La niña de Luxor
Sobre las ruinas de la ciudad de Tebas se levanta Luxor, "la ciudad de las cien puertas", como la describía Homero. Hace 15 años, en estas tierras al Oriente del Nilo, una niña se disfrazaba con telas de coloridos estampados para deleite de uno de los zapateros más importantes del mundo, Christian Louboutin. La joven que les pedía a las señoras que trabajaban en su casa que cosieran los vestidos que salían de su imaginación es Elisa Sednaoui (Italia, 1987), ahijada del diseñador de las suelas rojas, última musa de Karl Lagerfeld.
"No soy una modelo que luce bien un vestido. Si me buscas es porque quieres algo más", dice esta joven mitad italiana, mitad francesa, aunque de herencia egipcia por el lado paterno, en un español casi sin acentos, que cambia del francés al italiano, al inglés e incluso al árabe, cuando una palabra le falla. Su padre, un arquitecto francés, es el artífice del encuentro entre Sednaoui y Louboutin, al proyectar su casa al lado de la que tiene el diseñador en Luxor. "Mi primer trabajo como modelo fue en Roma. Tenía 13 o 14 años", explica. "Recuerdo los nervios, la falta de experiencia. No sabía qué hacía, no tenía control sobre mi cuerpo ni mi expresión".
Su madre, Ana Morra, personaje ecléctico de la moda italiana, es la que orienta sus pasos como su representante. Por eso, antes de embarcarse hacia el nuevo mundo, terminó el colegio en Italia. Con 18 años cruzó el Atlántico por primera vez. "This is it', pensé al ver la silueta de Nueva York desde el aeropuerto. Me sentía como en casa". Pese al impacto inicial, Sednaoui combinó Nueva York con Barcelona, donde visitaba fugazmente a un novio. "La sociedad europea puede llegar a ser muy conservadora y limita los sueños de los jóvenes. Estados Unidos me ayudó a alcanzar esa realidad mágica que solo uno mismo es capaz de crear".
En esa dimensión por la que deambula Sednaoui, de 23 años, conviven directores de cine, diseñadores de moda, cantantes, productores musicales y fotógrafos. Y todos han llegado allí hipnotizados por su mirada intensa, su profunda voz y su sólida convicción de que "el único enemigo del hombre es el miedo". El diseñador Karl Lagerfeld supo detectar rápido esta valentía y la adoptó como parte de su grupo hace un año y medio. "Desde que le conocí me sentí bien. Me miró, me dijo que quería trabajar conmigo y desde entonces colaboro con Chanel", explica. "Karl es muy rock and roll, pero con una elegancia y una manera de entender el arte que forma parte de mi filosofía de trabajo".
La misma que comparte con Diane von Furstenberg o Giorgio Armani. "Siempre supe que ser modelo no iba a ser suficiente para mí. Tengo demasiada opinión y ganas de hacer cosas", comenta con seguridad, pero sin falsa modestia. Tal vez por eso, cuando recuerda su primera prueba para una película en París, lo hace entre la osadía del que no tiene nada que perder y el miedo de una joven de 18 años a la que ofrecen ser la sustituta de Asia Argento. Eastern drift, de Sharunas Bartas, fue el primer filme de una carrera cinematográfica de cartelera independiente en la que destacan proyectos de reciente factura como The legend of Kaspar Hauser -una versión del original y sesudo filme de Werner Herzog-, en la que comparte guión con Vicent Gallo.
Lo último que ocupa su tiempo es un documental que ha rodado sobre sus vecinos, los campesinos de Luxor; una comunidad olvidada que nunca sale en las noticias. El cine es su prioridad, aunque es incapaz de evitar que se le escapen otros proyectos. Grabar un disco solidario con actrices francesas. Practicar la fotografía. Ser parte de un jurado cinematográfico. Incluso ayudar a la conservación del tigre en India. "Creo firmemente en Dios, no me queda otra con todas las cosas que me han pasado en la vida". Antes de empezar la sesión de fotos remata: "Cada vez que damos, solo pensamos en lo que vamos a perder. Yo me quedo con lo que recibo. Existe una justicia. Todo vuelve".
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