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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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De 'disc jockey' a presidente

Diego A. Manrique

Échenle la culpa a la cultura de la celebridad: ante el descrédito universal de los políticos, cualquier cara conocida con un discurso populista sirve para despertar ilusiones y movilizar a una ciudadanía irritada. Sweet Micky, cantante de kompa, aspira a salvar Haití. Ya hay un dj ocupando la presidencia de Madagascar. Una isla más extensa que España, con 20 millones de habitantes. El prenda se llama Andry Rajoelina y -atención- tiene 36 años.

En los noventa, Rajoelina dominaba la noche de Antananarivo. Animaba con sus platos las discotecas de la juventud dorada de la capital. También montaba Live!, eventos multitudinarios rigurosamente segregados por precios: un recinto para el público vip, otro para la gran masa. Su máximo logro: haber traído a Boney M a Madagascar. DJ Andry no es precisamente un moderno.

Y mejor no sorprenderse. Cuando viajas a los países calientes, incluso esos que poseen infinitos tesoros culturales, descubres que sus burguesías suelen mostrarse aberrantes en gustos musicales: su idea de la modernidad pasa por asimilar los detritos del pop occidental. Recuerdo el desprecio de un alto funcionario cubano, en una sobremesa alcohólica: "Ustedes están locos. Tienen al mejor cantante del mundo y se vienen aquí, a escuchar a unos negros holgazanes. ¿No les basta con Julio Iglesias?".

Con su carita de niño bueno, Andry protagonizó una ascensión imparable. Tras su matrimonio, entró en la élite malgache. Prosperó con emisoras de radio y televisión, negocios publicitarios. Transformó su pandilla juvenil (Troup Gun's Val) en grupo político, Tanora Malagasy Vonona (Jóvenes Malgaches Preparados). TGV, además, son las iniciales francesas de Tren de Alta Velocidad.

Andry TGV inició su asalto al poder en 2007. Conquistó la alcaldía de la capital y se encontró con las arcas municipales vacías. Se enfrentó con el presidente del país, que clausuró sus emisoras. Los partidarios de Andry se manifestaron; aquello degeneró en incendios y saqueos, con docenas de muertos.

Acelerando: tras un coup d'état en marzo de 2009, Rajoelina, hijo de militar, fue aupado a presidente de un Gobierno de transición. Allí se mostró implacable: como buen dj, rechazó las "peticiones de canciones" (gestos hacía sus enemigos) que le lanzaban EE UU o la antigua potencia colonial, Francia; cuenta con el respaldo de China, interesada en los recursos madereros malgaches.

El pasado 17 de noviembre, Rajoelina convocó un plebiscito para aprobar una reforma constitucional que le permitiría legitimar su puesto en unas futuras elecciones: baja la edad mínima para aspirar a la presidencia, de 40 a 35 años. Es el líder de la muchachada: permitió que votaran jóvenes aún no inscritos en los registros. La oposición, con sus líderes en el exilio, optó por el boicoteo y Rajoelina ganó cómodamente.

Coincidiendo con el referéndum, hubo un cuartelazo dirigido por coroneles descontentos. Tímidos e ineficaces, los rebeldes ni siquiera salieron de su base y terminaron rindiéndose ante las fuerzas leales a Rajoelina. Sin embargo, no cuesta mucho anticipar el desenlace de esta tragicomedia malgache: en África, los ambiciosos que recurren al golpe de Estado terminan siendo víctimas del mismo método. Con suerte, DJ Andry salvará la piel refugiándose en la Embajada francesa. Caso contrario, terminará pinchando en esa discoteca tan concurrida llamada El Infierno de los Dictadores.

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