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La amenaza terrorista en África

Psicosis antiterrorista en París

El Ministerio del Interior alerta del peligro "real" de un atentado integrista - Estaciones de metro y ferrocarril han sido cerradas por amenaza de bomba

Antonio Jiménez Barca

Francia vive bajo alarma. O bajo psicosis de alarma, todo depende del punto de vista. En París, los policías patrullan en mayor número las estaciones de trenes o las grandes estaciones de metro, el Ejército vigila, en mayor número que de ordinario, con el fusil ametrallador en bandolera, monumentos emblemáticos como la Torre Eiffel. El plan de seguridad Vigipirate, ideado en 1978 para conjurar amenazas terroristas, se encuentra en su nivel penúltimo, un grado solo por debajo del de "ataque terrorista inminente". El ministro del Interior, Brice Hortefeux, por tres veces en los últimos cinco días, ha manifestado ante la prensa que la amenaza de un ataque de terroristas islamistas en suelo francés "es real".

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El secuestro de cinco franceses, un togolés y un malgache en Níger el pasado día 16, aún no reivindicado pero con todas las posibilidades de tratarse de una acción del grupo Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), ha dejado bien claro que Francia y sus ciudadanos son objetivos prioritarios de los terroristas. Esto ya se sabía: después de que Francia y Mauritania lanzaran el 22 de julio un infructuoso ataque contra una base del Al Qaeda en Malí, en un intento de liberar a un rehén que fue finalmente ejecutado, este grupo terrorista emitió un comunicado terminante: "Al enemigo de Alá, Sarkozy, le digo: ha desaprovechado una ocasión y abierto la puerta al horror para usted y su país".

La amenaza, según el Gobierno francés, no se circunscribe solo a la zona del Sahel. También se cierne sobre suelo francés. El jefe de la lucha antiterrorista francesa, Bernard Squarcini, había advertido hace 10 días en una entrevista en el Journal du Dimanche: "Todas las alarmas están encendidas". Una fuente del Ministerio del Interior citada el lunes por la agencia France Press aseguraba que se temía un atentado "inminente de AQMI en el territorio nacional". La fiscalía antiterrorista ha abierto una investigación para dilucidar qué hay de cierto y qué no en una información, procedente de los servicios secretos argelinos, en la que alertaban de una mujer dispuesta a atentar en Francia llevando una bomba con ella. Entre tanto, el imán de la mezquita de París, Dalil Boubakeur, ha visto incrementada su seguridad por temor a que pueda sufrir ataques.

El pasado día 13, tres días antes, por tanto, del secuestro de Níger, la policía desalojó a los aproximadamente 2.000 turistas que a eso de las nueve de la noche visitaban la Torre Eiffel y sus alrededores. La causa fue un aviso de bomba tomado en serio, lanzado el mismo día que la Asamblea Nacional francesa aprobaba la ley que prohibirá próximamente el uso del burka en la calle. A la postre, resultó una falsa alarma. El mismo día, a la misma hora, otro aviso de bomba (que también resultó falso) obligó a desalojar la estación del tren de cercanías de Saint Michel.

Ayer, otra falsa alarma obligó a parar el tráfico de trenes de cercanías en una zona cercana a París. Un paquete sospechoso dejado en la vía del tren de la estación de Massy-Palaiseau fue inspeccionado por un grupo de especialistas policiales hasta que se descartó que se tratara de una bomba.

Hay voces que se escaman ante tal despliegue de prevención. Dominique de Villepin, ex primer ministro, acusa al Gobierno de desatar el pánico: "Es importante tomar medidas, actuar, pero no suscitar el pánico entre la población". Villepin añadió que, a su juicio, la política de comunicación de Sarkozy y de su ministro del Interior es "torpe y, tal vez, incluso cínica". El portavoz del Partido Socialista francés, Benoit Hamon, definió la actitud del Gobierno como "la estrategia del miedo".

Soldados del Ejército francés patrullan la Torre Eiffel ante el riesgo de ataques terroristas.
Soldados del Ejército francés patrullan la Torre Eiffel ante el riesgo de ataques terroristas.AFP

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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