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OPINIÓN
Columna
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Ajuste en un lustro

Joaquín Estefanía

Compárese la intervención de Zapatero en el Congreso del pasado miércoles con cualquier otra. Es muy difícil hacerlo pues los énfasis y, sobre todo, el mensaje son distintos: el problema no es la crisis que nos llegó de fuera sino la falta de competitividad estructural de la economía española, que ha aflorado en toda su dimensión con la primera. Ergo, aparte de las dificultades generales hay un factor diferencial que nos caracteriza y que en estos momentos es la prioridad número uno.

Si se mira con perspectiva hay una sensación de déjà vu. Después de que Felipe González llegase a La Moncloa y aplicase un duro plan de estabilización, su ministro de Economía, Miguel Boyer, hizo unas declaraciones que no fueron comprendidas por las bases socialistas, que esperaban con impaciencia una expansión de la demanda: "Hay ajuste para una década". Y todavía más atrás: ¿qué fueron sino ajustes -es decir, mecanismos administrativos tomados al margen de los mercados para que el país recupere su nivel real de vida- el Plan de Estabilización del año 1959 y los Pactos de la Moncloa de 1978?

Desde 1996, España pierde competitividad respecto a sus socios. Ese es el factor principal de diferencia

Lo que Zapatero ha anunciado sería algo así como un cuarto hito de austeridad en la historia contemporánea de España. Desde el año 1996, con Aznar, España está perdiendo competitividad respecto a los países de nuestro entorno. Mientras nuestro país aumentaba la productividad a un ritmo anual del 0,4% con los Gobiernos del PP y un 0,6% con los del PSOE, Europa lo hacía al 1,7% y EE UU al 2,2% anual. La brecha se ha agrandado, pues, en los últimos 15 años.

Para recuperar el terreno perdido, la economía española necesitará ajustarse durante cinco años al menos. Lo que precisará del acuerdo de las grandes fuerzas políticas para que el programa de reformas se aplique con continuidad gobierne quien gobierne. Un gran compromiso histórico con dos patas: el consenso transversal para que lo asuman las comunidades autónomas y locales de todos los signos, junto al Estado central, y un contrato entre partidos diversos para lograr una austeridad compartida.

La reacción de Mariano Rajoy a las palabras de Zapatero, más allá de que se refirieran al entorno europeo, permiten un hilito coyuntural de optimismo sobre ese compromiso histórico. Veremos cuánto dura. La gran pregunta una vez que se conoce la hoja de ruta para ese ajuste de un lustro (estabilidad fiscal a largo plazo, flexibilización de las instituciones laborales, eliminación de las rigideces administrativas y unificación de las exigencias autonómicas a las empresas para que no se genere desigualdad de oportunidades, pacto energético y consolidación del Estado de bienestar) es cuándo habrá crecimiento económico y creación masiva de empleo. Si no se dan estos factores, España atravesará un largo periodo de estancamiento y la forma de la salida de la crisis será la de una "U" con una base temporal muy ancha. Casi el peor escenario.

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