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Lugares sin tiempo

La calle de Aiguafreda, cerca de la parada de Horta, ha escapado por ahora a la depredación inmobiliaria

En época de nuestros abuelos, cuando uno se marchaba de vacaciones no se iba a Cancún o a Honolulú a lucir pareo y a tomar caipiriñas. En vez de eso, el honrado padre de familia cogía la tartana, a la mujer y a los niños y se desplazaba hasta lugares tan lejanos y exóticos como Esplugues y Gràcia. Eso, claro está, los que podían permitirse tal dispendio. Para el resto de los mortales agosto era un periodo de trabajo como cualquiera. Para algunas personas incluso era el momento de mayor actividad.

A pocos pasos de la parada de Horta, de la línea 5, se encuentra uno de esos sitios que sólo hace 100 años, por estas mismas fechas, se encontraban en pleno ajetreo. La calle de Aiguafreda es un rincón que ha escapado por los pelos a la depredación inmobiliaria. Una limpia hilera de casitas de dos plantas, con todo el sabor de las barriadas antiguas, contestada -desde la acera de enfrente- por otra hilera de huertos y pozos, con sus cubos colgando de poleas que, en su día, alimentaron el último conjunto de lavaderos que le queda a la ciudad.

Se ven buganvilias y geranios. Huele intensamente a galán de noche y a clavel reventón
Hay carteles contra el Plan General Metropolitano que podría poner en peligro tanta paz

El silencio de este espacio -presidido por una gran palmera- parece proceder de un campo lejano, como una psicofonía de lo que fueron huertas y caballones. En muchas fachadas se ven relojes de sol, en uno de los cuales está inscrita la frase de Salvat Papasseit: Cap hora és isarda. Un azulejo de la pared nos informa: "En esta casa se hace lo que manda el gato", mientras que un discreto puentecillo cruza la calle de lado a lado. Se ven buganvilias y geranios, tiestos y parterres. Huele intensamente a galán de noche y a clavel reventón. Todo aquello que ya ni echamos de menos nos recuerda aquí que hubo un día en que Barcelona tenía este penetrante olor a tallo y a helecho verde.

Horta siempre fue conocida por sus abundantes fuentes y manantiales. Era un barrio considerado saludable y ya en el siglo XVIII atrajo a los burgueses de la capital, que comenzaron a construirse sus casas de veraneo. En aquellas centurias la idea de irse por la canícula no estaba relacionada con el tiempo libre, sino con el cambio de aires. Se dejaba atrás la saturada e insalubre urbe amurallada, para pasar unos meses cerca de la naturaleza. Esos ricos comerciantes e industriales viajaban con el servicio doméstico. Pero era común que sus casas no dispusiesen de lugar alguno donde lavar la ropa. Por ello, los campesinos de la zona comenzaron a utilizar sus aguas para montar lavaderos, donde llegaron a trabajar la mayoría de las mujeres del barrio. En el siglo XIX, estas trabajadoras tenían fama en todo el llano barcelonés. Bajaban hasta el centro los lunes a recoger las coladas y las devolvían limpias los viernes. Llegaron a poseer un almacén frente a la catedral, y cubrieron la plaza del Rey con sábanas blancas, provocando las quejas del Consistorio por usar espacio tan histórico como tendedero. Cuando se instaló el tranvía la imagen de estas mujeres, cargadas con sus cestos de ropa sucia, se hizo muy habitual. Todavía en 1918 podían verse anuncios como este en la prensa: "Falta lavandera, preferible de Horta".

A lo lejos, coronando el paisaje, se ve el parque del Guinardó y las defensas antiaéreas que hay en su cima, a las que la gente del barrio aún conoce familiarmente como el Polvorín del Carmel, o simplemente los Cañones. Por estas callecitas se ocultaron muchos miembros de la guerrilla libertaria en los duros años de la posguerra. Ahora, más visibles, las principales quejas tienen como referencia el Plan General Metropolitano, que podría poner en peligro tanta paz. Se ven carteles donde dice: "Sí a la conservación del patrimonio. No a la especulación". Desde un balcón, un cartel con la cara de Jordi Portabella -tocado con boina a lo Che- increpa: "Portabella, ¿nos salvarás?". Esperemos que sí -él o quien sea-, y que esta calle pueda seguir sin tiempo.

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