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El problema de la calidad del aire

La nube de contaminación agrava el peor momento para los alérgicos

El polen de cupresáceas, procedente de los setos de jardines, se vuelve más agresivo en la ciudad - Los afectados sufren síntomas graves estos días

Elena G. Sevillano

La culpa es de esos arbolillos siempre verdes que proliferan en parques y jardines y que dividen las parcelas de las nuevas urbanizaciones. Se llaman Cupressus arizonica, o ciprés de Arizona, y se usan tan profusamente en Madrid y Barcelona que estas dos ciudades son siempre las que registran mayores concentraciones de polen de cupresáceas. En estado salvaje crecen en colonias pequeñas y dispersas; en las urbes se alinean por doquier en forma de setos ornamentales. Y cuando florecen, todos a la vez, los alérgicos lo notan.

Es lo que está pasando ahora. Los niveles de polen de cupresáceas están por las nubes. Las altas temperaturas de estos días facilitan que las plantas suelten mucho polen, con lo que las concentraciones se disparan. Los alérgicos saben a qué atenerse porque estos episodios ocurren cada año en algún momento entre enero y febrero, la época de mayor floración de las cupresáceas. Con lo que no contaban era con esta boina de contaminación que no se acaba de levantar del cielo de Madrid. Ya van más de diez días de tenaz anticiclón, que sumado a los humos de los tubos de escape está provocando niveles alarmantes de dióxido de nitrógeno y partículas en suspensión.

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Mala combinación. O, como dice Tomás Chivato, alergólogo y ex presidente de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología clínica (Seaic), "un cóctel explosivo". La mezcla de pólenes de plantas y de partículas de contaminación es "una mezcla muy peligrosa". Chivato explica que, si se observa al microscopio el polen de las zonas rurales, se ve limpio, como una esfera de superficie lisa.

Pero si se coge esa misma foto en la ciudad, lo que se ve es como un balón de fútbol pinchado, sucio, más oscuro por las partículas de contaminación que tiene adheridas. "El polen de ciudad es mucho más agresivo", señala. La contaminación le produce cambios estructurales. Y así, el polen también tiene más capacidad de sensibilizar, el paso previo a padecer una alergia.

Los síntomas en los ya alérgicos se acrecientan con la polución: estornudos, secreción nasal acuosa, picor de nariz. Y en los ojos, enrojecimiento, lagrimeo y picor intenso. Puede ser muy fastidioso. "Los pacientes no respiran bien y duermen mal por la noche", explica Chivato. "Así que amanecen cansados". Y son una población en crecimiento. La expansión de los cipreses de Arizona por los jardines de la periferia, más las altas temperaturas de los inviernos actuales, más "el hongo gigante de contaminación que cubre las ciudades y que es como un invernadero". Factores que "se potencian uno a otro", añade, de forma que "cada vez hay más pacientes alérgicos a las arizónicas".

La Consejería de Sanidad madrileña asegura que no se está notando ninguna actividad extra en las urgencias de los hospitales o en los centros de salud debido al episodio de contaminación. Chivato apunta a que los alérgicos no son proclives a ir a las consultas de urgencia porque generalmente saben cómo medicarse. Dentro de pocos días, los encargados de vigilar las estadísticas de consumo de productos farmacéuticos se encontrarán con una curva ascendente. "Este cóctel de polen y contaminación se verá a toro pasado por la venta de antihistamínicos", asegura.

A los alérgicos les espera algún día más de lagrimeo y pañuelo. La predicción para hoy es de nivel "alto" de polen. Algo mejor que el fin de semana, cuando fue "muy alto", es decir, de más de 361 granos de polen de cupresáceas por metro cúbico de aire. Es la última categoría en la escala de polen de la red Palinocam (red palinológica de la Comunidad de Madrid), que ofrece predicciones a tres días vista e informa a los alérgicos de los niveles del momento. El sábado pasado la media de la región fue nada menos que de 1.070 granos. En Coslada se disparó hasta 1.700; en Las Rozas, 1.450.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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