Comienza el circo de las sorpresas
La superproducción protagonizada por Russell Crowe y la ausencia de Ridley Scott marcan la apertura - El certamen se vuelca en propuestas europeas y asiáticas
El nuevo Robin Hood ni va vestido de verde ni se pone en jarras con gesto de pícaro ladronzuelo. No, el Robin Hood que ayer invadió La Croisette de Cannes es un héroe que, más que carteras, busca pelea y, de paso, a sí mismo. La superproducción dirigida por el británico Ridley Scott y protagonizada por los australianos Russell Crowe y Cate Blanchett fue protagonista de la inauguración del 63º Festival de Cannes. Una edición cuya sección oficial (a la que ayer mismo se sumó la última película de Ken Loach, Route Irish) se nutre de los trabajos de cineastas asiáticos y europeos como Takeshi Kitano, Mike Leigh, Bertrand Tavernier o Abbas Kiarostami. Sin demasiadas grandes estrellas para lucir en su escaparate, todo apunta a que este año los brillos de Hollywood no irán más allá de las lujosas tiendas que flanquean la avenida marítima más cinematográfica del planeta.
"El filme tiene dosis suficiente de historia para ser verosímil", afirmó Crowe
El presidente del jurado, Tim Burton: "Hay que estar abierto a lo que sea"
Anoche empezaba el espectáculo y los espejismos del glamour empujaban a una joven a suplicar con un gesto tan exagerado como su minivestido dorado por una invitación para la gala inaugural. "Es mi primera vez aquí, por favor", insistía la chica alzando con sus manos un cartel de "S.V.P. Robin Hood" y pese al caso omiso de la multitud que invadía desde el mediodía las calles. La fuerte humedad y un tiempo cambiante cargaron un ambiente de sofocante cartón piedra.
Sin Ridley Scott (hospitalizado en Los Ángeles por una lesión en la rodilla) para dar la cara, Russell Crowe, Cate Blanchett y el productor Bryan Grazer, se encargaron ayer de defender una película que, sin ser una secuela de Gladiator, de alguna manera lo parece. Crowe, coproductor de la película, acaparó la primera conferencia de prensa de este año. No hubo sitio para todos los periodistas que querían acceder a la sala a ver a la estrella australiana responder a preguntas sobre fútbol -"Yo no soy del Madrid, soy del Barça, pero Cristiano Ronaldo es muy majo"-; historia -"la película tiene la dosis suficiente para ser verosímil"- y, ay, amor -"aquí se habla de una relación adulta, donde las cosas ocurren poco a poco"-.
La tosquedad física de Crowe quedó extrañamente amortiguada gracias a su espléndida voz y a una mirada que (despojado de sus imposibles gafas de sol) apunta casi tan fino como la flecha de su nuevo héroe. No es de extrañar que en Robin Hood (como en el James Bond de Daniel Craig) quien se queda en paños menores y sacando pecho no es ella, es él. Un Robin más carnal que apenas evoca a ninguno de los que ayer recordó el actor: de Douglas Fairbanks a Errol Flyn o, más recientemente, Kevin Costner. "Me crié viendo alguno de ellos, pero nosotros acabamos la película donde empiezan los demás. No se había hecho todavía un Robin Hood que contara las verdaderas motivaciones del personaje".
La primera gran noche de Cannes fue también la de la presentación de su jurado, esa curiosa familia en la que convivirán miembros tan dispares como la actriz Kate Beckinsale y el director del Museo del Cine de Italia Alberto Barbera. En las escaleras de la imponente sala Lumière, su presidente, Tim Burton, auguraba un año en el que la palabra clave va a ser "sorpresa". "Se trata de no tener prejuicios y estar abierto a lo que sea", añadía el director de Ed Wood. Minutos antes, el español Víctor Erice respondía que sólo pretende "ser buen espectador y esperar que llegue una buena película". Más gráfico, Benicio del Toro (el puertorriqueño también confesó que este año había accedido por fin a ser jurado de Cannes sólo por coincidir con el director de El espíritu de la colmena) dijo que se prepara para lo que le espera usando "bastoncillos para los oídos y gotas para los ojos".
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