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El mayor plan de ajuste de la democracia

El PP se instala en la convicción de que su victoria es inexorable

Rajoy opta por la línea más populista convencido de que conecta con la calle

Carlos E. Cué

Casi todo lo que hace Mariano Rajoy en los últimos meses tiene un origen: la noche electoral de 2008. El líder del PP aún confiesa en alguna ocasión que, con el resultado que él obtuvo (10,2 millones de votos), le parece difícil de entender la derrota. En los siguientes días, después de decidir que seguía, Rajoy tomó una determinación clara. Si quería ganar, tenía que lograr dos cosas. Acabar con la buena imagen de José Luis Rodríguez Zapatero -en el entorno marianista siempre han temido su capacidad para conectar con jóvenes y mujeres- y desmovilizar a la izquierda que votó al PSOE "solo para que no gobernara el PP", en palabras del líder.

Por primera vez en los casi seis años que lleva Rajoy como líder de la oposición, en el PP se ha instalado la convicción absoluta de que ha logrado los dos objetivos. La victoria, sean cuando sean las elecciones, es ya inexorable, señalan uno tras otro los dirigentes consultados.

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Lo más importante en la estrategia de Rajoy era la destrucción de la imagen de Zapatero. "Las elecciones no las gana la oposición, las pierde el Gobierno", es el mantra que repite el marianismo, inspirado en esta como en otras muchas cuestiones por Pedro Arriola, su gurú.

Los populares, que hasta hace unos meses señalaban en privado "ojo con Zapatero, que es mucho Zapatero", ahora han cambiado el discurso. Están convencidos de que la crisis económica irá a peor, que Zapatero tendrá que tomar más medidas dolorosas, y que los sindicatos se enfrentarán a él, por lo que tiene la calle perdida.

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"Es muy difícil para ellos remontar la tormenta, esta marea es de fondo", sentencia un marianista. "Nosotros hemos vivido esto en el Gobierno, después de la guerra de Irak. Cuando te empiezas a hundir, es casi imposible salir a flote", analiza otro.

La otra parte de la estrategia, la de no dar miedo para no movilizar a la izquierda, también está funcionando, aseguran. Eso es lo que explica la ausencia de propuestas arriesgadas de Rajoy, y su empeño en presentar al PP como el "partido de los trabajadores" que "defiende a los más débiles".

En maitines, la restringida cúpula del partido, que se reúne todos los lunes, Rajoy analizó con escándalo hace unas semanas la situación de la política inglesa. David Cameron, que iba camino de una victoria arrolladora, cayó en las encuestas después de haber anunciado polémicas medidas de recorte del Estado de bienestar. "Eso demuestra que la oposición no debe arriesgar", sentencia otro miembro de la dirección del PP.

Rajoy está muy cómodo con el perfil bajo en cuanto a iniciativas polémicas. "La gente ya no nos ve como un obstáculo. Ni Cospedal ni Sáenz de Santamaría, y si me apuras ni Mariano, generan en la izquierda la pasión que despertaban Acebes o Zaplana. La estrategia de no provocar a la izquierda funciona", concluye un dirigente.

El PP no juega de momento con la hipótesis de las elecciones anticipadas, porque cree que Zapatero aguantará como sea. De hecho, Rajoy ni las pide. Prefiere reclamar al PSOE que cambie a Zapatero, una línea, de nuevo, destructiva con la imagen del hombre que le ha ganado dos veces en las urnas.

Pero sí juega a forzar la máquina de la presión contra Zapatero. Solo eso, y la voluntad de conectar con la calle, explica que, pese a las presiones de banqueros y empresarios, y al riesgo de ofrecer una imagen de líder sin altura de hombre de Estado, Rajoy decidiera votar contra el decreto de recortes impulsado por las presiones de la UE.

El líder del PP ha optado claramente por la línea populista, la que, según sus encuestas, más conecta con un enfado creciente en la calle contra los políticos. Por eso ha decidido utilizar el asunto de las pensiones para hacer campaña por toda España. Y por eso habla de recortar la financiación de los partidos, abaratar las campañas o reducir ministerios.

"La crisis, ese enemigo silencioso, hará que el Gobierno se cueza en su propia salsa. Ha cundido la sensación de que ganamos, aunque nadie sabe cómo va a funcionar un país cuando se pasa de crisis económica a crisis social. Esto se va a poner muy feo, la cosa se va a crispar mucho", resume un dirigente.

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