"El cine no hace más que mirar con lupa esa marejada que es la vida"
Hacía mucho tiempo que Mel Gibson no tenía este aspecto tan impecable. Moreno, con su camisa azul bien planchada, el actor de 55 años contiene su gesticulación de loco al máximo. No es alguien sereno pero su lenguaje no verbal está lejos de esas fotos de convicto y alcohólico que circularon en la prensa. Y sus palabras están a años mil de esa rabiosa disputa personal que renovaron las acusaciones de violencia de género y racismo en los últimos meses. Aún así, el público no parece perdonar al que fue uno de los actores y directores más populares de Hollywood. Hay un nuevo estreno que promocionar, El castor, que hoy se proyecta en Cannes fuera de concurso, y su profesionalidad y la lealtad que profesa a su mejor amiga, la actriz y directora Jodie Foster, le hace aceptar una entrevista que, está claro, preferiría evitar.
Pregunta. En su primera entrevista tras los últimos escándalos dijo que no le importaría dejar la interpretación. ¿Es cierto?
Respuesta. Actuar me gusta... pero estaba enamorado de la interpretación y ahora sólo me gusta. Después de 35 años o los que sean como actor la relación es diferente. Prefiero estar detrás de la cámara y orquestar la narración. Y si actúo, que sea por el placer de hacerlo.
P. ¿Qué opina de la escasa acogida de sus últimos filmes y de los ataques personales a su comportamiento en los últimos años?
R. Pienso seguir viviendo mi vida de la misma forma que lo he hecho siempre. No pienso hablar de mi vida personal, hay mucho en juego. Lo único que diré es que no te creas nada de lo que lees y solo la mitad de lo que ves.
P. ¿Por qué El castor? ¿Un tema de amistad o de identificación con el personaje?
R. Por suerte todos tenemos amigos y tengo mucha suerte de contar con los mismos toda mi vida. Jodie además es muy inteligente, mucho más que yo. Pragmática y fuerte, algo que no me sorprende. Siempre hemos buscado un proyecto para trabajar juntos. No soy como Walter, no sufro la profunda depresión que le afecta pero de una forma u otra todos tenemos nuestros altos y bajos.
P. ¿Cuál es ese castor que le sirve de válvula de escape?
R. Baños calientes, acupuntura, masajes. Contar hasta 10, 20, 100, lo que necesites. Y seguir adelante. Como me dijo mi madre de niño, uno siempre tiene que recordar quién es. No soy bueno con la medicación así que para mí la solución es espiritual.
P. ¿Reza si tiene problemas?
R. ¿Quién no lo hace? Da igual quién seas, tu cultura, tu posición social, cuando la gente tiene problemas se vuelve espiritual. No hay ateos cuando la cuerda aprieta.
P. Su regreso a Cannes...
R. Hacía tiempo que no venía. Estuve tres o cuatro veces antes y lo recuerdo como un verdadero caos. Son muchas cosas a la vez. Y ese sentimiento de irrealidad, de acuerdo manufacturado en el que todos los implicados se dan la mano para construir un momento que realza el cine, su arte. Además el paseo cegador por la alfombra es una experiencia fuera de lo común.
P. Su próximo estreno le sitúa delante de las cámaras con How I Spent My Summer Vacation, del que también es guionista.
R. Un filme sobre una cárcel en la frontera mexicana y un gringo que acaba ahí. Lo escribí de una sentada con mis amigos Adrian Grunberg y Stacy Perskie en la cocina y los tres nos fuimos a una prisión de verdad a rodar.
P. ¿Por qué todos sus personajes son gente torturada, física o emocionalmente?
R. No se puede crecer sin dolor. El dolor es la consecuencia directa de cualquier conflicto. Y sin conflicto no hay historia. Cualquier historia que merezca la pena ser contada tiene que estar basada en el conflicto. El cine no hace más que mirar con lupa esa marejada que es la vida.
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