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La crisis de la deuda en EE UU

Los moderados intentan evitar la quiebra

La negociación en el Senado entre demócratas y republicanos centristas resucita la posibilidad de un acuerdo que salve 'in extremis' a EE UU de la suspensión de pagos

Antonio Caño

Un cierto optimismo se abrió ayer paso en las negociaciones para evitar in extremis la suspensión de pagos de Estados Unidos, mientras congresistas demócratas y republicanos, en coordinación con la Casa Blanca, trataban de cerrar un acuerdo que permitiría al Gobierno elevar el límite de deuda a cambio de fuertes recortes del gasto público. Aunque el acuerdo parecía anoche posible en el Senado, aún habrá que esperar a que lo refrende hoy la Cámara de Representantes, donde los miembros del Tea Party han anunciado que se opondrán.

Tanto el líder demócrata en el Senado, Harry Reid, como el republicano, Mitch McConnell, aseguraron que los contactos mantenidos entre ambos y con Barack Obama estaban a punto de fructificar y que el presidente tendrá sobre su despacho una ley para evitar el impago antes de mañana, la fecha anunciada para la declaración de quiebra. "No va a haber suspensión de pagos", garantizó McConnell.

Habrá que esperar a que hoy la Cámara de Representantes refrende el pacto
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Numerosos detalles de ese acuerdo estaban, sin embargo, pendientes de negociación anoche, y aún queda, además, el difícil trámite de la Cámara de Representantes, donde demócratas y republicanos moderados tendrán que votar juntos, contra el Tea Party y un grupo de la izquierda, para sacar adelante el texto que llegue del Senado.

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El presidente Obama se mantenía ayer alerta y sin hacer declaraciones a la espera de acontecimientos, aunque algunos de sus asesores advirtieron en diferentes programas de televisión que el riesgo de un fracaso no había desaparecido por completo y que aún existían algunos obstáculos en el camino del acuerdo.

El compromiso que anoche se vislumbraba se aproxima a las exigencias republicanas de que el levantamiento del límite de deuda, imprescindible para evitar la quiebra, se haga en dos etapas y sea por una cantidad idéntica al volumen de recortes públicos que se acepten. En ningún caso, al menos en una primera fase, se aplicarán subidas de impuestos a las mayores fortunas. Obama consigue a cambio que la extensión de la deuda no tenga que ser de nuevo votada en el Congreso en enero próximo, como querían los republicanos, sino que se hará de forma automática hasta comienzos de 2013, pasadas las elecciones presidenciales del año próximo.

Las reducciones del gasto serán significativamente mayores que las que proponían los demócratas: ascenderán a tres billones de dólares en diez años y afectarán a los programas sociales más necesarios para los pobres, incluida la asistencia sanitaria y las ayudas a impedidos físicos o las familias con escasos recursos.

Todo el proceso está diseñado en dos etapas. De forma inmediata se aplicarán recortes por un valor de un billón de dólares -estos, sin afectar a los programas sociales- y se extenderá el límite de deuda por una cantidad idéntica, lo que le permite al Gobierno pagar sus facturas lo que queda de año. Simultáneamente, se pone en marcha una comisión bipartidista con plenos poderes para decidir recortes suplementarios en torno a los dos billones de dólares. La cifra que finalmente decida esa comisión tendrá que ser aceptada sin enmiendas por el Congreso este mismo año y, entonces, se elevaría de nuevo la deuda de forma automática por la misma cantidad que los recortes que se fijen.

De esta manera, los republicanos consiguen imponer su principio de que la deuda, que actualmente asciende a 14,3 billones de dólares, no aumenta ni un dólar por encima de la reducción del déficit. Y Obama obtiene dinero para que la Administración siga funcionando normalmente hasta el final de su mandato.

Algunos de los detalles pendientes de negociación anoche eran, sin embargo, todavía relevantes y no se podía descartar por completo un final catastrófico. "Hay aspectos importantes que todavía no están atados", manifestó el senador demócrata Chuck Schumer.

Uno de esos detalles tiene que ver con el intento de los demócratas de que su idea original de reducir el déficit mediante una combinación de recortes de gastos y subidas de impuestos sea, de alguna manera, contemplada. Aunque de ninguna manera va a ser directamente incluida en el acuerdo, se puede dejar abierta la posibilidad de que la comisión bilateral posterior pueda discutir alguna forma de reforma fiscal que, aunque sea simbólicamente, elimine algunas ventajas escandalosas que hoy tienen, por ejemplo, las grandes compañías petroleras.

Otra de las dificultades anoche era la de cómo presentar el acuerdo al público. No es un asunto trivial porque de la forma en que se dé a conocer el resultado de las negociaciones puede depender en parte la interpretación que los ciudadanos hagan de ellas. Este es un momento en el que también entran en juego las vanidades personales y el futuro político de cada cual.

Esas vanidades son altísimas en el Senado, la cámara más aristocrática, y menos en la Cámara de Representantes, más popular. Pero en esta se dan otras circunstancias que obligan aún a cruzar los dedos sobre la salida de esta crisis. La Cámara es el dominio del Tea Party y el escenario donde se tiene que medir la capacidad del establishment republicano de pararle los pies a ese movimiento ultraconservador. La candidata presidencial y seguidora del Tea Party Michele Bachmann dijo ayer que si la negociación en el Senado progresa, "EE UU se habrá convertido en una dictadura". Palabras así no dejan dudas sobre su intención de voto. Como ella puede haber un centenar de republicanos. Será, por tanto, imprescindible una votación bipartidista para evitar el armageddon económico que se vaticina a partir de mañana.

El líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, ayer rodeado de periodistas en Washington.
El líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, ayer rodeado de periodistas en Washington.HARRY HAMBURG (ASSOCIATED PRESS)

Los escenarios

El líder demócrata en el Senado, Harry Reid, y su homólogo republicano, Mitch McConnell, negociaban ayer, en contacto con la Casa Blanca, una salida a la crisis sobre el techo de deuda de Estados Unidos.

- En el Senado, donde los demócratas tienen mayoría, la maniobra de Reid para incorporar exigencias de los republicanos parecía anoche a punto de facilitar un acuerdo con la oposición. Sin embargo, incluso en caso de pacto bipartidista en el Senado, la crisis no quedaría automáticamente desbloqueada.

- En la Cámara de Representantes, donde los republicanos tienen mayoría, el escenario se complica por el peso que en esa rama del Congreso tiene el Tea Party, el ala radical del partido. No se puede excluir que el hipotético acuerdo sellado por el grupo republicano en el Senado, más moderado, sea rechazado por el Tea Party. Varios diputados de ese movimiento ya votaron en contra de una propuesta de su propio partido en esta materia. Así, el Tea Party podría plantear objeciones, y el líder republicano en la Cámara, John Boehner, se hallaría ante el grave dilema de buscar nuevas modificaciones al texto o romper con una parte significativa del partido.

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