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Tribuna
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Cuando la indignación no basta

Se cocina, desde hace tiempo, una revuelta. No en un confín lejano, sino aquí mismo, España, Europa, también Cataluña. ¿O no? Motivos los hay de sobra, sin demagogia: precios, paro, mentiras, exageraciones apocalípticas, plagios, robos materiales e intelectuales, estulticia pública y privada, pretensiones, vanidades, incultura, vacío, bluf. Hay mil razones para acabar concluyendo que lo más eficaz es morirse, desaparecer, no existir. O huir. ¿Adónde?

¿Existe algún lugar en el que no te digan, con todas las de la ley: "No se ponga usted enfermo, estamos de ahorros, o sea, muérase? Aquí mismo, tras recibir este mensaje de optimismo, pasan cosas que podrían ser muy divertidas si no cristalizaran en locura y confusión: ¿Es posible que un Parlamento (el de Cataluña) bendiga las consultas (privadas, claro, no pueden ser de otra forma) sobre la independencia (en cursiva: es notorio que vivimos en un mundo más interdependiente que nunca) de este trozo de tierra? ¿Distinguen nuestros diputados la utopía de la realidad? ¿Y qué importa esta distinción si hasta Jordi Pujol se manifiesta ahora abiertamente a favor de la independencia de Cataluña?

Otras generaciones ya han pasado por vértigos e impotencias y, pese a todo, gracias a la gente normal, la humanidad avanza

Esos mismos diputados catalanes, iluminados, no se sabe si por el Dios de las cruzadas y las reconquistas, se ufanan de pertenecer al "primer Parlamento" que solicita a su Gobierno (no al de Artur Más, por Dios, sino al del inoperante Rodríguez Zapatero) una intervención militar en Libia. ¿Compete a los diputados catalanes esta ocupación? ¿Cuántos de ellos piensan ahora que Bush tenía razón con la intervención en Irak? ¿Sabrán distinguir lo árabe del islamismo? Y ¿qué me dicen de la diputada Sánchez-Camacho y la vicepresidenta de la Generalitat,Joana Ortega? Ambas manifiestan furia intempestiva contra el velo de las mujeres árabes. "Prohíbase de inmediato" han dicho, estas dos mozas de derechas, olvidando que sus abuelas llevaban, en España, velos no muy distintos. Prohibir, pedir utopías, creerse los primeros: deseos y vanidades reveladoras.

Estas tonterías no sólo quedan impunes sino que son celebradas con algaradas partidarias, tan divulgadas que parecen resumir la voluntad general. Puro ensueño mediático, autoengaño partidista. Como el que ya enfrenta en las elecciones municipales al alcalde Hereu con el héroe futbolero, Joan Laporta que debe de pensar que Barcelona es una marca comercial independentista y las elecciones una liga. Je, je. Cualesquiera que hayan sido sus errores, ante este panorama el alcalde Hereu parece más sólido que nunca. ¿Le extraña a esta casta que los ciudadanos se distancien de la política un poco más cada día?

La mala leche, con perdón, que se percibe bajo lo que queda de la buena educación de la gente, va mucho más allá de lo que el venerable escritor francés, Stéphane Hessel, aconseja a una sociedad aparentemente impasible, capaz de digerir cualquier atrocidad, arbitrariedad o indignidad en su panfleto/best seller, Indignez-vous (Destino). ¿Basta la indignación que produce la impunidad de tanto listillo universal ante la impotencia de quienes padecen sus ocurrencias, su falta de cultura, de delicadeza y de conocimiento? La indignación, por sí misma, solo lleva a la frustración: ¿es eso lo que sucede? En Internet se dice ya que hay que pasar "del cabreo a los hechos", ¿no es en la red donde se ignora la paciencia, se confunde la propaganda con la realidad y se pide acción? ¿Es esta la clase de revuelta que se prepara? ¿Es virtual el malestar, la mala leche, el enfado o la impotencia? ¿Quién lo sabe?

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Lo que constatamos es el vértigo de un tiempo que olvida que con la reducción de velocidad en las carreteras se da un golpe mortal a la industria del automóvil traducible en más paro. La confusión y el río revuelto se palpan: ahí van los pescadores, en la lista Forbes o en mafias ocultas. ¿Algún alivio? Dos impagables lecturas recentísimas: Años de vértigo. 1900-1914, de Philipp Blom, y Mein Kampf. Historia de un libro, de Antoine Vitkine (ambos en Anagrama). Otras generaciones ya han pasado por vértigos, impunidades, indignaciones e impotencias. Y, pese a todo, gracias a la gente normal, la humanidad avanza.

Margarita Rivière es periodista.

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