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La primera crisis del euro

Temor a cambiar el Tratado

La mera mención a retoques institucionales de la UE provoca sarpullidos y recelos entre los gobernantes

Andreu Missé

Cuando aún está fresca la tinta de la firma del Tratado de Lisboa, que entró en vigor el pasado 1 de diciembre, la mera mención de abrir de nuevo el melón institucional de la Unión Europea provoca todo tipo de sarpullidos. El recuerdo de los nueve años de tensas negociaciones que requirió la aprobación y ratificación de Tratado vigente despierta toda suerte de temores. En la mente de muchos están episodios y sobresaltos como los rechazos a la Constitución en los referéndums en Francia y Holanda, las dos consultas en Irlanda, los pulsos de Polonia y la República Checa.

Esta larga etapa de negociación institucional ha sido también sinónimo de parálisis de la actividad política. La realidad es que durante estos nueve años la UE ha visto muchas de sus energías absorbidas por asuntos puramente jurídicos e institucionales a costa del desarrollo de las políticas que interesaban y exigían los ciudadanos. Por todo este background, cuando se ha puesto de nuevo sobre la mesa la necesidad de reformar el Tratado para incluir un mecanismo permanente de rescate para los Estados insolventes, se han buscado todos los calificativos imaginables para minimizar su impacto. Así que desde el primer momento se ha tomado la cautela de asegurar que la reforma sería en todo caso "limitada", "abreviada", "simplificada" e incluso no se descartaba que al tratarse de cambios tan localizados siquiera fuera necesaria, aunque esta opción parece muy improbable.

Está vivo el recuerdo de los nueve años de negociación del Tratado de Lisboa
Cameron logrará que se reduzca el gasto de la UE y, por tanto, su aportación

Habrá que esperar a mediados de diciembre a que el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, presente el resultado de sus consultas con los Estados miembros teniendo en cuenta los trabajos preparatorios que habrá realizado la Comisión Europea.

El Tratado de Lisboa prevé dos procedimientos para su revisión. Uno reforzado, que exigiría la convocatoria de una convención, y otro simplificado, que solo requiere una decisión por unanimidad del Consejo. La revisión reforzada, que es la que se precisaría para quitar el voto de un Estado, se ha descartado completamente.

Fuentes jurídicas consultadas sostienen que para la creación de un mecanismo de rescate financiero bastaría con acudir al procedimiento de revisión simplificado, que exige una decisión unánime del Consejo Europeo ratificada por los Estados, según sus propias disposiciones constitucionales. Se prevé incluso la posibilidad de pasar de la unanimidad a la mayoría cualificada por una simple decisión del Consejo Europeo acompañada de un procedimiento de aquiescencia tácita de los Parlamentos nacionales.

En cualquier caso, la reforma está en manos de los Estados, lo que implica que muchos ya están empezando a pensar qué van a obtener a cambio de la rúbrica. De momento Reino Unido y Polonia ya se han anticipado con sus demandas. Londres ha logrado incluir en las conclusiones del Consejo de ayer que en la reunión del próximo diciembre se tenga presente que "el presupuesto de la Unión Europea y el próximo marco financiero plurianual reflejen los esfuerzos de saneamiento que están llevando los Estados miembros".

Cameron, que cuenta ya con el apoyo de otros 10 países logrará que se reduzca el gasto de la UE y por tanto su aportación económica. Y en su momento saldrá su deseo de no perder el polémico "cheque británico", que Reino Unido recibe desde 1984 para compensar su escasa participación en el gasto de la UE. Así que la reforma del Tratado nos llevará de la mano a la batalla política del marco plurianual presupuestario de la Unión para el periodo de 2014 a 2020.

Polonia por su parte ha logrado que se estudie y considere que "la repercusión de la reforma de las pensiones se reflejará en la aplicación del Pacto de Estabilidad", una petición que hasta ahora había sido ninguneada y ahora habrá que escuchar en serio.

Y esto no ha hecho más que empezar. Después de Reino Unido y Polonia vendrán otros, porque la lista de peticionarios tiene una tendencia a su crecimiento natural.

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