_
_
_
_
PERDONEN QUE NO ME LEVANTE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un día señalado

Todavía hoy me estoy preguntando si el Gobierno socialista tuvo infiltrado a un gafe durante estos últimos años, a un sieso como asesor en materias esplendentes. Pues ¿a qué mente se le ocurre convocar elecciones en un día como hoy, en un 20 de noviembre, familiarmente conocido como 20-N? Desde que un consejero alumbró -a principios de la primera legislatura de Zapatero- la idea de que las ministras posaran para Vogue, nunca como ahora se había puesto tan en evidencia la presencia de un infiltrado con mal fario en La Moncloa.

Olvídense quienes crean que el día éste me produce dentera porque en el de 1975 se murió el dictador. No: esa jornada fue, pese al canguelo que sentíamos, y al asco ante tanto entubamiento y prolongación de la pesadilla, una jornada abierta a la esperanza y, sobre todo, representó el final físico de quien durante décadas encarnó el mal sueño. Pero por fin algo iba a moverse, aunque sintiéramos el abismo bajo los pies.

"Son las primeras elecciones sin que la amenaza de ETA pese sobre la libertad"

Celebrar elecciones, precisamente, un 20 de noviembre me parece un detalle de mal gusto por una razón mucho más actual y de considerable peso. Y es porque en este día -aunque en 1841- nació en Bélgica el señor Victor d'Hondt, que en vez de dedicarse a fabricar chocolate inventó el sistema electoral proporcional para la consecución de escaños que España sigue aplicando, pese a las repetidas exigencias de reforma por parte de los partidos pequeños. Gracias a la llamada ley d'Hondt, ese método sumamente mejorable, los más fuertes salen favorecidos, incluso por las papeletas en blanco, indignadas o no: no me cansaré de repetirlo, y por la abstención. Es más, los más fuertes también pueden fumigarse, apelando a la ley de proporcionalidad, a algún que otro candidato elegido -por IU, un suponer- que les moleste, apropiándose del escaño.

Díganmelo ustedes. Dejando la muerte tardía de Franco aparte, centrándonos únicamente en monsieur d'Hondt y sus periclitados hallazgos, ¿hay o no que ser aguafiestas, o sádico, para seleccionar este día? ¿O tonto?

La impresión que hoy tengo -y la vengo teniendo desde que supimos para cuándo se determinaba la convocatoria electoral- es que el día de hoy es un día que ha bebido aceite, que decimos en Cataluña. Como si estuviéramos pisando mierda durante muchos meses, y en esta jornada nos dispusiéramos a culminar la gran cagada. Dejando aparte que la voluntad popular es sagrada y que el cabreo que nos invade resulta monumental, hoy es el típico día en que no saldría de la cama. Pero como voy a ir a votar, saldré: envuelta en mi más punzante traje de erizo y con un cactus por bolso. Votaré para que haya un cambio, pero no a peor, como al parecer la mayoría, muy santamente -Rouco está con ellos-, quiere. Pero no se me acerque nadie, que pincho. Pues nunca me gustaron los cambios a peor.

También tengo la impresión de que hay que dejar esta fecha atrás lo antes posible y, ocurra lo que ocurra, pechar con el inminente futuro sin resignación y con rabia medida. Pues gane quien gane, van a seguir pintando bastos en la economía -pintan en toda Europa-, y doblar la esquina de esta jornada, con las trifulcas que seguirán, los reproches y las estúpidas euforias, nos va a costar mucho más a nosotros que a los derrotados y a los vencedores. Atravesar el largo invierno de nuestro descontento va a requerir redaños, cabeza y corazón.

Pese a los retrocesos, y con todos los descalabros, las caídas, las decepciones; pase lo que pase esta noche, cuando ante el televisor adivinemos el devenir inmediato de nuestra historia, no nos arruguemos. Pese a las muchas palabras vanas que escucharemos y a las promesas imposibles de cumplir que se nos harán... Pese a todo eso: mañana será día 21. Mañana se cumplirán 11 años del asesinato de Ernest Lluch.

Aunque ahora parezca que no nos importa, que hemos dejado atrás el terrorismo con un encogimiento de hombros, éstas son las primeras elecciones que efectuamos sin que la amenaza de ETA pese sobre la libertad.

Todo tiene un final, cuando se trabaja bien y se mantienen el rigor y la esperanza.

www.marujatorres.com

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_