La gran noche del morbo español
El enfrentamiento entre la ministra de Cultura y el presidente de la Academia marca la entrega hoy de los galardones del cine en un año crítico para la industria
Un primer vistazo al patio de butacas del Teatro Real resuelve dos dudas morbosas: fila uno, butaca dos, Javier Bardem; fila nueve, butacas dos y cuatro, la ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, y el presidente de la Academia, Alex de la Iglesia. El primero ocupará ese espacio que en los Oscar tanto le luce a Jack Nicholson, y los segundos verán codo con codo -tras su pelea soterrada de las últimas semanas- durante dos horas y cuarenta minutos una de las ceremonias más reñidas en los últimos años.
Son los Goya 2011, una entrega de galardones que servirá para que Andreu Buenafuente, presentador de la gala, saque chispa a la ley Sinde, a la dimisión del presidente De la Iglesia -en su cargo hasta que se celebren elecciones-, a la mala situación del cine español en cifras, a su buena imagen exterior, y a todo lo que se le ponga por delante.
Javier Bardem, Norman Foster y Pasqual Maragall asistirán a la gala
Ayer por la tarde el ensayo general -aún hoy por la mañana seguirán puliéndose detalles- daba a entender que como mejor podrá disfrutarse la gala será en la pequeña pantalla. Las cuatro pantallas LED movibles que cierran el fondo del escenario servirán para que el patio de butacas disfrute algo del derroche audiovisual. Habrá homenaje a Luis García Berlanga presentado por De la Iglesia, se verán cuatro montajes que recorrerán los 25 años de los premios y otros cuatro falsos tráileres reconstruirán las cuatro películas candidatas al Goya principal.
Por su parte, las entregas de premios irán articuladas en torno a diversos números: por ejemplo, en uno de ellos, el musical, cantarán entre otros Inma Cuesta, la actriz de la serie Águila roja y que tiene en las salas Primos; y el cine español sacará pecho ante los tiempos complicados que vive. Fuera del Teatro Real el público podrá ver de lejos a las estrellas porque la alfombra roja está techada casi por entero ante la previsión de lluvia. En cambio, por si no cae el chaparrón, al final se ha instalado una pantalla gigante en la terraza del teatro que da a la plaza de Oriente y la gente podrá seguir la ceremonia desde la calle.
Ayer se comentaba en los ensayos que por primera vez ha habido más voluntarios para entregar premios que presentadores necesarios: algunos han tenido que ser cortésmente rechazados. Entre quienes pisaron el escenario -más alto que ancho y delimitado por unos cortinajes plateados, que para eso se celebra el 25 cumpleaños de los premios- estaban Najwa Nimri, Quim Gutiérrez, Juan Diego (que salió justo cuando la voz en off anunciaba al presidente), Aitana Sánchez Gijón, Paco Tous, Gonzalo Suárez o Elena Anaya.
José Corbacho, sentado en la butaca de Bardem, y Buenafuente observaban las intervenciones desde primera fila. Imanol Arias aprovechó para autoconcederse el Goya a la actriz revelación "porque no tengo uno". El resto fue anunciando posibles ganadores que eran sustituidos por extras para que la retransmisión televisiva afinara sus tomas.
El puzle de "quién se siente en qué butaca" ya estaba resuelto (solo hay 1.750 sillas, un centenar menos que el Palacio de Congresos, donde se celebraba la gala hasta el año pasado) y allí estarán desde el músico argentino Gustavo Santaolalla (candidato por Biutiful) al director francés Jacques Audiard (Un profeta), el arquitecto inglés Norman Foster o el expresidente de la Generalitat Pasqual Maragall, ambos objetos de sendos documentales finalistas: ¿Cuánto pesa su edificio, señor Foster? y Bicicleta, cuchara, manzana. También será una edición marcada por el AVE Madrid-Barcelona: el cine catalán ha logrado un buen número de candidaturas en casi todas las categorías, empezando por su mascarón de proa, Pa negre, de Agustí Villaronga, con 14 nominaciones, que compite en el Goya a mejor película contra Balada triste de trompeta, de Alex de la Iglesia (15 selecciones), También la lluvia, de Iciar Bollain (13 finalistas) y Buried, de Rodrigo Cortés (10 candidaturas).
Así que por número, Balada triste de trompeta parece la rival a batir, pero si para acertar una quiniela goyista hubiera que hacer caso a las casas de apuestas online y presenciales, los cinéfilos se volverían locos. Es cierto que este año parece muy abierto a sorpresas -como en 2008, cuando ganó La soledad-, pero que Bardem por Biutiful no sea ni el primer ni el segundo favorito en algunas de ellas al cabezón al mejor actor, o que en Sportium paguen más por la actriz Nora Navas (ganadora de la Concha de Plata por Pa negre) que por cualquiera de sus rivales clama al cielo.
Las dudas se acabarán a partir de las 10 de la noche, cuando Buenafuente empiece su espectáculo y posiblemente se rompa el récord de audiencia del año pasado: 4.656.000 y un 26,4% de cuota de pantalla, con un minuto de oro a las 22.37, cuando 5.831.000 personas se reunieron delante del televisor. Morbo por los enfrentamientos, buen cine, apuestas cruzadas y Buenafuente: mejor combinación parece imposible
Babelia
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