Preguntas con respuesta
Vítores a Haider Ackermann por sus poéticos drapeados
Con todo lo que está ocurriendo alrededor de la pasarela, no es fácil centrar la atención en lo que se ve sobre ella. Una lástima porque la semana de la moda de París está ofreciendo propuestas interesantes. Tal vez, los asistentes al desfile de Lanvin del viernes llegaran inmersos en cábalas sobre si Alber Elbaz será o no uno de los candidatos a reemplazar a John Galliano en Dior. Pero el diseñador les sacó de su juego especulativo con una poderosa colección. Tras la sobredosis de su caprichoso estilo que ha significado su colaboración con H&M, Elbaz emprendió una dirección más sobria y precisa. Tomó la senda de una belleza extraña. Hubo destellos de su breve pero fundamental paso por Yves Saint Laurent (entre 1998 y 2000). Como salidas del árbol fantasmagórico que presidía el escenario, las primeras modelos estaban tocadas por misteriosos sombreros. Una silueta rígida -construida en gazar y rematada por elementos metálicos en lugar de la habitual pedrería- conseguía ser ligera de la mano de colores brillantes, encaje y punto. Singular fue su tratamiento de las flores, que se desprendían de su romanticismo y conseguían un efecto pragmático y gráfico.
Mucho más líquido fue el acercamiento al otoño de otro de los candidatos que aparece en cualquier quiniela sobre la sucesión. Haider Ackermann despertó ayer encendidos vítores con sus poéticos drapeados en luminosos y brillantes verdes y marrones. Es meritorio que este diseñador de 40 años -nacido en Colombia, francés de adopción y educado en Amberes- se mencione como candidato a varios de los puestos que podrían quedar vacantes. Desde Dior hasta Givenchy (si Riccardo Tisci fuera elegido para reemplazar a Galliano), pasando por Yves Saint Laurent (una plaza que todo el mundo se empeña en quitarle a Stefano Pilati). Porque no cuenta con más padrino o aval que su propio (y abundante) talento.
Aunque parezca mentira, también hay quien se mantiene ajeno a todo este ajetreo. Maison Martin Margiela entregó el viernes la mejor colección desde que su hermético creador abandonara la casa. El equipo anónimo que la diseña se dejó de trucos banales y fue fiel a la esencia de la casa. Recuperó la forma en que el belga se cuestionaba las convenciones del vestir. Sobre todo, las de la estética burguesa que se destripaba con cremalleras a medio abrir que revelaban el interior del atuendo. Los guiños al minimalismo neoyorquino de los años noventa se intensificaban con la aparición de algunas modelos de esa época, como la española Madeleine Hjört, Michele Hicks o Jade Parfitt. En tiempos tan crípticos y fragmentados, las preguntas de Margiela resultan de nuevo pertinentes.
Babelia
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