Las historias de los lectores
Estoy en la playa. Ni me baño, ni tomo el sol, ni miro a las chicas doradas. Vaya veranito. ¡Eh, camarero! Vaya, me llaman de la mesa tres. Rafael Serneguet Navarro. Correo electrónico
Estoy cansada de ser el centro de atención, el rostro de todas las miradas, la luz que brilla en la fiesta; cosas de nacer luciérnaga. Caleidoscopio. Eskup
Toda su vida cabía en un guante, hasta que una mañana lo perdió en un taxi. @Ladicash. Clara Montagut
El sol. El agua salada. Navegar sin rumbo. Una playa cercana. La mirada de un desconocido te descubre. Te sacan del cayuco hacia otra vida. Teresa Iglesias. Correo electrónico
Un cruce de miradas bastó para darse cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. Pero él tuvo que seguir oficiando la misa. @caelete. Carlos Font
Miró a su alrededor y sonrió maliciosamente al comprobar que no había despilfarrado energía en inútiles operaciones biquini. Amparo García Nievas. Correo electrónico
No me duermo... pero sonrío, mañana no madrugo. Al fin enciendo la luz: es la hora más simple del día, la una y veintitrés, 1, 2, 3... Adriana Sánchez de Muniain. Correo electrónico
En julio cumplí mi sueño: por fin me he acostado con dos mujeres. Ojalá que no tengan que pasar tantos veranos para estar con la tercera. Ricardo Alonso. Correo electrónico
Ráfagas de crema protectora. Ella brillaba. Él resbalaba por sus nalgas. La crema se fue con el verano y así su historia de amor. Claudia Laborda. Correo electrónico.
Ese tinto de verano acabó en vomitona nocturna y alevosa. Te lo dije. Al pan pan y con gaseosa ni en sueños los caldos de mi bodega. 31416. Eskup
Ahora, cuando tengo que decidir yo dónde y cómo pasar cada verano con mi familia, ¡cómo echo de menos aquellos agostos con mis padres! José María Velasco Lázaro. Correo electrónico
Miro al horizonte. El sol surge del mar, incandescente. Aguas apaciguadas me bautizan. Un gallo canta su madrugada. ¡He vuelto a nacer! Stella Manaut. Valencia
La risa de gaviota me despertó. Estaba rodeada de focas y buitres. Mi instinto de cangrejo me hizo recoger mi sombrilla e irme al hotel. María Hermoso. Correo electrónico
Cae el telón. Oscuridad. La música de niños jugando en el patio se aleja barrida por el viento de la primera espiración. Silencio: se sueña. Martín González Jareño. Correo electrónico
Al llegar a la orilla, sus pies estaban nerviosos, deseando que empezara su primer baile con el agua bajo el vaivén de las olas. María Jesús Jiménez. Correo electrónico
El paseo por el muelle fue gratificante y alentador. El sol escondía sus últimos rayos y yo no podía ocultar mi alegría. Y le di la mano Sergio Bencomo. Correo electrónico
Amor de verano adolescente. Rescoldo olvidado por la distancia. 30 veranos después, las miradas del reencuentro prenden una llama imparable. Marcela. Correo electrónico
Ese verano tampoco iría a la playa, pero hizo castillos con las nubes y fue un náufrago en la orilla de su bañera. Carlos Díaz. Correo electrónico
¿Hay alguien allá abajo? ¿Me podría decir cómo bajar de la nube, por favor? Pere Viladot. Barcelona
Todo el año esperando el verano y ahora que llega no se me ocurre un relato para ganarme unos libros. José María Velasco Lázaro. Correo electrónico
Cuando aquella gota de agua huyendo del mar subió la montaña, descubrió todo un mundo de hombros morenos. Y de besos nuevos. Saro Díaz. Correo electrónico
Llegaste sin avisar con las primeras cerezas. A tu paso, aroma de membrillo. En la playa pregunté tu nombre y las olas respondieron: Verano. Kiko Abad. Correo electrónico
La última gota de cerveza atravesó garganta, laringe y esófago, y el último amor de verano, estómago, hígado y corazón. Carmen Gutiérrez. Correo electrónico
Luz hasta tarde, ritmo lento de mi ciudad, parques vibrantes, lecturas postergadas, alegres encuentros, color en la piel, brillo en el alma. Elsa Canedo. Correo electrónico
Notas y Julio. Canicas, cromos y balones nos hacían privilegiados. En las entrañas del barrio sobrevivía nuestra ilusión. Éramos los jefes. Luis-Martín Tello Saiz-Pardo. Correo electrónico
Y otro 24 de junio se durmió estirada bajo el sol de la playa. El frío la despertó 3 meses después. "Debería aprender a hibernar", se dijo. Josué. Correo electrónico
Salgo del mar, el sol calienta, la arena arde, me tumbo a tu lado, imperceptiblemente nuestras manos se rozan: ya sé lo que es derretirse. Jesús María Escurrín. Correo electrónico
En la terraza, junto al ordenador cerrado, reposa la Blackberry su agotada carga. Vagabundeando en el horizonte voy recargando mis pilas. Rosa María García González. Correo electrónico
Imposible condensar las sensaciones de aquel verano en 140 caracteres. Así, me zambullo en una habitación llamada memoria 406 y desaparezco. Silvia Rubio. Correo electrónico
Con un tinto en una mano y un calamar en la otra me pongo el mundo por montera. Si además estás cerca, la brisa del mar es gloria bendita. Congrete. Eskup
Ella insistía en que lo que de verdad pesaba era lo que llevaba (dentro) y no el equipaje de mano que le obligaban a facturar. @annapg3 Anna Pacheco
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