Apuesta nuclear en Irán
El acuerdo con Turquía puede significar un giro o solo una táctica para evitar nuevas sanciones
Los presidentes brasileño e iraní, junto con el primer ministro turco, lograron ayer un compromiso sobre el programa nuclear de Teherán. En lo sustancial, el documento firmado reproduce una propuesta anterior que la comunidad internacional presentó en Ginebra, y que desestimó Irán. Teherán enviaría a Turquía uranio poco enriquecido y, a cambio, recibiría de este país combustible nuclear al 20%. Si ahora se ha producido un cambio de postura es porque Mahmud Ahmadineyad ha comprendido que las posibilidades de que la comunidad internacional sancione a Teherán son mayores que cuando se discutió en Ginebra, y ha visto en el camino abierto por Lula y Erdogan una oportunidad, bien para retrasarlas, bien para romper la difícil unidad de las potencias auspiciada por EE UU.
Con el compromiso de ayer, Irán está en mejores condiciones de recuperar la iniciativa que había perdido tras el virulento discurso de Ahmadineyad al inicio de la cumbre para revisar el Tratado de No Proliferación, que concluirá a finales de este mes. De hecho, se ha apresurado a aprovechar la oportunidad solicitando el reinicio de las negociaciones, alimentando el recelo de la comunidad internacional. Por una parte, Irán tiene un largo historial de incumplimientos en materia de inspección que justifica la desconfianza sobre sus verdaderas intenciones. Por otra, el acuerdo con Brasil y Turquía coincide con el tramo final de la cumbre para la revisión del Tratado de No Proliferación nuclear (TNP), lo que podría dificultar la adopción de decisiones para establecer el nuevo sistema de sanciones.
Turquía y sobre todo Brasil han hecho una apuesta arriesgada facilitando a Ahmadineyad una eventual salida como la contemplada. Si la operación culmina con éxito, habrán afianzado su papel internacional; si sale mal, habrán contribuido a destejer el lienzo de Penélope en el que se ha convertido la discusión sobre el programa nuclear iraní, con su inevitable corolario de mayor tensión en Oriente Próximo. Y de deterioro de sus respectivas relaciones con la Administración de Obama, que mostró ayer su escepticismo sobre el alcance del compromiso y trabaja desde hace tiempo en diversos escenarios para desactivar el potencial desestabilizador que representan las ambiciones nucleares de Ahmadineyad.
El movimiento de Lula y Erdogan hace retroceder el dosier iraní al estadio en el que el régimen de los ayatolás invocaba su derecho a enriquecer uranio dentro de los límites acordados internacionalmente. Solo que, en el trayecto recorrido desde entonces, Teherán endureció su posición hasta situarse en un territorio desafiante frente a la comunidad internacional. Falta por conocer el desarrollo de la letra menuda del compromiso, pero, entretanto, Teherán debería aclarar si sigue vigente cuanto dijo Ahmadineyad en materia de inspecciones en la cumbre para la revisión del TNP. Aquel discurso y el actual compromiso son incompatibles.
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