En posición de tablas
La Unión Europea no cambia, pero somete a revisión la posición común sobre La Habana
Sobre el papel, la UE ha llegado a una posición de tablas con referencia a la política a adoptar ante Cuba. La disyuntiva era mantener o no la posición común europea establecida en 1996, que condicionaba la mejora de las relaciones con la isla a la democratización del régimen. Se ha decidido mantener esta tesitura; pero, al mismo tiempo, con un dictamen salomónico: los Veintisiete encargan a la ministra de Exteriores de la Unión, la británica Catherine Ashton, que inicie conversaciones con La Habana para explorar cambios que puedan conducir a un deshielo. Las tablas nunca suelen ser eternas y no hay enroque que en diplomacia no acabe por decantarse de uno u otro lado.
Esa es la interpretación, verosímil, que hace la recién estrenada ministra española de Exteriores, Trinidad Jiménez. Ha dicho que se va al desguace o derogación de la política asumida bajo el Gobierno de José María Aznar, tarea en la que ha estado empeñada estos últimos años la diplomacia de su antecesor Miguel Ángel Moratinos. Pero, atención, el camino puede ser largo y accidentado.
El Gobierno de Rodríguez Zapatero ha sostenido que el hostigamiento, incluso por omisión, del régimen castrista solo conducía a su encastillamiento, lo que parece bastante probado. Y que únicamente una política de diálogo constructivo, que es lo que ha hecho España con la intermediación de la Iglesia católica, podía rendir frutos. Estos han sido limitados, pero no despreciables. No ha habido nada que se parezca a una democratización de la isla, pero el Gobierno de Raúl Castro ha aflojado su dogal sobre la disidencia y más de 50 presos políticos han sido liberados, bien que en la mayoría de los casos deportándolos a España. Todo ello es insuficiente, no hay que lanzar las campanas al vuelo, y lo que se le exige a La Habana es mucho más que compasión o exilio para con unos presos de conciencia, que en cualquier otro lugar de América Latina deberían estar en la calle. Pero tampoco hay que suponer que interesados, familiares y círculos respectivos prefieren así las cosas.
El partido es nulo o de tablas, y no hay que dar por asegurado nada. Alemania, Suecia, Polonia y la República Checa son mucho menos comprensivas que España para con el castrismo. Y el hecho de que la remisión del caso al diálogo bilateral de cada país con La Habana y de la señora Ashton en nombre de todos sea una jugada que permite salvar la cara de halcones y palomas tampoco permite prejuzgar sin riesgos el resultado. Si por la vía de los hechos y el diálogo acaba por arrumbarse la posición común, el desenlace será probablemente positivo, puesto que el mejor acceso comercial de Cuba a los países comunitarios, primero, redundará en bien de todos los cubanos; y, segundo, dará algún margen de maniobra a Raúl Castro para liberalizar siquiera sea la economía. Otras dictaduras acabaron cayendo o difuminándose porque un día emprendieron ese camino.
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