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La protesta social en Francia

La revuelta contra Sarkozy comienza a apagarse

Los estudiantes, de vacaciones, dan la espalda a la calle

Antonio Jiménez Barca

Pierron Rudy, estudiante de sociología, de 25 años, admitía que la protesta de ayer frente al Senado, en el corazón de París, no había resultado un clamoroso éxito de convocatoria. Unos 1.000 jóvenes, la mayoría universitarios, gritaban a los senadores que, más allá del cordón policial, votaban el texto definitivo de la reforma de las pensiones, que hoy, a su vez, será aprobada, solemnemente y por última vez, por la Asamblea Nacional.

Los estudiantes, encargados de insuflar oxígeno a un movimiento de protesta que parece desinflarse, convocaron hace una semana una jornada de manifestaciones en varias ciudades francesas. No fueron muy seguidas en ningún sitio. Tal vez hubo un error de calendario y de táctica: los estudiantes de instituto, los más combativos, los más visibles, los que dieron un impulso imprevisto e imprevisible a la protesta hace dos semanas, están de vacaciones, y eso se nota.

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El Gobierno, de hecho, contaba con ello. "Pero hasta la manifestación del jueves, convocada por los sindicatos, nada está perdido. Si volvemos a ser tres millones de personas en la calle, el movimiento sigue", advierte Rudy.

Ya hay al menos tres refinerías que funcionan (el Gobierno las eleva a cinco), los basureros de Marsella han decidido también volver a trabajar y los trenes cada vez funcionan mejor. La gasolina, poco a poco, fluye cada vez más.

El ministro del Interior, Brice Hortefeux, asegura que la vuelta a la normalidad "es progresiva y regular", y el de Medio Ambiente, Jean-Louis Borloo, afirmaba que ayer se encontrarían abastecidas "el 80% de las gasolineras". Es decir, la protesta contra la reforma de las pensiones remite.

Hugo, otro estudiante de sociología de París, explica: "El movimiento ha cristalizado en la reforma de las pensiones. Pero yo creo que va más allá. Lo que nos estamos planteando es, simplemente, que este modelo de sociedad, simplemente, no funciona". Su compañero, Gabriel, añade: "Pase lo que pase, ya se ha ganado, con estas protestas que han sido espontáneas. Si los sindicatos, con una tasa de afiliación del 8%, han logrado esta movilización continuada, es porque la gente está muy descontenta". Florien, un tercer universitario, concluye: "Se ha visto que los jóvenes no solo se manifiestan contra el consumo o por la ecología, sino por problemas sociales".

Los tres confían también en que la manifestación de mañana devuelva aliento a un movimiento que languidece. Pero hay síntomas de cierto desfallecimiento por muchos lados. El secretario general del sindicato CFDT, François Chérèque, aunque acudirá a la manifestación, manifestó el lunes que hay que "negociar el empleo de los jóvenes y los mayores", una frase que ha sido interpretada como una eventual salida al conflicto. Por lo pronto, tanto la patronal como el Gobierno se han apresurado a recoger el guante y a aceptar esa negociación.

Mientras, el Partido Socialista francés (PS) ha anunciado que enviará el texto de la reforma al Consejo Constitucional, lo que puede retrasar algunos días la promulgación de la ley por el presidente de la República, Nicolas Sarkozy, prevista para mediados de noviembre. El proyecto de ley eleva de 60 a 62 años la edad mínima de jubilación, y de 65 a 67 la edad a partir de la cual hay que jubilarse para recibir la pensión completa.

Manifestación de protesta contra la reforma de las pensiones, ayer en París, cerca del Senado.
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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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