Adelgazar: cadena perpetua
Adelgazar nunca ha sido fácil, pero ahora requiere un doctorado. Por si fuera poco con la dieta del doctor Dukan, el entrañable anillo gástrico y la tradicional liposucción de Semana Santa, la crisis nos regala ahora alternativas de bajo coste y embarullada fonética como mesoterapia y carboxiterapia, lipolisis a la fosfatidilcolina o por láser transcutáneo, cavitación con o sin ultrasonidos e inyecciones de bicarbonato sódico en concentraciones hipoosmolares. Es cierto que algunas de estas técnicas salen mejor de precio que la liposucción, pero suele ser a costa de salir de las clínicas y prescindir del personal médico, lo que nunca está exento de riesgos. El año pasado, 28 mujeres que se habían hecho una mesoterapia en Haro, La Rioja, contrajeron una infección que les provocó abultamientos, heridas y unos nódulos que les obligaron a tomar antibióticos durante
un año. Acabaron recibiendo unas indemnizaciones de hasta 30.000 euros, pero eso fue lo único bueno que sacaron del tratamiento adelgazante.
Este año, el Gobierno francés ha dado el campanazo en plena operación biquini al prohibir la mesoterapia y otras técnicas basadas en productos lipolíticos. Lo ha hecho tras examinar un informe de la Autoridad Sanitaria de ese país que ha detectado casos graves de infección que han requerido tratamientos antibióticos, además de hematomas, edemas, nódulos, necrosis cutánea y reacciones alérgicas. Diez pacientes llegaron a precisar cirugía para aliviar las complicaciones.
Pocos de estos métodos adelgazantes son intrínsecamente peligrosos -el peligro es su aplicación descuidada-, pero muchos sí que son intrínsecamente ineficaces. Las prisas para adelgazar son malas consejeras, y los médicos no se cansan de recomendar la solución más aburrida: hacer ejercicio y acostumbrarse a comer poco. Paciencia.
El secreto para tener una buena figura es el mismo que para gozar de una vida larga y saludable. Acelgas soporíferas, venga endivias y palitos de apio y coles y repollos, peces hervidos, dosis ridículas de carne, no más bollos ni tartas de chocolate, adiós a los huevos con panceta. No en los meses anteriores a la playa, sino durante toda la vida. La verdadera operación biquini, amigos, es una cadena perpetua.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.