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Reportaje:Muerte de un presidente | Las colecciones de EL PAÍS

"Bush tergiversó la tragedia del 11-S con gran cinismo"

Gabriel Range recreó el falso magnicidio del presidente de EE UU

El asesinato de George W. Bush un 19 de octubre de 2007 nunca llegó a producirse, pero el visionado de la película Muerte de un presidente casi consigue convencernos de todo lo contrario, pulverizando la fina línea que separa realidad y ficción. El director británico Gabriel Range recurre al formato del falso documental para escenificar ese magnicidio en un hotel de Chicago, donde el mandatario pronuncia un discurso patriótico mientras centenares de activistas claman en el exterior contra la guerra de Irak. La cinta, que entremezcla imágenes reales de archivo con otras ficticias, arranca con ese suceso para narrar sus consecuencias en unos EE UU donde la paranoia antiterrorista coloca a los ciudadanos de origen árabe en el punto de mira del FBI.

Oportunista es el más suave de los epítetos que mereció Muerte de un presidente entre varios sectores de la sociedad estadounidense, todavía reciente en la memoria colectiva el asesinato de John F. Kenney (1963) y el atentado contra Ronald Reagan, dos décadas después. "Fue un acto de provocación deliberado para denunciar la manipulación de los medios de comunicación a favor de un clima de miedo", admite Range en una entrevista telefónica desde Los Ángeles. El cineasta obtuvo el Premio de la Crítica Internacional en el Festival de Cine de Toronto "por la audacia con la que distorsiona la realidad para revelarnos una gran verdad".

Nacido en Gales en 1974 y médico de profesión, Gabriel Range recondujo su carrera hacia el periodismo (habla un perfecto español, fruto de sus dos años de trabajo para una agencia de noticias en Madrid) como antesala hacia el cine. Desde que la cinta The Day Britain Stopped (2003) afianzara su nombre, el director ha explorado un género a caballo entre el documental y la ficción, que desembocó en el virtuosismo técnico de Muerte de un presidente, una suerte de thriller político donde se exponen los excesos de la política antiterrorista y el recorte de libertades tras el 11-S. Y que vuelve a utilizar en su denuncia del tráfico de personas en I'm slave, que estrenará en España en 2011.

Pregunta. ¿Cuál fue su propósito al recrear una hipótesis tan controvertida como el asesinato de Bush?

Respuesta. Fue un acto de provocación deliberado. Estuve en Nueva York poco después del 11 de septiembre de 2001 y me impresionó la forma en que la Administración Bush intentó conectar los atentados con Saddam Hussein. La película versa sobre el 11-S y sus consecuencias, ese tremendo cinismo con el que tergiversaron una tragedia nacional para acabar provocando otra tragedia, la guerra de Irak.

P. Resulta imposible para el espectador discernir entre las imágenes reales extraídas de los archivos y las entrevistas simuladas a cargo de actores.

R. Quería subrayar lo fácil que es distorsionar la realidad y la necesidad de ser cínicos ante el retrato de los hechos que nos brindan los medios. Busqué la misma textura del documental para que las entrevistas resultaran veraces, insertando con ayuda de la tecnología a algunos de los personajes (ficticios) en escenarios reales. Incluso filmamos en la Casa Blanca, aunque por supuesto no explicamos que íbamos a rodar una película sobre el asesinato de Bush cuando solicitamos los permisos. También fuimos muy precavidos en la filmación de Chicago, porque en esa ciudad tan demócrata [Bush] tiene muchos amigos.

P. El estreno del filme fue recibido en EE UU con críticas de personajes tan dispares como Hillary Clinton o Kevin Costner.

R. Y muchos de ellos ni siquiera la vieron. El Partido Republicano asentó con éxito la idea de que "estamos en guerra" y en aquel ambiente era muy difícil aceptar críticas a la Administración, tienes el deber patriótico de no hacerlo. La manipulación por parte de las grandes cadenas, nacionalistas, muy poderosas y republicanas, es más fácil de lo que parece cuando tienes a un personaje como [el vicepresidente] Dick Cheney decidiendo el modo en que debe ser retratada la Administración. Querían una guerra en Irak, pero esa no es la forma de iniciar la investigación sobre un acto terrorista.

P. También recibió amenazas.

R. De muerte, y no solo nosotros, sino también el director del Festival de Cine de Toronto. Digamos que no tengo prisa por regresar a Texas [patria chica de George W. Bush].

P. Siendo usted británico, ¿no le tentó abordar la figura de Tony Blair? En sus recientes memorias defiende la intervención en Irak.

R. La película se centra en el 11-S, que fue una tragedia americana. Pero además Blair nunca lideró, solo se dejó llevar. Desgraciadamente, fue un personaje irrelevante.

Mañana, por 2,95 euros, Muerte de un presidente con EL PAÍS.

El británico Gabriel Range, en Madrid.
El británico Gabriel Range, en Madrid.GORKA LEJARCEGI
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