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La crisis del euro

El BCE carga contra las agencias de riesgo y da un balón de oxígeno a Portugal

Trichet sube los tipos de interés oficiales al 1,5% pero aplaza aumentos adicionales hasta otoño - El Banco Central aceptará deuda lusa a pesar de la rebaja de Moody's

Claudi Pérez

Es discutible convertir la crisis del euro (económica y fiscal, aunque también política e institucional) en un conflicto entre Europa y las agencias de calificación estadounidenses. Pero eso es lo que hay: el Banco Central Europeo (BCE) se alistó ayer a la reacción furiosa de las últimas horas tanto en Bruselas como en la mayoría de los países del euro, desde Alemania hasta la ribera sur del Mediterráneo. Lanzó una doble andanada contra las agencias, que en los últimos días han devuelto el desasosiego a los mercados con la rebaja de la nota de solvencia portuguesa y un sonoro revés a los planes para que la banca pague parte de la factura en Grecia. Con esa jugada en el retrovisor, el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, cargó contra las agencias con duras acusaciones. Pero sobre todo con hechos: lanzó a Portugal un balón de oxígeno al anunciar que el Banco Central aceptará su deuda pese a la opinión de las calificadoras.

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En un movimiento muy medido, Trichet atacó por el flanco débil de las agencias. Las acusó de ser un "oligopolio no deseable" (las tres grandes, S&P, Moody's y Fitch, concentran el 90% del mercado). Aseguró que su trabajo "no es óptimo", en una velada -o no tan velada- referencia a los continuos errores de juicio, que van desde el caso Enron hasta la quiebra de Lehman Brothers o su actuación en la crisis fiscal. Y remató el rapapolvo advirtiendo de su "prociclicidad" (traducción libre: las agencias llegan tarde a los ciclos de bonanza y contribuyen a hinchar burbujas, y también llegan con retraso a las crisis profundizando la herida con sobredosis de pesimismo).

A esa diatriba en un momento de guerra abierta entre Bruselas y las agencias, el BCE añadió una maniobra estratégica: neutralizó el efecto de la reciente rebaja de Moody's a Portugal (hasta territorio de bono basura) con una medida extraordinaria, anteriormente aplicada a Grecia, que consiste en aceptar todo tipo de deuda portuguesa a pesar de la mala nota de solvencia. El BCE no admite habitualmente bonos basura a cambio de liquidez para evitar pérdidas si las cosas salen mal, pero ante las urgencias en Grecia y Portugal (y el desacuerdo europeo con la labor de las agencias) hace excepciones con la deuda de esos países para evitar que la crisis arrase sus sistemas financieros.

La tarea de los banqueros centrales en esta crisis es cualquier cosa menos sencilla: junto con la emboscada de las agencias -de la que Trichet salió con esa suerte de chaleco salvavidas para Portugal que consiguió tranquilizar los mercados- al BCE le toca lidiar con una situación económica llena de claroscuros. Veinticinco millones de parados en la eurozona, una crisis fiscal de aúpa y algún que otro país cerca de suspender pagos no impidieron al Eurobanco seguir a rajatabla el guión y anunciar una subida de tipos de interés hasta el 1,5%. Ese aumento (el segundo en lo que va de año) beneficia al norte de Europa, cuya economía se recalienta y muestra signos de alzas de precios y costes, y perjudica al sur, que combina una recuperación muy frágil con los problemas en el mercado de deuda.

El BCE trató de mantener un complicado equilibrio con la promesa de que esa subida no se repetirá hasta el otoño: Trichet afirmó que "analiza muy de cerca" la marcha de los precios, pero no citó la temida "fuerte vigilancia". En el código inventado por el banquero central francés, eso indica que no habrá subidas de tipos a corto plazo. Por dos razones: la recuperación sigue fuerte, pero a un ritmo algo menor que el registrado en el primer trimestre, por lo que las presiones sobre los precios son menores. Y dos: la inflación europea está por encima del objetivo del BCE (fue del 2,7% en junio, cuando el techo es del 2%), pero la cotización del petróleo ha dado cierto margen de maniobra al consejo del Eurobanco.

Grecia y Portugal salieron a relucir una y otra vez en la Eurotower, la sede del banco en Fráncfort. Y en todas las ocasiones Trichet se agarró a un discurso que repite en Bruselas, en Berlín, en Atenas, en Lisboa y allá donde va en sus últimos meses a cargo del BCE. "Decimos no a un impago selectivo: no a todo lo que se parezca a una suspensión de pagos", dijo en varias ocasiones.

Trichet está a favor de que la banca pague parte de la factura en Grecia, pero siempre de forma voluntaria para que eso no pueda considerarse impago. Y está a favor de la austeridad, del modelo alemán de control de precios y costes, y en lo relativo a la resolución de la crisis se muestra partidario de lo que llamó "doctrina internacional": la usada en América Latina y el sureste asiático en los años ochenta y noventa. Es decir, recortes y más recortes en el plano fiscal, y préstamos internacionales combinados con acuerdos con la banca para que asuma parte del agujero cuando no sea posible satisfacer la carga de la deuda, para volver cuanto antes a los mercados a financiarse. En un punto indeterminado de la aplicación de esa doctrina están Grecia, Irlanda y Portugal. Y en ese contexto se libra la batalla entre Europa y las agencias de riesgo.

Trichet explica los acuerdos del Consejo de Gobierno del BCE en una conferencia de prensa, ayer en Fráncfort.
Trichet explica los acuerdos del Consejo de Gobierno del BCE en una conferencia de prensa, ayer en Fráncfort.KAI PFAFFENBACH (REUTERS)

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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