Un desorden ordenado
Toda esa gente, pese a lo que reza el cartel colocado sobre la puerta, no sale con angustia, sino que entra con prisas (a menos que corran hacia atrás, lo que no es probable). Curiosamente, no hay un solo cartel sobre ninguna puerta del universo mundo donde ponga Entrada de emergencia. ¿Acaso no necesitaríamos ingresar corriendo en más de un sitio? Por supuesto que sí. De hecho, son más las veces que nos apremia la necesidad de entrar que la de salir. Pese a ello, nos muestran con mayor insistencia las zonas de evacuación que las de ingreso. Podríamos decir que vivimos en la cultura de la salida. Recapaciten, si no, sobre estas frases de la vida diaria: ¿Cuántas salidas tiene Derecho, cuántas Historia del Arte, cuántas Medicina? ¿Sales a cenar este sábado? ¿Continúas saliendo con Fulano?
El lenguaje cotidiano está lleno de salidas airosas, desesperadas, imprudentes, de salidas de tono, de salidas de emergencia, como la que se aprecia en la foto. Todo el tiempo, en fin, se nos invita a salir (el despido por "causas objetivas" es, más que una invitación, una patada) cuando lo que necesitamos ahora es entrar. Entrar en el mundo del trabajo, de la cultura, de la investigación, de la justicia, de la sensatez Si nadie se ocupa de fabricar entradas, y parece que no, tendremos que utilizar las salidas. Es lo que hicieron estos empleados del metro de Madrid (ninguna mujer, por cierto) en el ya lejano mes de julio de 2010. Entraron por la salida de emergencia para reunirse en asamblea. Tal desorden aparente metaforizaba en realidad un regreso al orden.
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