método es demasiado arriesgado para que quien lo use sea un simple aficionado. Unas cuantas cuñas de hierro clavados en el tronco de una acacia son suficientes para que el alimañero, el expoliador de nidos, trepe por el árbol y robe los huevos o los polluelos recién nacidos, destinados a la venta en el mercado negro. El halcón peregrino, un ave en peligro de extinción, el azor y el gavilán son algunas de las especies más amenazadas por esta práctica, a la que le ha salido un enemigo muy combativo en O Barbanza: Axena, una asociación de estudiantes y amantes de la ornitología que vigila los montes y los nidos de las aves rapaces para salvarlas del robo. En los últimos tres años han localizado unos 15 lugares de cría a lo largo de toda la comarca, que custodian en época de reproducción con la ayuda de agentes del Seprona. Estas Navidades cuatro miembros de Axena arrancarán las barras clavadas en los árboles con el fin de complicarles la vida a los alimañeros, que ni siquiera retiran los hierros después de consumar el robo: los dejan en el árbol, listos para la próxima campaña.
Los alimañeros actúan cada año más temprano debido a la competencia
"Los nidos de halcón peregrino son expoliados año tras año, y cada vez más temprano, lo que revela cierta competencia entre los alimañeros", explica Javier Iglesias, uno de los cuatro representantes de Axena en el Barbanza. Para llegar los primeros, muchos expoliadores de nidos ni siquiera esperan a que el pollito rompa el cascarón, aun a sabiendas de que tendrán que colocar los huevos en una incubadora artificial y de que la crianza de las aves entraña más riesgos con este sistema. El descubrimiento del expolio suele seguir una pauta común, sea cual sea la especie afectada. "Salimos al monte a vigilar los nidos conocidos y observamos que los pollos han desaparecido, y no porque se los haya comido un animal. En algunos casos hay restos de cuerdas usadas para descolgarse por el acantilado, o hierros en los árboles. Son nidos conocidos por todo el mundo", precisa el ecologista.
Los hábitos reproductivos de azores, gavilanes y halcones le facilitan mucho el trabajo a los expoliadores. El halcón peregrino busca repisas de acantilados o paredes de canteras, y lugares como esos no hay tantos en la comarca; una vez que encuentra el lugar indicado, el halcón vuelve año tras año a poner sus huevos en el mismo nido. También suele repetir el azor, que cría en árboles altos, y el gavilán, que lo hace en bosques tupidos de pinos y acacias, muy vulnerables a los incendios del verano, que es la época del año en la se reproduce esta ave. "La gente que expolia los nidos puede llevar 15 o 20 años dedicándose a esto. Tienen mucha experiencia y conocen las rutinas del animal", expone.
En noviembre, el colectivo ecologista del que Iglesias forma parte organizó una conferencia en Ribeira, abierta a todos los vecinos preocupados por las consecuencias del expolio. En ella, Iglesias y sus compañeros detallaron las técnicas más o menos rudimentarias de las que echan mano los alimañeros para hacerse con su botín. La más innovadora consiste en construir un retel, un pequeño saco de red enganchado a un mango largo, parecido a un cazamariposas, que le evita al alimañero el riesgo de deslizarse por un acantilado para robar los huevos. En abril, uno de los nidos controlados por Axena fue despojado mediante este procedimiento. "Es la primera vez que lo vemos y es muy ingenioso", admite el ecologista. La otra opción, la tradicional, consiste en descolgarse por las rocas amarrado a una cuerda o a una red de batea. La experiencia de los alimañeros, que operan con total impunidad porque difícilmente se les pilla in fraganti -el robo es rápido-, les asegura el éxito frente a los agentes del Seprona. Son cuatro en la comarca y atienden multitud de frentes. "Se ven desbordados", lamenta Iglesias.
Aves 'blanqueadas'
El alimañero actúa movido por un interés económico y el que compra sus aves robadas, no siempre. La existencia de un mercado negro de rapaces satisface tanto a los que viven de ellas -por ejemplo, los profesionales cetreros- como a aficionados encaprichados con la belleza y elegancia de estos animales. "Hay gente que cree que puede tener estas aves en casa como si fuesen una gallina o un periquito. No tienen posibilidad de sobrevivir más de dos años", asegura Iglesias, que insiste en que estas prácticas comprometen el futuro de las poblaciones amenazadas de O Barbanza.
Pero más allá de la extravagancia de compradores irresponsables, la entrada de rapaces protegidas en el mercado negro constituye un verdadero "blanqueo de aves" difícil de percibir por el Departamento de Aduanas, el organismo encargado de coordinar la expedición del CITES, un código numérico que identifica el ave. "Los criadores pueden legalizar los animales robados camuflándolos como hijos de sus parejas de rapaces", sostiene el ecologista.
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