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Oseznos tímidos y unicornios huidizos

La fauna congelada que se esconde en esculturas y fachadas madrileñas

Patricia Gosálvez

En dos de las estatuas más famosas de Madrid los protagonistas son bestias. Los leones del Congreso y el oso que trepa al madroño se llevan todas las fotos de los turistas pero, en la sombra, viven cientos de animales congelados en piedra y metal.

Entre los favoritos del investigador Luis Miguel Aparisi, que prepara un ambicioso estudio sobre la estatuaria madrileña (tendrá 12.000 páginas) están los oseznos que se asoman tímidos tras las farolas del puente de la Reina Victoria sobre el Manzanares. "Son muy simpáticos, parece que se escondan del tráfico... pero por ello mismo pasan muy desapercibidos", dice Aparisi sobre estas esculturas de Ángel García Díaz, autor también de las figuras que decoran el Palacio de Correos. Uno de los ositos aparece en la portada de su libro Madrid en sus animales donde narra hilarantes anécdotas de animales vivos y describe algunas estatuas faunísticas. "Muy poco conocida y magnífica es la del perro que hay en el Zoo", dice. El can "más bien tipo chucho" solía estar acompañado de una oración grabada en piedra en la que rogaba a Dios que su amo fuese tan fiel como él lo era. El rezo desapareció en un traslado, pero el perro, que estuvo primero cerca de los koalas y luego donde los pandas rojos, sigue rondando por el zoológico.

En la sombra viven cientos de animales congelados de piedra y de metal
Un unicornio guarda a los muertos del cementerio británico

En el Diccionario de fauna ornamental de Madrid, editado por el Ayuntamiento, también se escogió una escultura muy poco conocida para la portada: un pequeño gato negro que vigila el cielo desde el techo de una casa en Comandante Franco. El libro lista hasta 85 especies animales (algunas fantásticas) en las calles de la ciudad. Las más repetidas son los osos y las águilas, cosas de aparecer en escudos. Sin embargo, escondidos en cornisas, ménsulas y patios, hay bichos exóticos de todo tipo. Como la famosa rana que hay que encontrar en la fachada de la Universidad de Salamanca, Madrid también tiene sus animales esquivos: desde un ratón muy gato que se esconde en una antigua confitería a una panda de pingüinos bebedores de cerveza.

Lagartos que son salamandras Casa de los lagartos

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En una pared de Chamberí toman el sol 11 salamandras. Habitan el bonito edificio del número 1 de Mejía Lequerica, proyectado en 1911 por Benito González del Valle. Es uno de los primeros ejemplos de la influencia del estilo secesionista en Madrid. Este modernismo vienés se puede ver en las bandas, como muy Klimt, esgrafiadas de la fachada amarilla y por supuesto en las propias salamandras. El mítico animal también anida en la sede del movimiento arquitectónico, que se encuentra en Viena y fue proyectado por Joseph Maria Olbrich. Según el bestiario medieval, la salamandra es una suerte de dragón que nace y vive en el fuego. Por ello era el símbolo de los bomberos quemadores de libros de la novela de Ray Bradbury Fahrenheit 451, que también llamaban Salamandra a su camión cisterna (que llevaba queroseno en vez de agua). Colocadas en una casa se suponen que las salamandras protegen contra incendios, dada su resistencia hacia el elemento. Pero de poco le sirvió a esta, porque el nombre por el que se la conoce es La Casa de los Lagartos, bichos de mal agüero para los supersticiosos. Donde sí se pueden ver lagartos es en Conde de Romanones, 14 (cerca de Tirso de Molina) donde el maestro de morteros de cal Julio Barbero ha esgrafiado toda una colección de ellos. Se esconden en un juego visual del dibujante holandés M. C. Escher en el que unas formas geométricas se van convirtiendo en reptiles a medida que uno sube la mirada.

Pingüinos cerveceros Almacenes Ripoll

Haciendo beodos equilibrios sobre la cornisa del número 3 de la calle de Fernando VI hay ocho pingüinos bebiendo cerveza con un barril bajo el brazo. El edificio lo proyectó con toques modernistas en 1924 Francisco Reynals (autor también del cine Bogart) para don Joaquín Ripoll como almacén y tienda de ropa con una decoración "sencilla pero elegante" según la memoria del proyecto. Los pingüinos llegaron después, cuando se instaló en el inmueble la cervecería Cruz Blanca y colocó sobre los pilares de la barandilla de la azotea a sus simpáticas mascotas. Allí siguen, más tocados por el abandono y el olvido que por la ingesta de cerveza.

El dragón y el oso que escupían Museo de los orígenes

Secos y desubicados dormitan en el patio del Museo de los Orígenes (San Andrés, 2) el oso y el dragón de la Cibeles. En origen, la fuente no era solo ornamental. Ventura Rodríguez previó que de un ánfora sobre la que se sentaba un niño brotase agua potable, pero nunca se construyó y hubo que esperar 13 años para que la Cibeles fuese algo más que un bonito abrevadero.

