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Reportaje:

París lo canta: Brassens nunca murió del todo

Una gran exposición evoca al trovador en el año en que hubiera cumplido 90

Hace treinta años ya que un cáncer se llevó por delante al gran maestro de la canción francesa. Y la Ciudad de la Música de París abrió ayer el baile de celebraciones en torno a Georges Brassens con una gran exposición dedicada al cantautor, que hoy tendría 90 años. Sus comisarios se han esforzado en huir de la tradicional imagen, la de un Brassens con aspecto de abuelo bonachón con su jersey de cuello alto, su pipa y su inseparable gato, y han preferido redescubrir al libertario y acercarse al hombre escondido tras su guitarra. A las fotografías, entrevistas, postales y muchos más elementos recogidos para la ocasión, la muestra aporta un tesoro inesperado: el descubrimiento de un manuscrito inédito del artista.

La muestra incluye varios manuscritos inéditos recién hallados en su casa

La exposición, ideada por la periodista Clémentine Deroudille y el dibujante y cineasta Joann Sfar -director de la película dedicada a otro gran monstruo de la canción francesa, Serge Gainsbourg, otra vida de leyenda- se abre con una inmersión en la faceta más íntima del artista, su infancia.

De entrada se ven documentos excepcionales, como fotografías del artista de pequeño, retratos familiares e imágenes de un jovencito Brassens sin bigote. El resto se articula de forma a la vez cronológica y temática, para desembocar en la consagración del artista y la proyección de un vídeo inédito de su concierto en la legendaria sala Bobino de París, allá por 1969.

Toda la muestra se acompaña del peculiar universo de Sfar, con retratos, tiras enteras de cómic que recrean la vida real e imaginaria de Brassens y la ilustración de la letra de sus canciones. El compositor Olivier Daviaud ha puesto también música a letras de canciones de un jovencito Brassens que dejó sin acabar. Pero la exposición sirve sobre todo de excusa para redescubrir los textos del autor de La mala reputación, con sus obsesiones -la muerte, las mujeres y los animales-, y sus matices.

"Las palabras masticadas se quedan sin sabor", escribe el autor en una de las páginas de ese manuscrito inédito, descubierto en el último domicilio del cantante por Deroudille cuando preparaba el evento, y en la que anotaba letras de posibles canciones y reflexiones diversas durante años. "Conmigo hay que escuchar entre notas. Las palabras cubiertas, como las mujeres vestidas, son más excitantes, decirlo todo ya no quiere decir nada".

En el manuscrito, un cuaderno A40 de espirales y de tapa negra, no muy espeso, también reflexiona sobre la revuelta de mayo del 68, sobre la que no se pronunció. "¿Cómo puede suponer que no estoy de acuerdo con los estudiantes y con los asalariados?, pero hacer demagogia y gritarlo a los cuatro vientos, no", relata. "Si me hubiera metido, ¿qué hubiera parecido?", escribe unas páginas más lejos. "Yo ahí en las barricadas, con mis dos riñones escacharrados, ni pensarlo. Un peso muerto... y además, no me gusta llamar la atención".

Fue una de las mayores figuras de la canción y el trovador francés más traducido en todo el mundo. Un éxito con el que no acababa de sentirse cómodo: "Antes de decir que soy inmortal, espérense a que esté muerto", escribía en 1970. Ahora, sus admiradores dicen que nunca ha muerto del todo.

Foto de Brassens expuesta en la Ciudad de la Música y uno de los manuscritos hallados hace poco en su casa de París.
Foto de Brassens expuesta en la Ciudad de la Música y uno de los manuscritos hallados hace poco en su casa de París.

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