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AL CIERRE
Columna
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Avance médico indeseado

¿Por qué la ciencia, que progresa tanto en algunas especialidades, que es capaz de operar milagros, que incluso si has perdido un brazo o el rostro te injerta uno nuevo, no es capaz también de descubrir alguna pastillita para regenerar neuronas y crear sinapsis, restaurar la memoria y la habilidad de relacionar datos e ideas; en fin, una pastilla para hacernos más inteligentes?

Seguramente si no hay laboratorios trabajando día y noche en esto es porque el personal no está interesado; no hay demanda; y no hay demanda porque la píldora de la lucidez no es deseable.

El personal contemplaría esa medicina con muchísimo recelo, con desconfianza. Demostrando así que en el fondo no la necesita, pues le basta con una intuición innata y certera para comprender que siendo inteligentes no ganaríamos gran cosa y quizá lo perderíamos todo.

Ya sabemos que pensar en España, y sobre todo en Cataluña, es no solo innecesario, sino contraproducente. ¡Una irresponsabilidad! Tal como estamos, con las sinapsis rotas y las neuronas muertas por falta de uso, confusos y desorientados, ofuscados por las chorradas que se dicen, todo funciona razonablemente bien:

Los coches se detienen ante el disco rojo y el tráfico no se colapsa. Casi nunca los camareros envenenan la sopa. Contados son los bomberos pirómanos. Al moroso le embargan el piso y se va, pacífico, en vez de liarse a tiros. El barbero no le rebana el cuello al cliente que le dice: "Oye, vigila, que se me hace aquí un remolino..." o: "¿Viste el partido? Alucinante, ¿no?".

Ahora imagina que se pone todo el mundo a medicarse con esas grageas de la lucidez en vez de esnifar líneas de coca y aturdirse con gin-tonics. ¿Qué sucedería? ¡Veríamos claramente lo irrisorio de todo esto! Es de presumir que muchos dejarían a su familia abandonada sin dar explicaciones. Los niños, a la salida de la escuela, llorarían, pobrecitos, porque nadie pasa a recogerlos.

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A la oficina no iría nadie aunque esté climatizada, ni a las granjas de cerdos. El día de los comicios nadie votaría a los Badalamenti ni a los Giancana ni a los Corleone.

La máquina de producción se paralizaría. El metro también: "¿Qué ha pasado, por qué no avanzamos?". "¡Oh, es que el maquinista se ha ido a casa!".

Muchos ni se levantarían de la cama. Se produciría carestía, se declararía el hambre. Las carreteras se llenarían de desertores en coche que luego al encontrar las gasolineras desatendidas -porque los empleados han tomado también la píldora de la lucidez- seguirían a pie. Se dispersarían por los campos... Empujados por el hambre, forzarían la puerta de las masías...

No, no, es mejor que sigan las cosas como están; y dame ahora mismo otro papel con una línea de puntos para firmar.

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