A sus órdenes
Al final, lo que ocurre en la vida no es muy diferente de lo que ocurre en el patio del colegio, en el de la cárcel o en las calles del barrio. Los dos chavales de la foto dirigen un país con las mismas técnicas con las que el matón del módulo carcelario controla el tráfico de aspirinas. Se nota a la legua que el que manda es el de la derecha, mientras que el de la izquierda es ese chico fuerte con los débiles (aunque débil con los fuertes), ideal para ejecutar los trabajos sucios o para ejecutar a secas. En una reciente entrevista televisiva, este segundo dijo, refiriéndose a sí mismo y a Putin, que estaban obligados a cubrirse el uno al otro porque eran gente normal. Con eso ya está todo dicho de la gente normal. Si alguien no ha entendido la situación del universo, gramaticalizada en la postura de estos dos compinches que vienen del polideportivo, piensen en Zapatero, por ejemplo, que nunca fue un perdonavidas de patio de colegio. Al contrario, fue más bien ese sujeto tímido que un día se planta ante el matón. Por eso permaneció sentado al paso de la bandera americana o retiró las tropas de Irak al día siguiente de ganar las elecciones. Estos tímidos caen en gracia a veces a los que controlan el negocio de la protección y les dejan hacer sin romperles las piernas hasta que la recaudación baja. Entonces los llaman a capítulo, los ponen firmes y el Zapatero de turno vuelve de Washington o Nueva York diciendo digo donde dije Diego. La ventaja de Putin y Medvédev es que se les ve venir incluso cuando están sentados, como en la foto. O sea, que a sus órdenes.
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