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PERDONEN QUE NO ME LEVANTE
Columna
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Pobre Afganistán

En vísperas del inicio de la retirada de las tropas invasoras de Irak (no querrán que las llame pacificadoras ni democratizadoras), se discute la decisión del presidente Obama de sacar el año que viene a las que están haciendo lo propio, en medio de un clamoroso fracaso, en el sufrido Afganistán. Esta polémica, iniciada por el sobrevalorado general Petraeus, típico tuerto en tierra de ciegos, cubre ahora mismo sábanas de papel impreso y da asco leerla. Petraeus dice que la labor militar no termina con ganar una guerra, "sino con dejar un país apuntalado, con instituciones sólidas". Lo dice por lo que ha dejado en Irak.

Esas largas crónicas las escriben, desde Washington, periodistas que leen los comunicados que les envían el Pentágono, la Casa Blanca o los mensajeros de turno; o que reportean a pie de televisión, viendo las entrevistas que militares o políticos conceden a esta o aquella cadena. ¿Quién habla ya de la filtración de los papeles de Afganistán que tanto escándalo desató hace semanas? Arena entre los dedos. Pasado. La maquinaria publicitaria se ha puesto en marcha, y lo que ahora se discute es si merece la pena largarse después de haberla cagado tanto, sin ni siquiera recoger algo de la mierda dejada atrás. Sí, tiene razón Petraeus, dentro de su especial mentalidad: habría que permanecer en territorio afgano hasta vencer -mejor aniquilar, ya puestos a los cada vez más fuertes talibanes, y cepillarse, de paso, a Bin Laden, aquel del turbante, no sé si le recuerdan.

"En Inglaterra quedan restos romanos. De los USA no quedará más que polvo"

Pero es que llevan nueve años intentándolo y, sencillamente, no pueden. No saben y no pueden.

En Irak dejan un país troceado, un pueblo que se ha convertido en enemigo de sí mismo, que debe resguardarse de la gente que lo habita, anarquía y desorden y atentados. Todo un clásico. En Afganistán, ni siquiera eso. Lo dejan como cuando lo encontraron, sólo que con muchos miles de civiles menos, un talibanato instalado en sus territorios, un presidente títere que sólo sale de palacio para pasar el cazo y… Ah, sí. La situación de la mujer, ¿recuerdan?

Aparte del sofocón mundial que siguió al 11-S, la destrucción de los budas de piedra, a cargo de esas acémilas fanáticas, y la postración de la mujer en la sociedad talibán fueron dos de los motorcillos morales que nos llevaron a aplaudir y a participar: hay españoles, allá en la invasión de Afganistán. Iba a ser un paseo militar, como de costumbre. No sólo no supieron encontrar a Bin Laden y a su segundo, sino que no han querido ni sabido desmontar la colaboración talibana con el supuesto aliado de Estados Unidos, Pakistán (que tiene dinero para fabricar bombas atómicas, pero no para atender a su población cuando hay inundaciones), lo cual promete un montón de sorpresas de cara al porvenir.

La alianza occidental no ha podido reconstruir los budas porque no se dedica a fabricar imitaciones, salvo en Las Vegas. En cuanto a la situación de la mujer afgana, está como siempre, en un país que, dedicado a sobrevivir penosamente, poco tiempo tiene para civilizarse. Eso sí, hemos conseguido que el burka se prohíba en España, que era una cosa de suma urgencia endiablada.

Vietnam y el bestial fracaso de la intervención norteamericana planean como la sombra de un batallón de buitres sobre la experiencia de Afganistán, y la retirada, aunque se realice poco a poco, no deja de ser una vergonzante marcha atrás, la vendan como la vendan. El problema es que a los ciudadanos de Estados Unidos no parece escandalizarles, como tampoco lo hace la escabechina de allá. ¿Dónde están las conciencias? Ah, claro, perdonen, pero si es que por el medio hubo una crisis económica, no me acordaba.

Dirán ustedes que es cosa de conquistadores: meter la gamba, dejar la impronta, aprovecharse de lo que se pueda, y largarse cuando pintan bastos. Roma se tuvo que retirar a toda pastilla de Britania, después de cuatro siglos y pico de trifulcas con las tribus y los reyezuelos, y porque llegaron los sajones y, por abajo, el Imperio tenía que defenderse de los hunos y los otros. Pero, al menos, en Inglaterra quedan restos romanos. De los USA no va a quedar más que polvo, porque, encima, a los talibanes no les gusta Sexo en Nueva York.

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