Una lección de tenebrismo
Esta pose, que podría parecer muy elaborada, es espontánea. Se obtuvo a través de los cristales exteriores de un edificio, aprovechando unos momentos de descanso de Angela Merkel entre reunión y reunión. Compensa de las ocasiones en las que el fotógrafo ha de trabajar siete horas para obtener un producto de apariencia casual. Si se fijan, tiene algo de esas pinturas clásicas en la que la técnica del claroscuro resalta unos objetos y difumina otros. El objeto pictórico que destaca, como en gran parte de la tradición tenebrista, es el personaje, tocado por una suerte de dramatismo y cansancio, quizá un cansancio dramático o viceversa. Las manos, una refugiada en el bolsillo, la otra colgando con languidez, indican agotamiento, extenuación, impotencia, igual que el rostro, por cierto, pero en éste se aprecia al mismo tiempo una expresión de indocilidad (el flequillo desordenado, la mirada áspera, calculadora, el cuerpo retador). Un claroscuro, en definitivas cuentas, repleto de ambigüedades psicológicas. A modo de tránsito entre la negrura del fondo y la luminosidad del primer plano, hallamos la zona de penumbra, también clásica en este tipo de composiciones, en la que el bolso de batalla y el cuaderno componen un bodegón, quizá una naturaleza muerta donde echamos de menos una mosca. Entonces, al pensar en la mosca ausente, comprendemos de súbito qué es lo que nos impresionó de esta foto: que en ella se revela el verdadero carácter de jefa de personal de Europa de la canciller alemana. Por si fuera poco, parece a punto de hacernos un ERE.
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