Una incógnita menos
Despejada la sucesión, los socialistas deben apurar el margen para renovar su programa
El Comité Federal del Partido Socialista avaló ayer la convocatoria de primarias para decidir el sucesor de Rodríguez Zapatero como candidato en las próximas elecciones generales. Descartaba, así, la celebración de un congreso extraordinario, según había propuesto el lehendakari, Patxi López. El Comité Federal aceptó, en cambio, su iniciativa de abrir una reflexión sobre el programa, que llevará a cabo mediante una conferencia política a la vuelta del verano, además de la simple discusión de nombres propios. Sobre estos no hubo duda: el lanzamiento de la candidatura de Alfredo Pérez Rubalcaba fue unánimemente apoyada por los dirigentes socialistas. Si no surge ninguna alternativa en el plazo reglamentario de las primarias, el actual vicepresidente primero y ministro del Interior será proclamado a finales de junio.
Con este acuerdo, el Partido Socialista evita sumar un espectáculo cainita al desconcierto que produjeron en sus filas los resultados de las elecciones municipales y autonómicas. La crisis no queda cerrada del todo, pero la respuesta del Comité Federal supone un primer punto de sutura cuya eficacia dependerá fundamentalmente de los acontecimientos externos al partido. Porque la situación que atraviesa el Partido Socialista no tiene un origen interno, sino que es una respuesta a lo que ha sucedido fuera. El electorado se ha alejado de los socialistas y, aunque los resultados de las recientes elecciones no son directamente extrapolables a las generales, hay sobrados indicios de que la desafección es profunda y que no resultará fácil conjurarla.
El Comité Federal ha despejado prácticamente la incógnita de quién será el candidato socialista a la presidencia del Gobierno, y es verosímil que Alfredo Pérez Rubalcaba no tenga que enfrentarse a ningún rival en las primarias. Pero hay algunas cosas más que los socialistas tendrán que ir clarificando en el curso de las próximas semanas. Son inevitables las dudas sobre la compatibilidad entre las responsabilidades de Gobierno de Pérez Rubalcaba y su condición de candidato. Su salida comportaría una pérdida de protagonismo en la vida pública, pero su permanencia en el Ejecutivo será presentada por la oposición como un lastre para el candidato. Si estas dudas interesadas no se producen cuando quien se presenta es el presidente, no hay razón alguna para darles pábulo cuando se trata del vicepresidente.
La conferencia política prevista para septiembre dispone de un limitado margen para revisar el programa socialista, puesto que, al mismo tiempo que analiza las iniciativas que han alejado al electorado, Rodríguez Zapatero tendrá que seguir aplicándolas desde el Gobierno. La situación económica que atraviesa el país también pone límites, por otra parte, a un excesivo giro programático. Si el Partido Socialista propone ese giro para después de las elecciones, el electorado podría no entender la razón por la que no se aplica antes. De ahí que los estrechos márgenes de maniobra obliguen al candidato a una gestión muy afinada e inteligente si quiere llegar a las elecciones en buenas condiciones.
La continuidad de Rodríguez Zapatero al frente de la secretaría general y la posibilidad de agotar la legislatura dependerán de que la solución decidida por el Comité Federal añada valor, y no lo reste, a la alternativa que representa el Partido Socialista y, por descontado, a los intereses generales del país. En cualquier caso, la vía elegida aporta claridad y rapidez al proceso y añade elementos de estabilidad, algo que no sucedía con otros escenarios. El Partido Socialista tendrá que cumplir la agenda y los ritmos marcados, aun sabiendo que no controla la totalidad de los factores políticos que se pueden presentar en los próximos meses. Unos están relacionados con la situación económica y otros con la estrategia de las otras fuerzas parlamentarias, comenzando por la disposición del PP a no ceder ni un solo espacio en el camino que le conduzca directamente a La Moncloa.
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