Demasiado poco, demasiado tarde
Las medidas anunciadas ayer por el Banco Central Europeo (BCE) certifican lo que parece haberse convertido en su especialidad: iniciar la subida de tipos de interés en las mismas fechas en las que la economía de la eurozona empieza a desacelerarse. Y no es que al BCE le falte información: diferentes síntomas de desaceleración industrial (ahora confirmados) ya eran públicos tanto en Estados Unidos como en Europa desde el mes de abril, cuando comenzó la subida de tipos de interés. También el hecho de que el precio del barril de petróleo se hubiera acercado a solo 16 dólares del nivel máximo que alcanzó en julio de 2008 evidenciaba que la subida del precio de las materias primas había provocado un proceso de destrucción de demanda.
Hay que elevar la capacidad del fondo de estabilidad
La prima española recuerda a la carrera de Grecia, Irlanda y Portugal
Ahora, dos subidas de tipos de interés más tarde, y con los mercados de deuda de la zona euro sumidos en una profunda crisis, el BCE decide hacer una pausa y proporcionar toda la liquidez que le demanden los bancos. Sobre la posibilidad de comprar deuda pública española o italiana, algo que los mercados esperan con ansiedad, ningún anuncio. Una vez más, demasiado poco y demasiado tarde.
Entretanto, la situación se torna más dramática. La deuda pública española cotiza ya con un diferencial de rentabilidad sobre la de Alemania que empieza a recordar peligrosamente la carrera iniciada por Grecia, Irlanda y Portugal antes de ser rescatadas. Otro tanto le pasa a la deuda pública italiana.
Y mientras las autoridades de ambos países piden comprensiblemente calma, la cotización del CDS (o seguro contra el impago) de la deuda de España e Italia está alcanzando unos niveles que no se corresponden con la calificación crediticia de ninguno de los dos. Siendo realistas, y saliendo del estado de "negación" propio de quien tiene que tranquilizar a la población, hay que reconocer que una prima de riesgo y un CDS cotizando por encima de 400 puntos básicos equivale a decir que la deuda pública española (en términos prácticos también la italiana) está siendo tratada como la deuda de las empresas con calificación de BBB. Esa es la cruda realidad y ante esto solo cabe esperar que las agencias de calificación aparezcan no tardando con un paquete lleno de sorpresas desagradables.
¿Qué hacer ante esta situación? Ya está claro que se ha terminado el plazo de las soluciones a medias. La última cumbre europea tomó medidas importantes que llegan un poco tarde. Entre ellas autorización al pre-Fondo Europeo de Estabilidad para que compre deuda en los mercados secundarios. Una medida que aún tiene que ser aprobada por gobiernos y parlamentos de los diferentes países; que tardará, por tanto, en estar operativa dos o tres meses, y que se revela a corto plazo prácticamente inútil.
Hay que elevar la capacidad del fondo de estabilidad hasta los dos o tres billones de euros (con potencia, por tanto, para comprar, aunque no tenga necesariamente que hacerlo, toda la deuda pública en circulación de los países con problemas). Y mientras esta medida se convierte en operativa, el BCE debe vender protección para la deuda de España e Italia avalándolas de esa forma y haciendo bajar el precio de sus respectivos CDS. Esto ya son medidas de pura supervivencia.
Un mes de agosto como este, pero de 1993, se ampliaron las bandas de oscilación del Sistema Monetario Europeo hasta el 15%. Italia y Reino Unido ya habían sido expulsadas de él. Todo el mundo dio al sistema por muerto, pero seis años después nacía el euro. Que no sea este mes de agosto el de la profecía que no se cumplió entonces.
Juan Ignacio Crespo es analista económico.
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