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El inexplicable fin de la ostra del Ebro

La muerte de millones de crías pone al sector al borde del cierre - Los análisis no dan con la causa - Los productores exculpan esta vez a los arroceros del delta

José Ramón Castells timonea el bote hasta la cuerda de crianza, tira del cabo que se hunde junto a la bahía del Fangar (Baix Ebre) y halla una ristra de ostras descascarilladas. Día tras día, hasta ocho millones de crías de esta especie han fallecido en el delta del Ebro desde el mes pasado por causas desconocidas. El episodio de mortalidad, el mayor de los últimos años, ha arrasado con entre el 70% y el 80% de ejemplares, según cálculos del productor. "Ya no criaré más ostras, para qué, si van a morirse", se resigna el también presidente de la federación de productores de moluscos del delta. No es el único que acaricia la idea de la rendición: el sector estudia paralizar la producción después de ver cómo las muertes se suceden sin explicación aparente. Sin ninguna solución en el horizonte, la producción para el año próximo se verá irremediablemente reducida a un quinto del total: del millón de toneladas previstas apenas se salvarán cerca de 200.000. La desaparición de la ostra del Ebro se producirá en 2012 si persiste la mortalidad. "Si seguimos cultivando nos arruinaremos", advierte Castells.

Al ritmo actual, las aguas de la zona se quedarán sin moluscos en 2012

"Ni se detectan problemas en el agua ni se detecta nada", se enfurruña Castells. Tras los estragos del verano pasado, el centro del Gobierno catalán para investigaciones agrícolas (IRTA) realizó varios análisis en la zona que no arrojaron anomalías. Se detectaron trazas de virus y de bacterias en algunos ejemplares en niveles ínfimos para causar la mortalidad. Ahora el laboratorio estima que uno de estos virus, que actuaría como una especie de herpes de origen desconocido, podría ser el culpable. "La cría, que procede de Francia, podría estar contaminada", augura Castells. De confirmarse, la cura sería tan sangrante como la herida. La Generalitat estudia decretar la paralización oficial de la producción para trabajar en el agua y solventar el problema, medida que los productores ya han empezado a aplicar por su cuenta. "Nadie se atreve a realizar nuevas inversiones para que acaben en el fondo del mar", ilustra Castells.

"No sabemos qué puede ser, pero nadie se atreve a invertir en nuevas crías por sentido común", lamenta otro productor que pide el anonimato por temor a perder clientela. Cuenta que en 2009 produjo hasta 150 toneladas de ostras; este año se ha dedicado a verterlas al mar por culpa del presunto virus. "La Generalitat siempre aporta una solución que luego acaba fracasando", protesta.

La del virus es otra teoría más de las que han rodeado la mortalidad de la especie. Los episodios se recrudecen sin aportar pistas; solo permiten descartar factores que anteriormente se consideraban sospechosos. El desastre actual, sufrido antes de que los arroceros viertan las aguas del cultivo en la zona, apunta a la absolución de los regantes. "Nos señalaban como culpables por el uso de productos químicos, pero siempre hemos hecho las cosas bien", comenta Manel Macià, presidente de la comunidad de regantes del margen derecho. "Quizá son los productores de ostras quienes no lo hacen bien", añade con sorna hacia un sector en competencia con el de los agricultores por las ayudas públicas. "Esta vez no han sido ellos", contrapone Castells. "Pero estamos seguros de que son una causa que sí ha influido los años anteriores", señala confiado.

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