Gadafi amenaza a Europa con abandonar la lucha contra Al Qaeda
Los rebeldes contraatacan para recuperar el puerto petrolero de Ras Lanuf
Los dictadores de Túnez y Egipto intentaron sofocar los alzamientos populares en sus países, pero pronto se convencieron de que toda resistencia resultaba inútil. Libia es diferente. Un par de barrios de El Cairo albergan más población que el país entero que Muamar el Gadafi ha regido despóticamente durante cuatro décadas. En su superioridad militar, en las alianzas tribales, en los mercenarios, y en las ayudas de países africanos -y algunos árabes- confía el dictador para resistir la embestida de los rebeldes y aferrarse al poder.
Sin embargo, no ignora el tirano que por mucho agasajo que recibiera en las capitales europeas hasta hace bien poco, ahora ha caído en desgracia ante el resto del mundo. Y solo le queda la brutalidad y las amenazas. "Si Libia pierde el apoyo de los países europeos, se verá obligada a retirarse de la alianza contra el terrorismo y cambiará su política hacia Al Qaeda", advirtió Gadafi a través de la agencia oficial Jana.
Gadafi riza el rizo. Porque de cumplir su palabra, el coronel se aliaría con quienes dice que ahora le combaten: Al Qaeda. En el comunicado, emitido por la mañana, antes de que se iniciara la cumbre de la Unión Europea que abordaría el expediente libio, el coronel precisaba su mensaje a Bruselas: "La alianza contra el terrorismo debe respaldar a las autoridades de Libia en su lucha contra Al Qaeda para que el país siga siendo seguro". Evidentemente, no son los partidarios de Osama Bin Laden -aunque algunos puede haber- quienes marchan en camionetas a la zona donde se ha enfangado el frente de batalla, a 350 kilómetros al suroeste de Bengasi. La lectura de tantos analistas es justo la opuesta: la continuidad en el trono de esta clase de gobernantes es el caldo de cultivo propicio para la expansión del fundamentalismo más radical. El coronel también reiteró que dejará de frenar la inmigración de africanos hacia Europa.
No solo arremete la camarilla que manejaba Libia contra el viejo continente. El desquiciamiento de uno de sus principales prebostes, Saif al Islam, hijo de Gadafi, debía ser notorio ayer cuando exclamó enrabietado en Trípoli: "¡Qué se jodan los árabes!". Sus partidarios aplaudían cuando a poca distancia los musulmanes apenas pudieron celebrar el rezo del viernes. Fueron dispersados sin contemplaciones por la policía antes de que se pudiera organizar cualquier conato de protesta.
Tampoco los soldados de Gadafi lo tienen fácil. Pese a su superioridad militar -mejor adiestramiento, muchísimo mejor armamento- les cuesta un esfuerzo enorme mantener el control de las poblaciones que conquistan. Los insurgentes son conscientes de lo obsoleto de sus armas y de que hasta la fecha suplen esa carencia con una determinación que difícilmente será suficiente si no reciben mejores pertrechos. Si la guerra se estanca y si la comunidad internacional no impone la zona de exclusión aérea, Gadafi tiene las de ganar.
Con todo, y pese a la más que segura pérdida de la ciudad de Zauiya, a unos 50 kilómetros al oeste de Trípoli, los sublevados lograron ayer regresar a Ras Lanuf para intentar expulsar a los soldados enemigos de esta ciudad petrolera en la que fue bombardeada una refinería por la aviación del sátrapa, capaz de cualquier barbaridad, a juicio del Consejo Nacional, el Gobierno de facto de los rebeldes. Ayer uno de las dos fragatas con que cuentan los insurgentes, atracadas en el puerto de Bengasi, zarpó a algunas millas de distancia para impedir un eventual ataque de las naves de Gadafi, que anteayer se sumaron a la guerra. Vigilaban para proteger a la multitud, unas 15.000 personas, que participaba en el rezo en la plaza Mahkama, donde se ubica la sede del Consejo.
Los jefes de este organismo -reconocido desde ayer como el representante de Libia por la Unión Europea- celebraron la noticia pero confían mucho menos en otros Estados de la región, a los que llaman "hermanos". Hay que escuchar las palabras de trazo grueso de algún portavoz de los rebeldes libios para constatar que su confianza en buena parte de los líderes árabes tiende a cero. Independientemente de lo que decidan en la reunión de la Liga Árabe que hoy se celebra en El Cairo. "No sean cómplices de Gadafi", se leía ayer en una pancarta en la plaza Mahkama.
El régimen, por su parte, reaccionó al reconocimiento del Consejo rebelde por parte de la UE rompiendo las relaciones con Francia, que impulsó la medida.
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