_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Brangulí, Bonells y la Barcelona nazi

Mercè Ibarz

Las fotos de Brangulí que se muestran en el CCCB han despertado el interés que merece este fotógrafo de primera en tiempos fieramente interesantes, desde la Semana Trágica hasta la entrada de las tropas franquistas en Barcelona y su correlato hasta 1945. Todas son evocadoras, por su calidad formal y su firme condición de recuerdo para las generaciones que vivieron aquellos años y las posteriores. Pero hay unas que, prácticamente borradas de la memoria colectiva, no deberían pasar desapercibidas. Son fotos que testimonian la huella nazi en Barcelona.

Mientras las veía y las remiro en el catálogo, pienso en Jordi Bonells, uno de los mejores escritores que ha dado la ciudad y que, por su condición nómada, también entre lenguas (Bonells, que vive en Francia, escribe en español argentino y en francés), es un candidato a ser otro Brangulí, a quien estamos descubriendo a los 56 años de su muerte. Como él, también es un testigo de aquella Barcelona nazi. Y como Brangulí, no es un inédito: sus libros se publican, como las fotos de aquel se publicaron en su tiempo. Pero aquí seguimos haciendo como quien oye llover cuando se habla de la Barcelona nazi o, si la expresión asusta, de la presencia nazi en Barcelona.

Entran ganas de saber cuáles eran los libros expuestos en 1942 y cuál la llamada arquitectura moderna alemana

Las fotos de Brangulí en cuestión son unas pocas entre las muchas que disparó y conservan sus archivos, que suman también las de su saga, sus continuadores en la fotografía ya en vida suya. Vemos llegar al aeródromo de El Prat del Llobregat, en 1940, a Heinrich Himmler, jefe de la guardia personal de Hitler, las SS, y jefe de la policía política del III Reich, la Gestapo. Brangulí levanta acta después de la inauguración, en 1941, de la Exposición del libro alemán, en el paraninfo de la Universidad de Barcelona, un nutrido grupo de civiles, entre los que se cuentan tres mujeres, apiñados junto a una enorme esvástica que cuelga de uno de los muros universitarios. Al año siguiente, 1942, el fotógrafo se queda a las puertas engalanadas con esvásticas del palacio del parque de la Ciutadella, donde se inaugura la exposición Arquitectura moderna alemana. Vienen ganas de saber cuáles eran aquellos libros expuestos y cuál la arquitectura moderna alemana, en la que el siempre alabado arquitecto Albert Speer sin duda debía brillar en la ciudad que había levantado en 1929 el pabellón Mies van der Rohe, uno de los artistas "degenerados" según la estética nazi.

Jordi Bonells no estaba por allí, faltaban aún algunos años para que naciera, en 1951. En casi todas sus novelas, hasta la fecha, el escritor se zambulle en su infancia y adolescencia, incluso cuando no lo pretende, como en Dar la espalda (Alianza, 2009), para encontrarse frente a frente con un pasado que su ciudad no quiere considerar. Lo cuenta con lucidez y humor en Esperando a Beckett (Funambulista, 2006), un relato de sus años como hijo del chófer de la torre del 45 de la calle de Iradier, ya desaparecida, saltó por los aires para acoger a una de las patas del cinturón de ronda del lugar. El padre, un antiguo anarquista, rehace su vida como chófer de una familia alemana de la que el joven Bonells solo quiere alejarse para, con los años, aceptar que es su materia literaria profunda, esa Barcelona nazi que de alguna forma intuía. Bonells es un novelista investigador, que indaga en archivos y memorias de otros, no solo en la suya. Aunque se largue a Buenos Aires a situar a sus personajes y su enorme deseo de contar el presente, ese presente que incluye el pasado que, a su vez, incluye el futuro, no deja de encontrarse, una y otra vez, con su nazi.

Ese herr Wolfgang Just nacido el 31 de julio de 1901 en Leipzig y miembro del partido nazi desde cuatro meses después de la llegada de Hitler al poder, adhesión confirmada en marzo de 1937 y en mayo de 1941, director de la casa Hoescht en España, miembro del consejo de administración del Colegio Alemán de Barcelona y, finalmente, presidente en España de la Cámara de Comercio Alemana entre 1967 y 1973 (Dar la espalda, p. 261). ¿Es uno de los civiles presentes en la foto de Brangulí en el paraninfo de la Universidad de Barcelona? Podría ser. Si lo queremos saber, claro.

Mercè Ibarz es escritora.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_