En 1794, por demanda popular, se colocaron en el borde las dos figuras heráldicas madrileñas, el oso y el dragón, de cuyas bocas salía agua. En el caño del oso llenaban sus barriles los 50 aguadores que tenía asignados la diosa, al dragón se podía acercar cualquiera. Las esculpió Alfonso Giraldo Bergaz y dieron servicio hasta 1862 cuando se prohibió el uso público de la fuente.

Al oso lo exiliaron a la casa de las fieras del parque del Retiro, donde convivió un tiempo con sus semejantes de carne y hueso. Al dragón lo sentaron en un patio de la Casa Cisneros. Tras dar vueltas por Madrid finalmente encontraron su sitio en el museo que fue Casa de San Isidro.

Mickey castizo Museo del Ratón Pérez

El ubicuo Mickey Mouse también existe en Madrid. Está en un conjunto escultórico del Zoo, rodeado de sus amigos de Disney. Sin embargo, el roedor más gato del mundo se llama Pérez y fue inventado en 1902 por un cura que no está criogenizado.

El padre Coloma era el consejero espiritual de la Corona y entre sus tareas estaba consolar al niño rey Alfonso XIII. Cuando este perdió un diente de leche, el padre Coloma le escribió el famoso cuento sobre un ratón que vivía en una caja de galletas en una confitería de la calle Arenal, 8... Y el resto es historia.

Un siglo después, el alcalde de Madrid Álvarez del Manzano inauguró la casa museo del roedor, cuentan que acompañado de su nieto. Tan tierna estampa se rompió cuando al niño consistorial le dieron una réplica de la escultura que hay en la galería comercial y se le cayó al suelo. La de verdad, en bronce, sigue allí dentro, en un tranquilo hall al margen del bullicio de la calle (porque ya nadie visita las galerías comerciales).

Peor lo tuvieron los ratones de aluminio diseñados por Susana Polack para una fuente del antiguo Centro de Investigaciones Biológicas (hoy Secretaría del Mar, en Velázquez, 144), un espectacular edificio, bautizado como la esquina más hermosa de Madrid antes de que las reformas la destrozasen. El genial arquitecto Miguel Fisac encargó para el patio La fuente de los ratones, como homenaje a las pequeñas víctimas del avance científico. Auténticos mártires del progreso, los ratoncillos desaparecieron del inmueble en una de las reformas.

Un unicornio escocés Cementerio británico

Desde 1854 un esquivo unicornio guarda a los muertos. Vive en el escudo que hay en la entrada del desconocido cementerio Británico de Carabanchel (Comandante Fontanes, 7), donde está enterrado el fundador del Circo Price, el del restaurante L'Hardy y la familia Loewe.

Tras años de diplomacia los protestantes consiguieron su camposanto en Madrid, donde el Gobierno les llegó a exigir que el cementerio no tuviese capilla y los entierros se celebrasen sin culto, pompa ni publicidad. El escudo se colocó dos años y varios difuntos después de inaugurarse (para ser consagrado hubo que esperar otra década). Realizado en piedra caliza blanca el escudo de armas británico es obra de Pedro S. Nicoli. Está flanqueado por un león rampante a la izquierda y por un unicornio a la derecha. El león, inglés, lleva corona; el unicornio, escocés, también, pero al cuello y con una cadena.

Obsesión por los elefantes Edificios de Grases Riera

Para referirse a un tabú los ingleses (vivos) dicen que hay "un elefante en la habitación": eso que todo el mundo ve, pero de lo que nadie habla. El arquitecto José Grases Riera sí que veía el elefante. Tanto que lo colocó en tres de sus edificios. Sus ménsulas paquidérmicas más conocidas son las del palacio La Equitativa (Sevilla, 3), cuyos ojos de piedra brillan inquietantes protegiendo el edificio vacío. También se pueden encontrar bajo los balcones del actual Consejo General del Poder Judicial (Marqués de la Ensenada, 8) y en la entrada principal de la Sociedad Nuevo Club (Cedaceros, 2). El estilo ecléctico de Grases Riera (es el tipo que proyectó la sede de la SGAE y el monumento a Alfonso XII en el Retiro) le permitió ir cambiando de estilo pero mantenerse fiel a sus elefantes. El exótico animal estaba de moda a finales del XIX y principios del XX y Grases Riera no fue el único que lo usó, aunque sin duda fue el que más lo hizo. Su coetáneo José Espelius también echó mano de los paquidermos en un edificio de viviendas de Goya, 32.

Mucho más tímidos que el Oso y el madroño de la Puerta del Sol, estos cachorros, obra de Ángel García Díaz parecen esconderse del tráfico del puente de la Reina Victoria.
Mucho más tímidos que el Oso y el madroño de la Puerta del Sol, estos cachorros, obra de Ángel García Díaz parecen esconderse del tráfico del puente de la Reina Victoria.CRISTÓBAL MANUEL

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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