"Mi 'negra' siempre estuvo conmigo"
Los mineros rescatados en Chile bromean dentro del hospital sobre su futuro - El presidente Piñera anuncia cambios radicales en las leyes laborales del país
Llegaron casi todos bien al hospital. Jimmy Sánchez, de 19 años, el más joven de los 33 mineros de Chile, se encontraba algo afectado psicológicamente. El mayor del grupo, Mario Gómez, de 62 años, presentaba neumonía. Su esposa decía que ya no lo va a dejar entrar más en una mina, que ese ha sido el pacto. Otros arrastraron dolores de muelas durante casi dos meses y se iban a someter a operaciones con anestesia general. Pero la mayoría de ellos se mostraban radiantes, y tres ya han recibido el alta, aunque no han abandonado el hospital.
Richard Villarroel, de 26 años y con un niño recién nacido, el minero que había llegado haciendo turismo a Copiapó y que nunca se atrevió a decirle a su madre que trabajaba en una mina, ayer descansaba junto a ella y su hermana pequeña. Contaba cómo fue su viaje desde los 620 metros a la superficie durante casi 15 minutos: "Lo grité todo. Grité muchas veces: ¡Viva Chile, mierda! Grité con todas mis fuerzas". Por los pasillos, unos andaban con gafas y otros ya se las habían quitado. Raúl Bustos se abrazaba a cada momento a su novia, Carola; se separaba de ella unos instantes y volvía a abrazarse. "Sé que la prensa ahí fuera está muy ansiosa. En algún momento tendremos que salir para calmarlos, porque a ellos también hay que agradecerles mucho. Pero también necesitamos un poquito de espacio", dijo.
"Ahora queremos sacarle partido a esto", dice uno de los rescatados
Víctor Zamora, el gran bromista del grupo, el que escribió que estaba muy a gusto abajo porque nadie podía obligarle a ducharse, con sus gafas negras y las manos en los bolsillos del batín: "Ya comentaba que no me quedan amigos, todos son hermanos, todos los que vienen por aquí son mis hermanos". Explicó que las muelas le molestaron mucho pero los calmantes le ayudaron.
Claudio Yáñez, al lado del pastor evangélico que les envió las minibiblias, prometía que a partir de ahora procuraría ir a rezar por lo menos una vez a la semana. Unos metros más allá, Juan Illanes aseguraba muy serio que estaría encantado si otra mina se le volviera a caer encima de nuevo. "Porque, al menos, ya sabría qué es lo que no hay que hacer", comentaba antes de echarse a reír. Decía que la experiencia allá abajo sin humor hubiese sido insoportable. Respecto a los planes de futuro, lo tiene muy claro: "Vamos a elegir a alguien que nos represente ante la prensa. Y también a alguien que administre nuestras posibles ganancias. Hay una frase que nunca antes del 5 de agosto [día del derrumbe] la había dicho nadie. Y hay un número [el 33] que ya está asociado a nosotros. Pues ahora queremos sacarle partido a eso. Ahora tenemos que ordenar las ideas y después juntarnos. Pero queremos hacer algo conjunto".
El director de un medio local indicó ayer a este periódico que algunos de ellos están pidiendo el equivalente a unos 10.000 euros por entrevista. "Están intentando cerrar un contrato con Hollywood y una visita muy bien retribuida de todo el grupo al programa de Don Francisco [uno de los programas televisivos de entretenimiento más famosos de Latinoamérica]", añadió.
El presidente Sebastián Piñera se comprometió ante los 33 mineros y ante los periodistas a mejorar las condiciones laborales del país y a que "nunca más" se trabaje "en condiciones tan inseguras y tan inhumanas" como en el yacimiento San José. Prometió modificar las leyes laborales y las de inspecciones de minas "para ponerlas al nivel de los países más desarrollados".
En cuanto a los costes del rescate, Piñera calculó que ascenderían a entre 7 y 14 millones de euros. Aclaró que parte de ese dinero fue donado por compañías mineras privadas y el resto (alrededor del 70%) lo pagó el Estado.
Pero todo lo relacionado con la mina parece que ya no les va a afectar demasiado a muchos de los mineros. Edison Peña, de 34 años, comentó que a partir de ahora le gustaría emplear su vida en dar clases de superación personal. "Hemos aprendido mucho allá abajo", comentó antes de comerse un buen filete. "Hemos aprendido, por ejemplo, a contar mucho más con nuestras familias. Y toda esa miel de lo que aprendimos queremos derramarla sobre mucha gente". Recordó que uno de los peores momentos fue cuando la mina se vino abajo y no se veía ni oía nada: "Pensé que no íbamos a volver a ver nada más". Para matar la ansiedad, corría 10 kilómetros diarios en los escasos 800 metros que separan el refugio del taller.
La pareja de Peña, Angélica Álvarez, de 43 años, comentó que Edison viajó en su día desde Santiago al pueblo minero de Copiapó solo por amor. "Lo dejó todo allí, papá, mamá, hermanos, trabajo, para venirse acá. Se vino para estar conmigo. Yo le conseguí trabajo en esta mina". Ayer, Angélica no apartaba los ojos de él. "Mi negra siempre estuvo conmigo", decía Edison.
Uno de los días Edison escribió una carta a su novia en la que se quejaba del exceso de farándula que percibía en lo alto de la mina. Decía que todo ese ruido podría hacer olvidar lo esencial: que ellos seguían abajo y que la mina se les podía caer encima en cualquier momento. "Había oído que un periodista dijo que todo parecía un montaje. Me hubiese gustado que se viniera conmigo allí al fondo para comprobar si eso era un montaje".
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