De tontos y poetas
Felipe González transmite siempre la sospecha de que sabe cosas que el resto ignora (ignoramos). Se expresa al menos con el gesto de suficiencia cansado de quien ha intentado enderezar algo inenderezable, quizá de quien ha intentado gobernar un pueblo ingobernable o de quien hubiera merecido un país, si no mejor, menos áspero. Felipe González, que en sus fotos de juventud parecía físicamente un árabe, ha envejecido con los rasgos característicos de un sueco. Ante su presencia sentimos siempre la incomodidad de no estar a su altura y el pánico de estarlo, pues a fecha de hoy aún no hemos logrado averiguar qué es preferible. Ahora preside una comisión de sabios entre los que figuran el ex presidente de Letonia y el ex presidente ejecutivo de Nokia. Letonia es un país de poco más de dos millones de habitantes; Nokia, una empresa de telefonía con más de cien mil empleados. Completan el grupo otras nueve personas, entre las que se encuentra el papista Lech Walesa. Estos 12 sabios han creado en gran medida el mundo de hoy. Son, como si dijéramos, los polvos de los actuales lodos, dicho sea en el mejor sentido de las palabras polvo y lodo. Uno no se atrevería a poner en cuestión el trabajo de 12 sabios, pues a uno le impresiona mucho que sean una docena (cantidad mitificada desde nuestra infancia por culpa de los huevos) y que sean sabios a la vez. Pero uno se pregunta si entre tanta masa gris no deberían incluir a algún descerebrado o a algún poeta. Los tontos y los poetas tienen a veces intuiciones geniales, lo sé por mi experiencia de tonto.
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