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Intervención aliada en Libia

Trípoli se prepara para la defensa

Crece la presencia de la policía y de las patrullas militares en la capital

"Sirte, Sirte...". La palabra suena en Trípoli casi como un conjuro en las bocas de los contrarios al régimen de Gadafi. Como si solo con pronunciarla, las tropas del dictador sucumbieran ante los rebeldes y el camino quedara así libre para llegar hasta la capital. Las noticias de la toma de Sirte llegaron por la mañana temprano y muchos se apresuraron a señalar el momento en que las calles se llenarían de jóvenes dispuestos a derrocar al coronel. "Puede ser esta noche", decían. Pronto se supo que los rebeldes estaban solo cerca de Sirte, ciudad natal del coronel. Habrá que esperar.

Trípoli da muestras ya del agotamiento del régimen, cada vez más débil en lo militar, pero sobre todo en el apoyo social. Ya no hay tantos coches cruzando las calles con banderas verdes, el número de manifestantes en la ciudad antigua se ha reducido y el rap que utilizaba el discurso de Gadafi ("limpiaremos Libia, callejón por callejón") apenas se escucha en la plaza Verde.

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En su lugar, la ciudad parece prepararse para lo que pueda venir. La presencia policial ha aumentado y algunos carros blindados patrullan la ciudad o esperan en algunos lugares estratégicos como el puerto. En algunos edificios gubernamentales se han colocado sacos terreros como defensa. Y en otros, según se oye de una esquina a otra en barrios disidentes como Soug el Juma, los francotiradores se han apostado en las azoteas, una información que no pudo ser contrastada.

"Lo que puede ocurrir en Trípoli es terrorífico. Incluso si el régimen cae, las milicias de Gadafi pueden usar sus Kaláshnikov contra la gente. ¿Quién les va a decir a estos que ya no tienen nadie al que seguir?", señala un trabajador del régimen que se manifiesta más abierto en los últimos días. Por ahora, los milicianos siguen tranquilos en sus jaimas, colocadas en algunas plazas y check points. Son tipos con el gesto duro vestidos con uniformes desaliñados, que tienen derecho a beber un licor llamado boha y que dormitan en las tiendas bajo el sol. Se les acusa de disparar a la población por unos cientos de dinares.

La mujer del hotel

Mientras, otros dos temas copaban ayer las conversaciones: las colas para comprar gasolina y pan y la historia de Eman el Obaidi. La mujer, de 26 años, irrumpió el sábado en el hotel Rixos, donde se aloja la mayoría de la prensa internacional. En una mesa del restaurante contó a algunos periodistas cómo había sido detenida, torturada y violada por 15 hombres leales a Gadafi. Cuando los camareros y la seguridad del hotel se dieron cuenta de lo que estaba relatando, trataron de impedirlo. Hubo una trifulca que acabó con algún periodista pateado y un par de cámaras rotas. La mujer fue retenida durante unas horas y llevada luego por las autoridades a un lugar desconocido. La acusaron de estar bajo los efectos del alcohol. Luego dijeron que era una prostituta. La madre de Eman habló ayer a Al Yazira para desmentir que el Gobierno la hubiera liberado y para decir que el régimen le había ofrecido dinero para cambiar la historia. "Estoy feliz, muy orgullosa de ella", dijo la mujer.

La historia de Eman el Obaidi inflama de valor a los jóvenes. En un suburbio de la capital, un universitario llama a la venganza. "Los que le hicieron eso recibirán el castigo del pueblo. Ella ha mostrado coraje y vamos a salir por ella", dice el joven. Los más cautos piden paciencia. No quieren que todo lo que han conseguido los bombardeos lo estropee el entusiasmo. "Si salimos será para ganar", advierte un trabajador de un local comercial en Soug El Juma. Son días de mucha tensión contenida en Trípoli. Nadie se atreve aún a decir en voz alta lo que piensa del coronel Gadafi. Un viejo dicho libio resume la idea: "¿Quién le dice al león que su aliento apesta?".

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