Nadie toma el pelo a Viviane Reding
La comisaria de Justicia, antiguo azote de las compañías telefónicas, estalló de rabia cuando se supo engañada por el Elíseo sobre la expulsión de gitanos
Viviane Reding, vicepresidenta de la Comisión y comisaria de Justicia y Derechos Fundamentales, ha mordido un hueso más duro de roer de lo esperado, pero a sus 59 años no cree haber sufrido la pérdida de ningún diente. Ella, que puso firmes a las compañías de telecomunicaciones por abusar de los precios que cargaban por usar los móviles, no pudo soportar que un Gobierno de la Unión Europea le tomara el pelo. Muy pagada de sus competencias y cegada por la furia de quien se siente engañada, se lanzó de cabeza al avispero de la Francia de Nicolas Sarkozy, entre los abucheos generalizados de todos los compañeros del presidente francés.
En el Consejo Europeo del jueves hubo unanimidad en considerar fuera de lugar su asociación entre la II Guerra Mundial y lo sucedido en las últimas semanas en Francia con las expulsiones de gitanos rumanos y búlgaros, evocación que Sarkozy vivió como una intolerable afrenta. Ella misma ha reconocido, forzada por sus superiores, el exceso verbal. "Un grave error. Barroso jamás habría utilizado palabras semejantes", comenta un alto cargo comunitario.
"Cuando ve un punto débil en la otra parte se lanza", dice un colaborador
En junio cortó en público al ministro español de Justicia para corregirle
Quienes ayer la tuvieron cerca decían que Reding no está particularmente afectada y que de la sonada peripecia de la cumbre se quedaba con el refrendo unánime al derecho de la Comisión a investigar las presuntas violaciones francesas de la legislación comunitaria. Su intención es ir hasta el fondo del asunto y dejar bien claro si Francia se ha embarcado o no en una política discriminatoria basada en la etnia. Y si a Sarkozy no le gusta lo que ella dijo el martes que no mire su página en la web de la Comisión Europea donde el texto de su discurso y su propia lectura desde el podio están a la vista de todos, corpus delicti incluido: "Esto es una situación que nunca había pensado que Europa volvería a ver tras la II Guerra Mundial".
Francófona como luxemburguesa (además de hablar la lengua local del Gran Ducado, el también oficial alemán, y el inglés, junto a unos rudimentos de italiano), Reding estaba tan furiosa con las burlas y mentiras de Francia para con ella y sus investigaciones que en respuesta a una pregunta en francés en la sala de prensa tras su bombástico discurso, respondió en inglés.
Ya la presidencia española de la Unión tuvo ocasión de saber cómo se las gasta la vicepresidenta. El pasado mes de junio, Reding cortó, tajante y en público, al ministro de Justicia, Francisco Caamaño, para decirle que los cálculos victoriosos que acababa de hacer sobre un proyecto legislativo no se ajustaban a la realidad.
"Es un animal político", comenta uno de sus colaboradores. "Cuando ve un punto débil en la otra parte se lanza, aunque a veces se pasa". Comisaria europea por tercera vez y doctorada en la Sorbona, Reding fue redactora y editorialista del Luxemburger Wort, el principal periódico del país, antes de dedicarse a partir de los 28 años a la política, de la que ha conocido todos los estadios de la vida parlamentaria, incluida la de la Eurocámara.
Llegó al Ejecutivo comunitario en 1999 para hacerse cargo de una cartera tenida por menor, la de Educación, Cultura, Juventud y Deporte en la Comisión de Romano Prodi. Quienes la miraban con superioridad decían que era la mujer ideal para andar defendiendo el cine europeo en el festival de Cannes.
A partir de 2004 y en la primera Comisión de José Manuel Durão Barroso se hizo cargo de la Comisaría de la Sociedad de la Información, contra la que chocaron los gigantes de las telecomunicaciones, metidos en vereda por una comisaria que no pensaban que iba a resultar tan intratable.
Disfrutó tanto de ese lustro combatiendo a los Alierta y a otros grandes de la comunicación que deseaba prorrogar el placer. Respiraron todos cuando Barroso le encargó la cartera de Justicia, en la que no parecía que fuera a crear tensiones.
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