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Columna
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Final de curso

Acaba el curso y el Parlament aprueba unas cuantas políticas aparatosas en un pleno escoba de los restos del curso y prácticamente de la legislatura. Lo hace con la novedad destacable del voto libre y público de los diputados de los grupos mayoritarios sobre los toros, en un ejercicio que apela a la responsabilidad y aporta valiosa información a los ciudadanos sobre lo que piensan y defienden sus representantes. La iniciativa legislativa popular (ILP) ha sido impecable y los argumentos esgrimidos sumados a la foto de la Maestranza han catapultado una decisión histórica.

Si la comisión que estudió la ILP sobre la prohibición de los toros fue modélica en la exposición serena e inteligente de ideas contrapuestas, no se puede afirmar lo mismo de la comisión del Palau, cuyas conclusiones ha votado el Parlament también esta semana. El Partit dels Socialistes (PSC) votó la creación de la comisión a regañadientes y ha actuado con un bajo perfil. Añádase que a la presidencia le ha faltado habilidad para rescatar el nivel y que una larga lista de comparecientes ha demostrado una sorprendente falta de respeto con las instituciones que representan a los ciudadanos. Convergència i Unió (CiU) ha jugado sus cartas y no ha dudado en convertir la comisión a veces en un pataleo y otras en un bumerán del PSC. Pero las conclusiones aprobadas por la mayoría afirman que Ferrovial pagó a Convergència Democràtica (CDC) a través de Fèlix Millet y serán presentadas a la fiscalía.

La clave de algunas sonadas victorias recientes ha sido el lenguaje político o poner palabras a algunos silencios

En la comisión también ha quedado claro que no por casualidad los anglosajones utilizan una palabra de la que nosotros ni disponemos, la accountability o el rendir cuentas del dinero público, lo que en el caso del que llegó al Palau de la Música se ha confirmado un fracaso. En las conclusiones, la mayoría del Gobierno propone una más de las medidas por la transparencia que después los partidos ignoran. Conocedor de la fragilidad de la financiación política, el tripartito propone, como un brindis al sol, la desaparición de las aportaciones anónimas a partidos y fundaciones porque decirlo a estas alturas de la legislatura es gratis.

El curso político acaba con las encuestas indicando una clara ventaja de CiU en las próximas elecciones. Artur Mas ha liderado la travesía del desierto y es hoy una personalidad más sólida, forjada en el aprendizaje de la decepción. Convergència se está alimentando, según el Centro de Estudios de Opinión (CEO), de un electorado fiel y de los votantes que dicen que migrarán del Partido Popular (16%), Esquerra Republicana (19%), Ciudadanos (18%) y el Partit dels Socialistes (13%). CiU procura acoger a todos con la máxima ambigüedad.

La campaña electoral, aunque cansina, tendrá la ventaja de romper los silencios. El Gobierno tripartito, inspirado por la contención de Montilla, ha cometido el error de pasar de la cacofonía al silencio. La estrategia de evitar algunos temas porque resultan incómodos, porque las encuestas pintan mal o porque la respuesta a los ataques "dignifica" al contrincante no acostumbra a salir bien. El principio básico es siempre el mismo: el silencio es la manera de dejar que el otro diseñe y active sus decisiones, y si se le permite hacerlo durante mucho tiempo, se pierden unas cuantas generaciones. La clave de algunas sonadas victorias recientes ha sido precisamente el lenguaje político o poner palabras a algunos silencios, como hicieron Sarkozy y Obama. Palabras propias a temas políticos de los que otros se habían apropiado (seguridad, raza). Con el debate, las élites políticas entran en el discurso público y modelan la opinión pública. Cuando se ofrece un solo mensaje, la mayoría del público tiende a adoptar esa idea compartida porque seguir al líder es una estrategia válida para muchos ciudadanos que tienen vidas de las que ocuparse y poco tiempo o poco interés para estudiar los temas.

En la cuna del parlamentarismo la sensación política del verano es el libro recién publicado de Peter Mandelson, ex ministro laborista y hechicero de Tony Blair. Mandelson, maestro de la intriga y la manipulación política, pedía al Gabinete "tomar riesgos y alimentar la controversia" por considerarlo la única manera de obtener la atención de los medios de comunicación y exponer a los tories. Actuando prácticamente de viceprimer ministro, Mandelson arengaba al Gabinete: "Tenemos políticas para el futuro, tenemos una obra de la que estar orgullosos: ahora a pelear...". Como Montilla lee novela negra, el libro de Mandelson se podría recomendar en La Moncloa, donde, por lo que se puede leer en los reportajes de color publicados en la prensa, continúan diciendo que Zapatero leerá este verano el libro de Murakami sobre la experiencia de correr. Por favor, que La Moncloa cambie la ficha, que en Semana Santa ya se lo estaba leyendo... y tampoco es el Ulises.

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